EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario
Epístola III de San Juan 1,5-8.
Querido hermano, tú obras fielmente, al ponerte al servicio de tus hermanos,
incluso de los que están de paso,
y ellos dieron testimonio de tu amor delante de la Iglesia. Harás bien en ayudarlos
para que puedan proseguir su viaje de una manera digna de Dios.
porque ellos se pusieron en camino para servir a Cristo, sin aceptar nada de los
paganos,
Por eso debemos acogerlos, a fin de colaborar con ellos en favor de la verdad.
Salmo 112(111),1-2.3-4.5-6.
Feliz el hombre que teme al Señor
y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra :
la posteridad de los justos es bendecida.
En su casa habrá abundancia y riqueza,
su generosidad permanecerá para siempre.
Para los buenos brilla una luz en las tinieblas:
es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo.
Dichoso el que se compadece y da prestado,
y administra sus negocios con rectitud.
El justo no vacilará jamás,
su recuerdo permanecerá para siempre.
Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin
desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que
me hagas justicia contra mi adversario'.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni
me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga
continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los
haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el
Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Comentario del Evangelio por:
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas
Misioneras de la Caridad
El amor más grande, cap. 1
“Orar siempre”
Sólo mediante la oración mental y la lectura espiritual podemos cultivar el don
de la oración. La simplicidad favorece enormemente la oración mental, es decir,
olvidarse de sí misma trascendiendo el cuerpo y los sentidos y haciendo frecuentes
aspiraciones que alimentan nuestra oración. San Juan Vianney dice: “Para practicar
la oración mental cierra los ojos, cierra la boca y abre el corazón.” En la oración
vocal hablamos a Dios; en la oración mental Él nos habla a nosotros; se derrama
sobre nosotros.
Nuestras oraciones deberían ser palabras ardientes que provinieran del horno de
un corazón lleno de amor. En tus oraciones habla a Dios con gran reverencia y
confianza. No te quedes remoloneando, no corras por delante; no grites ni guardes
silencio, ofrécele tu alabanza con toda el alma y todo el corazón, con devoción, con
mucha dulzura, con natural simplicidad y sin afectación.
Por una vez permitamos que el amor de Dios tome absoluta y total posesión de
nuestro corazón; permitámosle que se convierta en nuestro corazón, como una
segunda naturaleza; que nuestro corazón no permita la entrada a nada contrario,
que se interese constantemente por aumentar su amor a Dios, tratando de
complacerlo en todas las cosas sin negarle nada; que acepte de su mano todo lo
que le ocurra; que tenga la firme determinación de no cometer jamás una falta
deliberadamente y a sabiendas, y que si alguna vez la comete, sea humilde y
vuelva a levantarse inmediatamente. Un corazón así orará sin cesar.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”