XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- 2Jn. 4-9: Quien permanece en la doctrina vive con el Padre y el Hijo.
b.- Lc. 17, 26-37: El día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Este evangelio nos habla de la manifestación del día del Hijo del hombre, su última
venida. Se acentúa en ese día el Juicio, la sorpresa, lo inesperado. Jesús recuerda
la despreocupación con que la gente vivía en tiempos de Noé, tiempo del diluvio, lo
mismo sucedió en los tiempos de Lot, respecto a la destrucción de Sodoma, así
sucederá con la segunda venida del Señor, día del Hijo del hombre (cfr. Gn. 6,11-
13; 18,20; 2Pe. 2,7;3,5-7). Hoy muchos cristianos viven sumergidos en sus
preocupaciones temporales, legítimas, pero sin tener a Dios en su horizonte, otros
que viven su fe profundamente, esperan su manifestación, el Juicio sobre la
humanidad. Entonces se conocerá el verdadero valor de la vida recibida, las obras
realizadas, y se revelará la conciencia de cada hombre y su conducta. Será tan
grande el Juicio, que de dos que viven juntos, trabajan juntos, teniendo los mismos
afanes, su destino, sin embargo, será muy distinto, porque serán juzgados por las
actitudes interiores. ¿Qué tendrá consistencia el día del Señor? Todo se desvaloriza,
porque lo único importante será la venida del Señor. Es la actitud escatológica que
debemos cultivar para alcanzar la vida verdadera, un corazón apegado sólo a lo
terreno, conocerá perdición. La mujer de Lot salió de Sodoma, cuando vino el
castigo, pero como seguía apegada a lo que había dejado, se convirtió en estatua
de sal (cfr. Sab.10,7). Consigue la vida sólo quien la pierde por Cristo y su
evangelio, la muerte engendra vida, el Hijo deberá conocerla para entrar en su
gloria (cfr. Lc.9,23). La venida del Mesías, se pensaba sería de noche, comenzará
con la separación de justos e injustos, mientras los primeros serán llevados ante el
Señor, los otros conocerán la perdición (cfr. Mt.13,48; 25,32;1Tes.4,16s). La
sentencia será para todos, ¿qué determinará la sentencia?, la vida que han llevado,
las actitudes interiores. Mientras unos viven para los placeres o intereses
puramente mundanos, los otros esperan la venida de Jesús, el Hijo del Hombre,
como un bien salvífico. Mientras unos están dormidos en lo interior, los otros están
en vela, esperando la vida verdadera (cfr. Lc.13,26ss). Si la pregunta por el cuándo
(v. 20), abre el discurso, el dónde lo cierra (v.37). El Reino de Dios, ya está
presente en Cristo Jesús, ahora queda esperar el cumplimiento de la promesa de su
parusía. Lo importante no es la cuestión dónde será el juicio, como la liberación del
pecado, la conversión. Si Jesús anuncia el final de la historia, y exhorta a la
misericordia y a la penitencia, es porque habrá misericordia con todo pecador en
este tiempo de la Iglesia.
Santa Teresa de Jesús, descubre que la vida de oración, es también vivir cada el día
el Juicio de Dios, porque al presentarse ante la Verdad que es Dios, con la propia
verdad, consiste en experimentar el examen del amor, al que tendremos que
enfrentarnos todos. “Será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser
juzgadas de quien habemos amado sobre todas las cosas” (CV 40,8).