Comentario al evangelio del Viernes 23 de Noviembre del 2012
Posiblemente una de las acciones que más llenan el corazón y la vida del creyente es la escucha y la
acogida de la Palabra de Dios. Posiblemente, también, la misión más bella y exigente sea el anuncio de
la Palabra.
Sin embargo, ocurre con frecuencia que nos hemos acostumbrado a escucharla, parece que hubiéramos
domesticado según nuestra forma de ser, nuestra cultura lo que Dios ha querido inspirar en su palabra.
Necesitamos volver a tomar la palabra y sentir su sabor dulce y amargo a la vez. Experimentar de
nuevo que Dios no es indiferente a nuestra vida. Más aún que le llega hasta lo más profundo de su
corazón, que a Dios hay muchas realidades de nuestro mundo que le duele en sus entrañas y que quien
lee su palabra y contempla el mundo sólo puede escuchar una llamada a profetizar en su nombre y
protestar a tiempo y destiempo contra lo que impide vivir con dignidad. Sólo puede sacar a la luz los
nombres y situaciones que ninguno de nosotros puede permitir. Sólo puede experimentar esa
maravillosa osadía que se hace voz y gesto para dar vida y denunciar la muerte, para anunciar al Señor
de la vida.
Loli Almarza