XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
MARTES
Lecturas bíblicas
a.- Tit. 2,1-8.11-14: Llevemos una vida religiosa esperando la venida del
Salvador.
b.- Lc. 17, 7-10: Servir con humildad.
Este evangelio quiere dejar en claro, la actitud del hombre frente a Dios. El servicio
que le debemos a Dios es de siervos: Dios manda y el hombre obedece, cumple con
lo que se ha comprometido. Dios no le debe nada, la menor recompensa, ni
siquiera gratitud. Más aún, si ha hecho todo lo mandado, no ha hecho sino cumplir
con su deber. Esta actitud lleva al hombre a ser libre de sí mismo, humilde y pobre,
Dios le concederá los bienes del Reino a su servidor, que se vacía de su egoísmo.
Bienaventurados los pobres porque el Reino les pertenece (cfr. Mt. 5, 3). Doctores
de la ley y fariseos concebían la relación con Dios como un contrato: yo te doy para
que tú me des, servicio y recompensa. Si se cumple con la ley, lo mandado por
Dios, hay que esperar recompensa. La parábola de Jesús echa por tierra esta
teoría: Dios no debe nada al hombre, ni siquiera las gracias. El hombre es su
criatura, y por ello, le debe todo a Dios, desde el soplo vital hasta los bienes de la
tierra. La parábola va dirigida a los apóstoles. Ellos que lo han dejado todo por
Cristo, ¿pueden esperar recompensa? ¿Pueden exigir derechos, por los servicios
prestados? (cfr. Mt. 19,27). La recompensa que Dios brinda, supera con mucho los
servicios que podamos prestarle; en definitiva, hasta esa recompensa es don de su
bondad divina. La clave de la parábola está en las últimas palabras: “De igual modo
vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos
inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.» (v. 10). Somos siervos de Dios que
laboran y construyen su Reino, dona su misericordia proclamándola, por medio de
ellos se muestra magnánimo. Pablo proclamará que no es punto de gloria predicar
el evangelio, sino más bien, una necesidad: “Ay de mí si no anuncio el Evangelio”
(1Cor. 9, 16). Sólo desde al amor apasionado de Cristo Jesús, por la gloria de Dios
Padre y la salvación de los hombres, podemos servir sin estar pensando en la
recompensa, o en el castigo. La amistad y la confianza en Dios, nos hace pensar
que ÉL se preocupa de cada uno de sus discípulos. Esta experiencia de amistad,
oración y servicio al Señor Jesús está más allá del plano de la ley, del mérito y el
premio, porque está cimentada en el amor y la confianza. Lo que es bueno lo
hacemos por amor, nos ponemos en sus manos; nos concederá más de lo podemos
pensar y desear. Estar con ÉL, desde hoy y para siempre, es el mejor premio que
podamos gozar.
Santa Teresa de Jesús, invita al cristiano a contentar a Dios en todo. ¡Qué bien
entendi ella estas verdades!: “Para eso es la humildad, para tenerse por dichosa
en servir a las siervas del Seor” (CV 17,1).