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N O HAY SUSTO , SINO ESPERANZA
33 º D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO (M C 13,24-32)
18 DE NOVIEMBRE DE 2012
A golpe de susto, asomando precipicios, narrando cosas tremendas. Como si con
esta jerga pudiera tal vez recabarse una atenci￳n que normalmente no pasa de un
distraído bostezo lleno de aburrimiento. Pero leyendo el Evangelio de este domingo,
parece que Jesús mismo adopt￳ alguna vez un estilo provocativo para suscitar en sus
oyentes algo más que una pasiva curiosidad ante sus palabras: ¿de qué os sirve que me
escucheis si luego no hay un cambio real en vuestras vidas?; ¿a qué vale que
memoriceis mis hechos y mis dichos, si luego vuestra existencia de cada día es tan
poco reflejo de lo que escucháis y contempláis? Y entonces parecería útil intentarlo por
vía del susto tremendista o por el camino de la amenaza implacable. No obstante, nada
de ésto hay en las palabras del Se￱or, ni tampoco esto es lo que pretende la liturgia de
este domingo. No es la amenaza, ni el miedo, ni el acorralamiento, lo que se puede
leer en este Evangelio. ¿Qué es, pues?
“En aquellos días... en aquel tiempo”. Así comienzan la primera y la tercera
lectura de la Misa de este domingo, refiriéndose a algo que está por suceder. “Después
de la gran tribulaci￳n, el sol se hará tinieblas, la luna no dará resplandor, las estrellas
caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán...”. Esta descripci￳n apocalíptica del
Evangelio de Marcos, tremenda en sí misma, sería más terrible aún si todo concluyese
aquí. Entonces sí que podrían asustarnos y amedrentarnos los agoreros de calamidades.
Pero la palabra última no la tiene el cataclismo, la barbarie, toda suerte (mala en este
caso) de injusticias y desmanes que nos presenta la cr￳nica diaria de cada tramo de la
historia, porque después de que todo esto suceda todavía quedará una palabra que
escuchar.
El Evangelio de este domingo es un mensaje de esperanza, de invitaci￳n a
preparar ya ese final esperanzado. Porque tras todas las tinieblas y tribulaciones,
después de todos los horrores y los errores de nuestra andadura humana, vendrá el
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo
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Hijo del hombre para decirnos su palabra eterna, la que hizo todo y la única que no
pasará, para devolvernos con fuerza y con ternura la verdad de nuestra vida. No se
trata de temer ese día último como quien teme un final sin piedad, sino de vivir ese
final atreviéndonos a ir escuchando ya cada día esa palabra postrera que escucharemos
de los labios de Jesucristo. ¿No tiene nuestro mundo necesidad de testigos que
escuchen esa palabra, que la testimonien en cada situaci￳n y circunstancia? Somos
llamados los cristianos a anticipar esa hora última, cuando en nosotros se puede
escuchar otra palabra capaz de recrear todas las cosas, de hacerlas nuevas otra vez y
no fugazmente, sino para siempre ya, cada día. Este es el tiempo cristiano, es el tiempo
de Dios.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo