Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 33, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Recuerda de dónde has caído y arrepiéntete * Al que
salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida. * ¿Qué quieres que haga por
ti? Señor, que vea otra vez
Textos para este día:
Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5a:
Ésta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo, para que muestre a sus
siervos lo que tiene que suceder pronto. Dio la señal enviando su ángel a su siervo
Juan. Éste, narrando lo que ha visto, se hace testigo de la palabra de Dios y del
testimonio de Jesucristo. Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las
palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito, porque el
momento está cerca.
Juan, a las siete Iglesias de Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y era
y viene, de parte de los siete espíritus que están ante su trono.
Oí cómo el Señor me decía: "Al ángel de la Iglesia de Éfeso escribe así: "Esto dice
el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y anda entre los siete
candelabros de oro: Conozco tus obras, tu fatiga y tu aguante; sé que no puedes
soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llamaban apóstoles sin
serlo y descubriste que eran unos embusteros. Eres tenaz, has sufrido por mí y no
te has rendido a la fatiga; pero tengo en contra tuya que has abandonado el amor
primero. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como
antes.""
Salmo 1 :
Dichoso el hombre / que no sigue el consejo de los impíos, / ni entra por la senda
de los pecadores, / ni se sienta en la reunión de los cínicos; / sino que su gozo es la
ley del Señor, / y medita su ley día y noche. R.
 
Será como un árbol, / plantado al borde de la acequia: / da fruto en su sazón / y no
se marchitan sus hojas; / y cuanto emprende tiene buen fin. R.
No así los impíos, no así; / serán paja que arrebata el viento. / Porque el Señor
protege el camino de los justos, / pero el camino de los impíos acaba mal. R.
Lucas 18, 35-43:
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al
borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era
aquello, y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno". Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de
David, ten compasión de mí!"
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
"¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" El dijo: "Señor,
que vea otra vez". Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado". En
seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto,
alababa a Dios.
Homilía
Temas de las lecturas: Recuerda de dónde has caído y arrepiéntete * Al que
salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida. * ¿Qué quieres que haga por
ti? Señor, que vea otra vez
1. Jesús se pronuncia sobre su Iglesia
1.1 El último libro de la Biblia es también el que acompaña la última parte de
nuestro año litúrgico. Se trata del "apocalipsis", como solemos llamarlo, o también
"revelación". Una palabra sobre el conjunto de la historia humana, pronunciada en
el contexto doloroso de la persecución.
1.2 El libro empieza con una serie de mensajes de Jesucristo a las comunidades
cristianas de la época. Esto tiene sentido, porque si el conjunto de la historia
humana debe comparecer ante Cristo, los que han sido elegidos por Cristo deben,
antes que nadie, escuchar su voz majestuosa y verdadera. En efecto, si algún
privilegio tiene el cristiano es que su Juez de mañana es hoy su Salvador. La
palabra que hoy le corrige mañana no le castiga.
1.3 Las comunidades de la época son llamadas aquí "iglesias". Los mensajes que
recoge el Apocalipsis no se dirigen a todas estas iglesias, sino sólo a un conjunto de
ellas, localizadas en lo que se llamaba Asia Menor y que hoy corresponde a Turquía.
Hoy, por ejemplo, hemos oído el mensaje a la iglesia de Éfeso.
2. ¿Qué sabe Jesús de nosotros?
2.1 El Evangelio según san Mateo termina con una maravillosa promesa: "yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Esta promesa
quedaría como algo sólo supuesto y abstracto si no fuera posible percibir el paso, la
voz y la fuerza de Cristo "todos los días". Pues bien, las profecías del Apocalipsis a
las iglesias son un modo de manifestar esa presencia. Cuando Tomás dijo que no
creería a menos que viera las señales de la crucifixión en los miembros de Cristo no
sabía que Cristo lo estaba escuchando (cf. Jn 20,25.27). Jesús sabe de nosotros.
Acompaña a los que predican (Mc 16,15-18) y, según vemos en la lectura de hoy,
está bien enterado del estado real y actual de los suyos.
2.2 A los efesios dice Cristo por medio del vidente: "conozco tu perseverancia...
pero debo reprocharte que dejaste enfriar el primer amor". La Iglesia nos ofrece
hoy este mensajes entre los siete porque es dolorosamente típico de la existencia
cristiana, tanto en lo personal como en lo comunitario. Perseveramos, pero el amor
se desgasta, se enfría, se descalifica. Y Jesús lo sabe, y quiere que sepamos que lo
sabe, porque su palabra tiene la virtud de encender de nuevo en nosotros el amor
que tuvo su comienzo en su propio corazón.
3. "Jesús, ten compasión de mí"
3.1 El evangelio de hoy nos ayuda a tomar la actitud de corazón que nos ayudará a
renovar al amor languidecido. Necesitamos de Cristo para amar a Cristo;
necesitamos de Cristo para servir a Cristo; necesitamos de Cristo para alabar a
Cristo. Y esa necesidad de la que el mismo Cristo nos hace conscientes tiene que
volverse súplica, clamor, insistente oración, como la de aquel ciego: "Jesús, ¡ten
compasión de mí!".
3.2 Podemos apelar a la justicia de Cristo cuando nos sentimos buenos y a la
sabiduría de Cristo cuando nos sentimos sagaces; pero, ¿a qué apelaremos cuando
nos sentimos pobres, desvalidos, endeudados? Sólo a la misericordia de nuestro
Salvador.
3.3 Esta es precisamente la mejor actitud para recibir la comunión. ¿Quién
presumirá de su inteligencia ante el misterio del altar, que desborda a toda
inteligencia? ¿Quién alardeará de pureza o virtud delante de la santidad misma? Lo
único nuestro que puede acercarnos al corazón de Dios es la humilde confianza con
la que dejamos sus manos libres para amarnos, restaurarnos y bendecirnos.
Fr. Nelson Medina, O.P.