Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 33, Viernes
--------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Cogí el librito y me lo comí * ¡Qué dulce al paladar tu
promesa! * Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos
Textos para este día:
Apocalipsis 10, 8-11:
Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de
nuevo, diciendo: "Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie
sobre el mar y la tierra." Me acerqué al ángel y le dije: "Dame el librito." Él me
contestó: "Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el
estómago sentirás ardor."
Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel,
pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago.
Entonces me dijeron: "Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos,
naciones, lenguas y reyes."
Salmo 118:
Mi alegría es el camino de tus preceptos, / más que todas las riquezas. R.
Tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis consejeros. R.
Más estimo yo los preceptos de tu boca / que miles de monedas de oro y plata. R.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: / más que miel en la boca! R.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, / la alegría de mi corazón. R.
Abro la boca y respiro, / ansiando tus mandamientos. R.
Lucas 19, 45-48:
 
En aquel tiempo entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores,
diciéndoles: "Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis
convertido en una "cueva de bandidos"". Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo
de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo
entero estaba pendiente de sus labios.
Homilía
Temas de las lecturas: Cogí el librito y me lo comí * ¡Qué dulce al paladar tu
promesa! * Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos
1. Dulce y Amargo
1.1 La profecía del vidente tiene sabor dulce en la boca y amargo en el estómago.
Algo semejante vivió Ezequiel (3,1-6). También en el caso de Ezequiel hay dulzura
en la boca y también este alimento está relacionado con el ministerio de la
predicación. Cosa que tiene sentido: ¿cómo dará el predicador de lo que no ha
recibido o no le ha alimentado?
1.2 Mas Ezequiel no tuvo que sentir la amargura en el estómago. Una palabra es
dulce porque agrada a nuestra inteligencia; es amarga por las consecuencias que
trae, como el alimento muestra su pesadez en el estómago y no en el paladar. Es,
pues, "pesada" la palabra que debe pronunciar el profeta; es una palabra que trae
efectos, consecuencias dolorosas. De esto han hablado muchos predicadores. Pablo
se queja: "¿Quién ha creído en nuestro anuncio?" (Rom 10,6), y en esto no hace
sino repetir la voz de un profeta (Is 53,1). Eso es amargo.
1.3 Y es amargo también ver, como Jeremías, que lo que fue anunciado para
conversión tristemente debe realizarse como castigo (cf. Jer 36,31). Por algo
advierte Pablo a Timoteo: "Pero tú, sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades,
haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio" (2 Tim 4,5). Todos en
realidad hacen eco de la advertencia de Cristo: "os envío como corderos en medio
de lobos" (Lc 10,3). Mas no desfallecemos, porque "los que sembraban con
lágrimas cosechan entre cantares" (Sal 126,5).
2. Purificando la Casa de Dios
2.1 La voz del profeta y del predicador realiza un ministerio de limpieza, de
purificación (cf. Jn 15,3). También hay acciones que purifican, como la que vemos
hoy en la acción de Jesús. Seguramente todos amamos la pureza y todos queremos
ser templos vivos del Dios vivo (cf. 1 Cor 6,19). Pregunta: ¿estamos dispuestos a
ser purificados por el Señor, aunque ello implicara algo como la escena que vemos
hoy en el Evangelio?
2.2 Jesús purifica el templo y luego inicia un intenso ministerio de predicación en el
templo purificado. La pureza no es un fin en sí misma, sino un espacio que abrimos
para acoger más y mejor la gracia y la palabra. La pureza es como el silencio: nos
libera del peso muerto, del pasado estéril, del ruido estorboso, y nos abre el
mensaje precioso del Dios Santo y Bello.
2.3 El acto de Jesús se convierte en una especie de sentencia de muerte contra sí
mismo. La purificación por la palabra llegará a ser purificación por la Sangre.
Puesto en el Lugar Santo por excelencia, según el sentir de los judíos, su palabra
barre no sólo los negocios de quienes comerciaban en el templo, sino también las
pesadas y engañosas cargas de quienes se tenían por maestros del pueblo. Cristo
los desautoriza; clausura un tiempo que ya no daba más de sí, e inaugura una
realidad nueva que tiene por centro su mensaje y su vida misma. Es lógico que sus
adversarios le vieran como un estorbo chocante en extremo, y que, dentro de esa
lógica, buscaran el modo de quitarlo de en medio.
2.4 Finalmente, sin embargo, y a precio de Sangre, el templo es ahora nuevo. El
Lugar Santo es el Cuerpo de Cristo, presente y vivo en nuestro altar, en nuestras
manos, en nuestro corazón. Viene hoy también Jesucristo a dar pureza y a invadir
con su diluvio de amor y justicia nuestra existencia.
Fr. Nelson Medina, O.P.