COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
18 de noviembre de 2012 – 33º domingo durante el año.
Evangelio según San Marcos 13,24-32 (ciclo B)
Jesús dijo a sus discípulos “En ese tiempo, después de esta
tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las
estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al
Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y
él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde
los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus
ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta
de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden
todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les
aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a
ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el
Hijo, nadie sino el Padre.”
Amasar acá lo que vamos a vivir allá
El Señor nos habla de los últimos tiempos, la escatología, el final de los
tiempos; ¡y cómo pesa su palabra, tiene densidad y tiene verdad!
Es importante que sepamos que las cosas pasan y que frente a aquella
cierta omnipotencia del hombre, también éste tiene una fragilidad y
debilidad tremendas porque, las cosas pasan, son imprevistas,
imprevisibles, accidentes, catástrofes naturales o accidentes humanos;
pensemos en todas las cosas que nos rodean a lo largo de tanto tiempo.
¿Quién de nosotros no tiene alguien que falleció en un accidente?
Recordemos la tragedia de Once con lo sucedido al ferrocarril Sarmiento. Y
tantas otras cosas que uno diría “se podría haber evitado”; pero estas cosas
pasan.
Quisiera que reflexionemos sobre algo importante: ustedes, yo, el cristiano,
somos las personas del futuro y no esperamos el futuro, somos del futuro;
es decir YA tenemos que vivir de un modo anticipado. Tenemos que amasar
acá lo que vamos a vivir allá, es decir que para vivir “allá”, tenemos que
amasarlo “acá”: con el trabajo, con el sacrificio, con la oración, con el
compromiso. ¡No dejarlo pasar!
Vivir éste presente en la presencia de Dios. Porque la presencia de Dios en
nosotros está humanizando este mundo y se están preparando las
transformaciones del universo para que se convierta “en un cielo nuevo y
 
una tierra nueva”. Quizás vaya a inaugurarse el definitivo Reino de Dios.
Pero que, ciertamente, tiene que haber personas, familias, sociedad,
Iglesia, que crean realmente esto de vivir el futuro, viviendo el presente en
la presencia de Dios.
Somos peregrinos, estamos en camino, algunas cosas características para
“el viaje”: no trabajamos solos, tenemos que colaborar con los demás; no
trabajamos sin entusiasmo, hay que hacerlo con entusiasmo; trabajamos
con coraje, con la fuerza humana y con la fuerza de la gracia que Dios nos
da permanentemente; y con esa gracia y nuestra colaboración El trabaja y
hace crecer el universo, hace despuntar la nueva creación. Tenemos que
pasar por una prueba, pero ciertamente esa prueba ya está clarificada y
está anticipada la presencia definitiva del Señor.
Que tengamos entusiasmo para vivir, entusiasmo para trabajar, entusiasmo
y fidelidad en el sacrificio, perseverancia en la oración y entrega en el amor.
Que nos demos cuenta que aquí se amasa lo que allá vamos a vivir
definitivamente.
Les dejo mi bendición: e n el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén