XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Jesús nos muestra que hay que tratar santamente las cosas santas, y
podemos escucharlo en nuestro interior, al meditar las Escrituras Santas.
“En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los
vendedores, diciéndoles: -«Escrito está: "Mi casa es casa de
oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de
bandidos."» Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos
sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban
quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer
nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios”
(Lucas 19,45-48).
1 . Jesús, te veo lleno de santa ira purificando el templo, cuando
entras “te enojas al ver el mercado que se había organizado con los
animales que debían sacrificarse según la ley.
”Lo que debía ser un lugar de encuentro con Dios, se ha convertido
en un negocio económico.
”La misma caridad perfecta que ayer te hacía llorar sobre la cuidad de
Jerusalén, te mueve hoy a enfadarte santamente con aquellos mercaderes”
(Pablo Cardona): « derribó las mesas de los cambistas y los puestos de
los que vendían palomas ».
Me gustaría ver, Jesús, los rasgos de tu faz, escuchar el tono de tu
voz, porque te imagino con autoridad, y al mismo tiempo con amor hacia
estos “ sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo” que
querían matarte. Eres valiente, Señor, y tu conciencia y tu libertad están
por encima de la opinión de los demás.
«Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la
habéis convertido en una "cueva de bandidos." Aquí nos das dos citas,
una de Jeremías y otra de Isaías.
“Detente a considerar la ira santa del Maestro, cuando ve que, en el
Templo de Jerusalén, maltratan las cosas de su Padre.
”¡Qué lección, para que nunca te quedes indiferente, ni seas cobarde,
cuando no tratan respetuosamente lo que es de Dios!” (J. Escrivá, Forja
546).
Como buenos hijos de la Iglesia, tenemos la obligación de corregir a
los que no tratan santamente las cosas santas, con paciencia, pero también
con entereza, especialmente en lo que se refiera al Santo Sacrifico de la
Misa. Cuando vea que no se celebra con dignidad, tengo que intervenir,
normalmente será informar al obispo, que es quien tiene la responsabilidad
en la diócesis, para mejorar la situación.
“Tampoco me puedo callar ante el abuso de los recursos naturales,
pues toda la creación te pertenece.
Es una actitud cristiana -de buen hijo de Dios- defender la naturaleza,
sabiendo que la has creado para el uso -pero no el abuso- del hombre.
De manera especial, he de defender los derechos de la persona,
elemento central de la creación” (Pablo Cardona), pues la creación entera
es como un templo donde está Dios, y la primera ecología es la humana, el
respeto a la persona y sobre todo el derecho a la vida desde la concepción y
hasta la muerte.
Gracias, Señor, por mostrarme la importancia de tratar santamente
las cosas santas. El alma en gracia es templo del Espíritu Santo, casa
especial de Dios; y no puedo convertirla en «cueva de ladrones.» Te pido,
Santo Espíritu, la finura de conciencia para cuidar este tesoro que llevo en
vaso de barro que es mi persona.
Jesús, al verte en el Templo pienso que tú eres el Templo, en tu
persona. Y tu Iglesia es Sacramento de tu Cuerpo por la que nos dices “ yo
estaré con vosotros cada día, hasta el fin del mundo ”, y nos conduces
hasta la Jerusalén celestial donde tú eres el Cordero Inmaculado en el culto
perfecto a Dios Padre. Para esto, hemos de cultivar la Tradición que nos has
dejado, Jesús, tu memorial, la Eucaristía, y la oración, y el cuidado en el
culto, y los templos y el decoro en la liturgia.
«La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de
la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración
de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un
lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración» ( Catecismo
2691).
El sagrario ha de ser un reclamo, como un imán para recogernos en
oración y tratar bien a Dios en ti, Jesús Rey. Ahí estás ofrecido
místicamente, en recuerdo de tu ofrecimiento en la Cruz, con los brazos
extendidos: nos esperas en gesto sacerdotal, acogiendo la salvación de
todos, cargando con los pecados....
Estos días nos preparamos para tu fiesta de Cristo, Rey del universo;
y para esto queremos que seas Rey de nuestras almas: primero tienes que
reinar en nuestras almas. Es suficiente con nuestra lucha: mientras haya
lucha, por amor, Dios está contento. El hombre no deja de ser grande ni en
su debilidad, cuando se abre a Dios, a este reinado de Cristo, y entonces es
un reinado suave, es un reino de hijos libres, donde dejamos que reine por
atracción: nos dijiste que cuando fuera ensalzado sobre la tierra, atraerías a
sí todas las cosas. Y lo haces en la fuerza de la Eucaristía, en la Iglesia que
es tu Cuerpo, y en tu Cuerpo que es la Eucaristía que está en los sagrarios
que acogen nuestra oración confiada. Vamos a consagrarnos a Ti en estos
días, ya que tú te has consagrado a nosotros: Dios Hijo, te encarnas para
redimirnos, para ser nuestro Sacerdote (mediador).
Vamos a poner nuestra esperanza en Cristo Rey. Vamos a refugiarnos
en las llagas del Señor para encontrar fortaleza para la lucha.
Con el paso de los años a veces las ilusiones de esta vida van
perdiendo peso relativo: son ilusiones finitas, mientras que nuestros deseos
son ilimitados (ilimitadas ansias de felicidad): puede venirnos la angustia:
es el momento de agarrarnos al consuelo que nos dan las llagas de Cristo:
estas heridas son una realidad sufrida por cada uno de nosotros. Nos llevan
a una realidad más alta, no reinados efímeros sino su Reino, por el que vale
la pena vivir, y dar la vida, pues es Vida.
2. " Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está
de pie sobre el mar y la tierra. " El libro que en la visión le es entregado a
Juan contiene las profecías del Antiguo Testamento y recibe como misión el
revelar su sentido a la luz del Nuevo. Esta segunda parte del Apocalipsis
puede ser considerada como la explicación del contenido profético de este
libro.
Me acerqué al ángel y le dije: "Dame el librito." Él me
contestó: "Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel,
pero
el
estómago
sentirás
ardor."
Y así lo hizo Juan, y así lo sintió en su interior como se le dijo.
Dios único es el guía de la Historia. No la marca con la fatalidad que
vemos en el pensamiento griego, sino con el amor fruto del encuentro de
dos libertades: la de Dios y la del hombre, y si bien hay leyes de la
naturaleza y desgracias en medio de la historia, Jesucristo pronunció el "sí"
de la alianza sobre el mal y sobre la muerte. Dios sacará un bien de todas
las cosas, aunque en el momento histórico nos toque sufrir. Juan se
encuentra lleno de amargura después de haber tragado el libro, pero el
sabor es por fin un sabor de dulzura y de paz. Las Escrituras meditadas en
nuestro interior, la Palabra viva en la oración ( Lectio divina ) nos da
consuelo, porque nos confiamos a la presencia de Dios en los
acontecimientos que viven los hombres.
Vemos en el texto de hoy referencias que explican el libro que hay
que comer (Ezequiel 2,8; Jeremías 1,10). Se trata de «alimentarse de la
palabra y del pensamiento que contiene». Juan se nutre de pasajes del
en
Antiguo Testamento, para ver a Jesús en mi tiempo, en este momento…
¿Procuro hacerlo también yo?
Saborear la Palabra de Dios, gustarla, da dulzura a nuestro paladar,
aunque a veces cueste, haya cosas amargas en el sentido que nos revela
también nuestros pecados, nuestras insuficiencias, que sacude nuestras
tibiezas y nuestras cobardías. Pero, por una parte, la verdad está aquí,
como decía s. Pedro: " ¿A quien iríamos? Tú tienes palabras de vida
eterna ".
-“ Entonces se me dijo: "Tienes que profetizar todavía contra
muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" ”. Como Jesús en la escena
del templo, como nosotros en la sociedad en que hemos de participar,
puede costarnos «profetizar» la verdad (Noel Quesson).
Se acerca el toque de la séptima trompeta, ya que «se ha terminado
el tiempo» (v 6). El término del tiempo actual, del mundo presente, supone
el comienzo del tiempo definitivo, de la nueva dimensión expresada por la
fórmula «un cielo nuevo y una tierra nueva» (21,1). El misterio de Dios, es
decir, la obra final de salvación, que la voluntad divina ha decidido realizar
sobre la historia. Sin embargo, el cómo de este designio es todavía secreto
y por eso el vidente no puede hacer públicas las palabras del Señor. Pero
una cosa es cierta: estamos a las puertas de la consumación del reino de
Dios (¡el grano de mostaza es ya un árbol frondoso en que habitan los
pájaros!).
«El que vive por los siglos de los siglos» viene para reinar
eternamente. El fin de la historia es el cumplimiento definitivo del
evangelio.
Te pedimos, Señor, que la asimilación de la palabra sea siempre un
acto previo a la predicación, a la actuación. Que ella me penetre hasta lo
más profundo y me convierta en un servidor de tu mensaje (A. Puig), como
decía el profeta: " Mira, yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te
establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, destruir y
demoler, edificar y plantar " (Jr 1,10).
3. Te rezo, Señor, con el salmo, que de alguna manera resume todo
lo dicho; te pido meditarlo en mi corazón, sentir dulzura en el paladar, en
mi oración de cada día: “ Mi alegría es el camino de tus preceptos, /
más que todas las riquezas.
Tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis
consejeros.
Más estimo yo los preceptos de tu boca / que miles de
monedas de oro y plata.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: / más que miel en la boca!
Tus preceptos son mi herencia perpetua, / la alegría de mi
corazón.
Abro la boca y respiro, / ansiando tus mandamientos” .
Llucià Pou Sabaté