Comentario al evangelio del Martes 13 de Noviembre del 2012
Queridos hermanos:
Con esta breve parábola sobre el amo y su esclavo concluye Lucas el pequeño catecismo acerca de las
relaciones en la comunidad cristiana (14,25-17,10). La parábola es exclusiva de este evangelio y se
sitúa en un escenario muy característico del antiguo oriente. Nos equivocaríamos si la abordásemos
con criterios de justicia social, críticas al amo explotador, etc. Jesús parte de una praxis que todos
conocen y aceptan, y de momento no entra a aprobarla o descalificarla; simplemente se sirve de ella
para extraer una enseñanza. Esa es la función de las fábulas, leyendas, apólogos…
Pero Jesús va a trastocar la parábola misma para vehicular su enseñanza: los oyentes, que al comienzo
quedaban comparados con el amo (“uno de vosotros tiene un criado”), al final son los “siervos”, y,
para más inri, siervos inútiles. Esa la conclusión, la aplicación de la parábola a la comunidad creyente.
En todo grupo humano aparece la “riqueza” y la “miseria” de sus componentes. Particularmente se
suelen hacer presentes las tendencias a medrar, a “ser alguien”. Los discípulos de Jesús discuten
repetidamente en el evangelio acerca de quién es el mayor y quién el menor. Somos muy proclives a
pasarnos la vida redactando la propia “hoja de servicios”, como se dice en el ejército. En la época de
Jesús había mucha afición a contabilizar méritos religiosos, como si la salvación fuese objeto de
conquista.
Los fariseos de aquel tiempo, en contra de lo que muchas veces se ha pensado, no eran gente malvada,
ni muchos menos; querían ser fieles cumplidores de la ley, en la que veían la voluntad de Dios, pero
habían caído en la deformación de “comercializar” sus buenas acciones, de haber establecido con Dios
una especie de relación mercantil. Habían olvidado el salmo de la gratuidad: “Dios lo da a sus amigos
mientras duermen”. A todo esto Jesús le da un vuelco con la invitación a “hacerse como niños”. Y
aquí los occidentales tenemos que cambiar un poco la cabeza: el niño del mundo semita no era el
inocente, el encantador… sino el que para nada vale, el que nada merece porque nada bueno ha hecho…
Al niño sus padres le dan todo gratis, por puro cariño. Y Jesús advierte que “el que no reciba el Reino
de Dios como lo recibe un niño no entrará en él” (Mc 10,15). El Padre nos lo da por puro cariño.
Además de la presunción de haber hecho mucho por Dios, puede darse también la de “pasar factura a
los hermanos”, con el orgullo altanero de haberlos servido mucho, de haber hecho esto y lo de más allá
por ellos, traduzcamos “por la parroquia”, “por el grupo”… Y surge la tentación de llamarles ingratos.
La invitación de Jesús sería la misma: consideraos unos pobres siervos, no habéis hecho más que lo
que os tocaba hacer. El engreimiento nunca es evangélico y el restregar a los demás el bien que se les
ha hecho priva a esas buenas acciones de su natural nobleza.
San Juan de la Cruz, muy entendido en evangelio, acuñó aquellas célebres paradojas: para venir a serlo
todo, no quieras ser algo en nada; para venir a tenerlo todo, no quieras tener algo en nada; para venir a
saberlo todo,… Y un autor más reciente ha compuesto una oración así de simple, así de evangélica:
“Señor, mis manos son pequeñas y están vacías;
pero las tuyas son grandes y están llenas”
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf
Severiano Blanco, cmf