Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 33, Sábado
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Estos dos profetas eran un tormento para los habitantes
de la tierra * Bendito el Señor, mi Roca. * No es Dios de muertos, sino de vivos
Textos para este día:
Apocalipsis 11, 4-12:
Me fue dicho a mí, Juan: "Éstos son mis dos testigos, los dos olivos y los dos
candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra. Si alguno quiere
hacerles daño, echarán fuego por la boca y devorarán a sus enemigos; así, el que
intente hacerles daño morirá sin remedio. Tienen poder para cerrar el cielo, de
modo que no llueva mientras dura su profecía; tienen también poder para
transformar el agua en sangre y herir la tierra a voluntad con plagas de toda
especie.
Pero, cuando terminen su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la
guerra, los derrotará y los matará. Sus cadáveres yacerán en la calle de la gran
ciudad, simbólicamente llamada Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue
crucificado. Durante tres días y medio, gente de todo pueblo y raza, de toda lengua
y nación, contemplarán sus cadáveres, y no permitirán que les den sepultura.
Todos los habitantes de la tierra se felicitarán por su muerte, harán fiesta y se
cambiarán regalos; porque estos dos profetas eran un tormento para los habitantes
de la tierra."
Al cabo de los tres días y medio, un aliento de vida mandado por Dios entró en ellos
y se pusieron de pie, en medio del terror de todos los que lo veían. Oyeron
entonces una voz fuerte que les decía desde el cielo: "Subid aquí."
Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos.
Salmo 143:
 
Bendito el Señor, mi Roca, / que adiestra mis manos para el combate, / mis dedos
para la pelea. R.
Mi bienhechor, mi alcázar, / baluarte donde me pongo a salvo, / mi escudo y mi
refugio, / que me somete los pueblos. R.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, / tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: /
para ti que das la victoria a los reyes, / y salvas a David, tu siervo. R.
Lucas 20, 27-40:
En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y
le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su
hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a
su hermano". Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin
hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin
dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de
ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella". Jesús les
contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados
dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán.
Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan
en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el
episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios
de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos".
Intervinieron unos letrados: "Bien dicho, Maestro". Y no se atrevían a hacerle más
preguntas.
Homilía
Temas de las lecturas: Estos dos profetas eran un tormento para los habitantes
de la tierra * Bendito el Señor, mi Roca. * No es Dios de muertos, sino de vivos
1. Azote de la Tierra
1.1 Hemos comentado en otra ocasión sobre cuán estorboso resulta para el mundo
el ministerio de los profetas. La palabra de Dios incomoda, talla, fustiga; y el
motivo es sencillo: "todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para
que sus acciones no sean expuestas" (Jn 3,20). Este fastidio llega a convertirse en
genuino odio, como lo muestra el caso de Juan Bautista, a quien Herodías "le tenía
rencor y deseaba matarlo, pero no podía" (Mc 6,19), "porque Juan le decía a
Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano" (Mc 6,18).
1.2 Suena un poco extraño, entonces, pero debemos decir que un deber del
predicador es producir escozor, incluso incomodar. No está en vano aquel versículo
del Evangelio: "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de
vosotros!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas"
(Lc 6,26). A esto se refería Pablo seguramente cuando dijo: "Si yo todavía estuviera
tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gál 1,10).
2. El destino de los amores de esta tierra
2.1 A modo de burla, los saduceos ridiculizan la creencia en la resurrección con una
tonta historia de una mujer que se ha casado varias veces. Cristo toma el
argumento no sólo para reafirmar la verdad de la resurrección sino para enseñarnos
sobre el destino del amor humano.
2.2 La parte más impresionante de las palabras de Cristo, en mi concepto, es
aquella forma de hablar: "no se casarán; pues ya no pueden morir" (Lc 20,36).
Aquí hay algo muy profundo sobre la naturaleza del matrimonio. Ese "pues" está
desde el texto griego. La razón por la que no hay matrimonio más allá de la muerte
es porque tampoco hay más muerte en aquellos considerados dignos de la
resurrección.
2.3 Es decir: el matrimonio es un remedio contra la muerte mientras no ha llegado
a la muerte. Los que ya no pueden morir no necesitan de ese remedio; reciben la
vida de la fuente de la vida, como los ángeles, y no a través de las expresiones
mediadas de esa vida por vehículo del amor humano. Entonces el matrimonio es un
modo de acercarse al amor fontal, al amor original que da la vida. Una vez que
accedemos a ese amor en la resurrección, no cabe propiamente la mediación. Ya en
el cielo todo es inmediato.
Fr. Nelson Medina, O.P.