EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin
desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que
me hagas justicia contra mi adversario'.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni
me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga
continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los
haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el
Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Comentario del Evangelio por:
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas
Misioneras de la Caridad
El amor más grande, cap. 1
“Orar siempre”
Sólo mediante la oración mental y la lectura espiritual podemos cultivar el don
de la oración. La simplicidad favorece enormemente la oración mental, es decir,
olvidarse de sí misma trascendiendo el cuerpo y los sentidos y haciendo frecuentes
aspiraciones que alimentan nuestra oración. San Juan Vianney dice: “Para practicar
la oración mental cierra los ojos, cierra la boca y abre el corazón.” En la oración
vocal hablamos a Dios; en la oración mental Él nos habla a nosotros; se derrama
sobre nosotros.
Nuestras oraciones deberían ser palabras ardientes que provinieran del horno de
un corazón lleno de amor. En tus oraciones habla a Dios con gran reverencia y
confianza. No te quedes remoloneando, no corras por delante; no grites ni guardes
silencio, ofrécele tu alabanza con toda el alma y todo el corazón, con devoción, con
mucha dulzura, con natural simplicidad y sin afectación.
Por una vez permitamos que el amor de Dios tome absoluta y total posesión de
nuestro corazón; permitámosle que se convierta en nuestro corazón, como una
segunda naturaleza; que nuestro corazón no permita la entrada a nada contrario,
que se interese constantemente por aumentar su amor a Dios, tratando de
complacerlo en todas las cosas sin negarle nada; que acepte de su mano todo lo
que le ocurra; que tenga la firme determinación de no cometer jamás una falta
deliberadamente y a sabiendas, y que si alguna vez la comete, sea humilde y
vuelva a levantarse inmediatamente. Un corazón así orará sin cesar.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”