XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- Ap. 11,4-12: Estos dos profetas eran un tormento para los habitantes
de la tierra.
b.- Lc. 20, 27-40: No es Dios de muertos, sino de vivos.
La pregunta de los saduceos, no deja se ser capciosa, y hasta sin sentido. Eran
amantes de la Escritura, pero rechazaban las tradiciones de los mayores, negaban
la resurrección. Por el contrario, Jesús y los fariseos, creían en la resurrección de
los muertos. Desean demostrar con las Escrituras, que es absurdo creer en la
resurrección. La ley del levirato mandaba que si un hombre casado moría sin dejar
hijos, el hermano tomaba a la mujer, su cuñada, y le daba descendencia a su
hermano colocándole el nombre de su hermano para que no desapareciera de Israel
ese nombre (cfr. Lv. 25, 5). Si siete hermanos tuvieron a la misma mujer, cuando
resuciten todos de ¿quien será mujer? La ley no hablaba de resurrección, por lo
tanto, el ejemplo es grotesco y para eso no había respuesta. Sólo Jesús tiene
palabras para ello. Los judíos creían que la existencia después de la muerte, era
igual a la que habían llevado en esta vida, pero en plenitud, todo lo que pudiera
desear. Contra esta postura es que alegaban los saduceos, Jesús, tampoco la
comparte. La vida eterna, no es continuación de la que se ha llevado en la tierra.
Los resucitados no pertenecen al mundo terreno, sino al que está por venir. Los
hijos de Dios, pasan de este mundo de pecado y caducidad, a la vida eterna, y a la
resurrección de los muertos. El matrimonio es una realidad terrena, en el cielo no
es necesario, porque ahí no se muere; la procreación es la que da sentido al
matrimonio (cfr. Gn. 1, 28); la argumentación de los saduceos queda invalidada: en
la vida eterna no hay matrimonio. Los que entren al cielo, serán como ángeles, es
decir, hijos de Dios, (cfr. Job. 1, 6; 2,1), participan de su gloria (cfr. Hch. 12,7).
Los resucitados, reciben la filiación divina (cfr. 1Jn. 3,2; Rm. 8,21), la gloria (cfr.
Rm. 8, 18) y un cuerpo espiritual (1Cor. 15, 42ss). En la mentalidad griega, el
cuerpo era considerado una carga, cárcel del alma, por lo tanto les costaba creer,
en la resurrección de los cuerpos. Los muertos resucitarán en un estado de
incorruptibilidad, “seremos transformados”, ense￱a Pablo (cfr. 1Cor. 15, 22), vivirá
no sólo el alma, sino todo el hombre en su totalidad, cuerpo y alma. Resucitar es un
don de la gracia divina, inmerecido, como es el participar del Reino de Dios (cfr.
2Tes. 1,5), los justos, como también los pecadores. Todos resucitarán, los que
hicieron el bien para la gloria eterna, los que hicieron el mal para la perdición (cfr.
Hch. 24, 15). Si los saduceos recurrieron a la Escritura para probar la no existencia
de la resurrección, Jesús, menciona al relato de la zarza ardiente que no se
consumía, para decir, que ahí Moisés descubri￳ a Yahvé: “Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex. 3, 6). No s￳lo era Dios de los
Patriarcas, es Dios, de vivos, para Él todos están en su presencia, son los hijos de
la resurrección. Todo el que muera, vivirá, si puso su existencia al servicio de Dios
y su prójimo; servir y glorificar a Dios ese el motivo de nuestro existir. Con esta
respuesta Jesús reconocido como Maestro por los escribas (v. 41), los saduceos ya
no se atreven ha hacer más preguntas. Los doctores de la ley, esta vez reconocen
su sabiduría y enseñanza. De Jesús posee la Iglesia, su doctrina sobre la
resurrección de los muertos, lo que nos distingue entre cristianos y paganos. La
predicación cristiana es el kerigma: Jesús, es constituido por Dios Padre, en Kyrios,
Señor y Cristo, después de su gloriosa Resurrección (cfr. Hch. 2, 36).
Teresa de Jesús, tuvo muy presente que cuando se convirtió fue al Señor de la
vida, Jesucristo, el Dios que está vivo y presente en la historia de la humanidad. “El
amor que el Se￱or nos tuvo y su resurrecci￳n, muévenos a gozo” (V 12,1).