“Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes lleno de poder y de gloria”
Mc 13, 24-32
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“Extranjero y peregrino en la tierra”
El encuentro con un cristiano auténtico no cesa de sorprender desde hace dos mil años: ¡qué
insólita es su condición! «Extranjero y peregrino en la tierra», transeúnte que atraviesa los
senderos del tiempo que tiende a la eternidad, posee ya lo que busca, aunque todavía no de un
modo pleno y evidente. Es testigo de una esperanza bienaventurada y posee la prenda de una
promesa infinita. Irradia la alegría a su alrededor, aunque ha renunciado a muchas de las
alegrías que propone este mundo; sin embargo, no está dispensado del dolor...
¿Cuál es entonces el secreto del verdadero cristiano? Lo custodia en lo hondo de su corazón y
lo declara con orgullo: su secreto es Cristo, Señor del tiempo y de la historia. La pascua de Jesús
ha destrozado la dimensión temporal y ha irrumpido la eternidad entre nosotros: la vida eterna
es el Pan en que él se entrega. Quien observa su Palabra que no pasa, quien acoge su sacrificio
de salvación y vive con él el dolor como pascua, entra desde ahora en la eternidad y permite
que, a través de su propia existencia, ésta transfigure un poco el tiempo.
El cristiano abre al sol la ventana de su morada para que todo quede inundado de luz. Ahora
bien, el conflicto entre las tinieblas y la luz permanece aún en acto en el tiempo: cada discípulo
de Jesús conoce esta lucha dentro de sí y a su alrededor; por eso vigila, porque sabe que tiene
que combatir el buen combate de la fe. Cristo ya ha vencido, pero continúa luchando en
nosotros para que sea derrotado el mal y se extienda el Reino de Dios, hasta el día que sólo el
Padre conoce. Que su Espíritu de amor y de fortaleza nos haga a todos cristianos auténticos,
tanto más presentes en la historia del hombre cuanto más inclinados al «día de Dios».
ORACION
Jesús, Señor de la historia, tú ves los males que afligen a nuestra humanidad; sin embargo, nos
enseñas que, en su raíz, es uno solo el Mal que hemos de combatir. Tú lo derrotaste ya al morir
por nosotros en la cruz; ayúdanos a extender en el tiempo tu victoria pascual. Haznos
portadores de eternidad allí donde vivimos y trabajamos: que la luz de tu amor perenne inunde
a través de nosotros la pequeña porción de la historia que nos has confiado y la transfigure.
Haz que completemos nuestra peregrinación terrena tendiendo a la patria celestial, para que
quien nos encuentre comprenda cuál es la bienaventurada esperanza que nos hace exultar ya
desde ahora. Que el Pan de la vida eterna, roto por nosotros, nos sostenga en las pruebas
cotidianas, para que podamos ser encontrados fieles y vigilantes en tu día glorioso.