XXXIV D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO ,
J ESUCRISTO , R EY DEL U NIVERSO (Dn 7, 13-14; Sal 92; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33b-37
EL TEXTO
-«Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: -« Tú lo dices: soy rey . Yo para
esto he nacido y para esto he venido al mundo;
para ser testigo de la verdad.”
Tu trono está firme desde siempre , y tú eres
eterno.
Su dominio es eterno y no pasa, su reino no
tendrá fin .
A él la gloria y el poder por los siglos de los
siglos . Amén.
M EDITACIÓN
Las lecturas resaltan la eternidad del reino de Cristo . Esta afirmación nos asegura que
la verdad, la bondad, la justicia y el amor no serán vencidos . Para siempre alguien
someterá bajo sus pies a todos los enemigos del ser humano, incluso a la muerte. El universo
está llamado a irradiar la gloria eterna del Hijo único de Dios, en quien todos tenemos el
anticipo de nuestro destino.
El cristiano se goza hoy de tener por Rey y Señor al Príncipe de la paz , al Santo
Dios, fuerte e inmortal. Gracias al don de la fe en Jesucristo, el creyente camina siempre de su
mano, acompañado por su presencia, habitado por Él en su corazón, sabiéndose esperado en
cada etapa para compartir la Palabra y la Mesa. Es una bendición inmerecida habernos
encontrado con Jesús . Él desea encontrarse con cada ser humano, y necesita de la mediación
de los testigos fieles, que lo hacen visible en medio del mundo.
No interpretes las palabras desde la referencia humana, la que cabe hacer fijándose en
los reyes de ese mundo, para comprender la identidad de quien se nos manifiesta Señor de
toda la creación.
Jesucristo es el primero. El Hijo amado de Dios existía antes del tiempo, por Él fueron
creadas todas las cosas, y todo se mantiene en Él. El Padre Dios se fijó en el rostro de su Hijo
para plasmar al ser humano como imagen suya, para que tuviera la impronta de su ser.
Jesucristo es el punto culminante de la historia y desde Él todo se comprende de distinta
manera, porque todo es reflejo de su sabiduría y todo se recapitulará como gloria suya.
Todo pasa, Dios no se muda, Jesucristo permanece por los siglos, es eterno y lleva
nuestra naturaleza. Es “el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la
tierra”. Al encontrarnos con Él, siempre nos encontraremos con alguien que nos conoce por
dentro.
Jesucristo es nuestro Rey, a quien deseamos rendir homenaje. Con todos los seres del
cielo y de la tierra, a la manera de los tres jóvenes de Babilonia, cantamos: “Criaturas todas
del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos”. Con el hermano
universal, Francisco de Asís, entonamos el cántico de las criaturas: “Altísimo y omnipotente
buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo,
te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte. Alabado seas, mi Señor, en todas tus
criaturas…”