Comentario al evangelio del Miércoles 21 de Noviembre del 2012
Nuestros talentos al servicio del reino
En el interior de nuestro corazón fluyen muchos deseos. Cada uno de ellos da forma a nuestros ideales.
Son el centro por el que se filtran nuestras alegrías y tristezas. En muchas ocasiones son nuestras
razones más auténticas para hacer o dejar de hacer, para irnos o quedarnos, para gastar o compartir.
El Evangelio de hoy nos muestra el deseo hondo de Jesús. Por el cual se estremece su corazón al
reconocer que se acerca a Jerusalén y que de alguna forma alborea: el Reino.
Por su causa dejó su hogar paterno allá en el cielo, pasó mil calamidades y gozos e invirtió cuanto era y
tenía. Allá en el Jordán tuvo la tentación de usar cuanto era en beneficio propio y poder vivir con cierta
tranquilidad, confortablemente. Pero decidió dejarlo aún lado. De qué le servía vivir cómodamente si
no vivía auténticamente. Por qué reservarse algo de sí o renunciar a la vida tal cual es. Guardarse o
reservarse algo era algo así como mojar la sal o esconder la luz que ardía en su interior.
Algunos nos hemos encontrado metidos en este extravagante sueño de Jesús, nos reconocemos sus
siervos y hemos recibido una misión invertir cuanto somos y hemos recibido en hacer brotar el Reino a
nuestro alrededor.
A veces nos cuesta reconocer los talentos que de él hemos recibido y no en pocas ocasiones sentimos
la tentación de esconder lo que nos ha sido dado, de no ponerlo a fructificar y simplemente vivir. Dejar
que la vida nos viva.
“Nuestro tiempo pasa, Señor.
Danos tu tiempo para que podamos vivir.
Danos el valor de servir a la vida y no a la muerte.
Danos tu futuro a nosotros
y a nuestros hijos.” (J. Moltmann)
Loli Almarza