XXXIV Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
DOMINGO
Celebra la Iglesia, para culminar el año litúrgico, la Solemnidad de Cristo Jesucristo,
Rey del Universo, con marcado acento escatológico y apocalíptico. Jesucristo es Rey
por designio del Padre, y en nuestra vida reinará en la medida le demos nuestro
corazón, la voluntad la depositemos en sus manos y la obediencia a la fe brille en
nuestro modo de pensar y actuar. Ser partícipe de su Reino en esta vida, consistirá
en servirle en el prójimo, porque contemplamos en el hermano, el paso y las
huellas que deja para que le sigamos y el discipulado sea fecundo en conocimiento
y amor; en libertad y obediencia de quien hace la voluntad de Dios, en una fe, que
si bien oscura y desnuda, es pura, porque cuanto cree lo contempla como vivido y
viviendo de cara a la eternidad. Viva Cristo Rey.
Lecturas bíblicas
a.- Dn. 7, 13-14: Su poder es eterno, no cesará, su reino no será destruido.
El profeta contempla la imagen del Hijo del hombre (v.13), figura que representó a
todo el pueblo, pobres y justos, que podrán participar en el poder de Dios. Es el
triunfo de los justos y santos del pueblo elegido, a los cuales se anuncia la promesa
de una liberación definitiva de parte de Dios. Mientras las fieras vienen del mar, el
Hijo del hombre viene del cielo, del mundo divino. Se acerca al Anciano, es decir, a
la presencia de Dios, y de ÉL recibe un poder eterno, que nunca pasará, jamás será
destruido (v.14). Todos los reinos de la tierra vinieron del océano, el reino de Dios
y quien lo sostiene, viene de arriba, del mismo Dios. No es semejante a una fiera,
sino a un ser humano: es el rey mesiánico, anunciado por los profetas, pues a Él se
le concede el poder real y el dominio de todos los reinos bajo el cielo. El autor
sagrado, identifica este Mesías, Hijo del hombre, con el pueblo de los santos del
Altísimo. Es un mesianismo colectivo y eterno; es el triunfo del Cristo total en su
tensión escatológica, del Cuerpo místico, la Iglesia.
b.- Ap. 1, 5-8: Príncipe de los reyes de la tierra.
En este texto, encontramos lo que fuera un saludo litúrgico de Juan el profeta de
Patmos, con su comunidad eclesial, es el corazón de una comunidad orante y
militante. Esta lturgia comunica la fuerza espiritual de la fe que los anima. El saludo
es trinitario. Dios el que es, el que era y el que viene (cfr. Ap.1, 4); Dios no es
nombrado como el Dios de los filósofos, sino como el Dios de la historia. El Espíritu,
es presentado como los siete espíritu que están ante su trono, es decir, el Espíritu
de Dios en la plenitud de su actividad y poder. Las referencias a Jesucristo, son más
numerosas y densas, nacidas de una cristología, fruto de la experiencia de Juan y
su comunidad. Le confiere a Jesucristo, el título de: “Testigo fiel” (v. 5), que ha
revelado a los hombres el misterio de la paternidad de Dios y de nuestra filiación en
Cristo; Cristo es el testigo en su persona y en su obra, de la promesa hecha en otro
tiempo a David (cfr.2Sam. 7,1; Sal.89; Is.55,3-4; Za.12,8), y que se realizó en ÉL.
Jesucristo la palabra eficaz, el Sí de Dios (cfr. Ap.3,14; 19,11.13; 2Co.1,20).
Testigo, es decir, Mártir, porque públicamente dio su vida. “Promogénito de entre
los muertos” (v.5), luego de su Rsurrección, nos precede como pueblo de los
redimidos en la gloria divina. Heredero de David, es consituido como Primogénito,
por su Resurrección, habiendo vencido a sus enemigos, recibirá el dominio universal
(cfr. Ap.5,5; 22,16; Col.1,18; Rm.1,4.). Esto supone que habrá otros nacidos de
entre los muertos; signo preclaro de esperanza en una comunidad donde abundan
los testigos, asesinados por la Palabra de Dios y el Testimonio de Jesús (cfr. Ap.6,9;
20,4). “Príncipe de los reyes de la tierra” (v.5), que con su poder transforma la
historia humana, según el plan sanfíco de Dios (v.5). Signo de esperanza, para los
cristianos oprimidos por los poderes políticos del Imperio romano. La comunidad
responde al saludo dado por Juan, con su experiencia de Jesús resucitado, “el cual
nos ama y nos liberó de nuestros pecados con su sangre e hizo de nosotros un
Reino, sacerdotes para Dios” (vv.5-6). Es la liturgia celestial de los redimidos que
gozan del Reino de Dios. Al final, Jesús vendrá como Juez universal, entre las
nubes, es decir, viene del cielo. Ese día hasta los que lo traspasaron, sus
adversarios en su existencia terrrena a lo largo de la historia, junto a todas las
razas de la tierra, harán duelo por su venida, por el Juicio que les sobreviene (v. 7).
La primera y la última letra del alfabeto griego, vienen a significarn que a Criston se
le ha conferido el poder de Dios, principio y fin de todas las cosas (cfr. Is.41,4;
44,6; Ap.1,17; 2,8). A él sea el poder y la gloria. Amén.
c.- Jn. 18, 33-37: Tú lo dices: Soy Rey.
El evangelio nos introduce en el clima de la pasión de Jesús. Delante de Pilatos,
Jesús se declara Rey, no de este mundo, sino testigo de la verdad, mejor aún,
servidor de la verdad. Si Jesús se dice Rey de los judíos, le crea un problema
político a Pilatos, representante de Roma en Judea. La acusación de las autoridades
religiosas de Jerusalén, perseguía la pena capital para Él, por declararse igual o
superior a César. El procurador debía condenarlo a muerte, para no perder el favor
de Tiberio, el emperador. Su pregunta es crucial: “Entonces Pilato entró de nuevo al
pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (v. 33). Confirma
que es Rey por dos veces, testigo de la verdad, y todo el que ama la verdad, es su
discípulo (v. 33 y 37). Momento dramático donde Juan presenta, por un lado el
exterior del pretorio, donde se encuentran los judíos, enemigos de Jesús; por otro,
el interior, donde se encuentra Jesús en calidad de prisionero. Pilatos, entra y sale
del pretorio, mejor dicho, sale cuatro veces (cfr. Jn.18, 29.38; 19, 4.13), y vuelve a
entrar otras tres (cfr. Jn.18, 33; 19,1.9); al interior de este recinto, hay calma y
prima la razón, brilla la inocencia de Jesús; fuera de él, domina la violencia, el odio,
el soborno, la coacción. Pilatos sufre interiormente, pues tiene la convicción más
profunda que Jesús es inocente, y por otro, siente la manipulación judía, que
manda condenarlo. Jesús, ha venido a manifestar, no su soberanía, sino a Dios
Padre, revelar la verdad plena. Ese tipo de rey, afirma que su Reino no es de este
mundo, no le debía preocupar: “Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo.
Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese
entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» (v. 36). Lo quiso liberar, pero
los judíos prefirieron a Barrabás, la flagelación fue otra posibilidad que buscó para
concederle la libertad, luego de una seria amonestación (cfr. Jn.19,1), pero por
haberse declarado Hijo de Dios, había que condenarlo, lo dicho constituía una
blasfemia. Cuando se toca el tema de la autoridad, Pilatos descubre que posee, una
autoridad secundaria, Cristo en cambio, la tiene del Padre, origen de toda autoridad
(vv.10-11). Finalmente, los judíos acusan al propio Pilatos de no ser amigo del
César, y ante tal amenaza, Pilatos se lo entrega a la muerte (vv. 12-15). Juan, deja
claro, que Jesús fue ejecutado por los romanos, pero por la acusación de ser Rey de
los judíos; la culpa es de éstos, no de los romanos. Pilato trató de librarlo de todos
los modos, pues la realeza de Jesús no era contra Roma, no fue un traidor; su
realeza no era política. Si bien Pilato tuvo una buena intención, no bastó, era
necesario reconocer la verdad, aceptarla, escucharla y decidirse por ella. En esta
maraña política y religiosa quedó atrapado, por querer servir a los intereses
humanos y propios. El Reino de Jesús, es de la salvación, que ÉL inauguró con su
venida. Es la soberanía amorosa de Dios sobre los hombres, sus hijos. Cuenta con
la libertad de éstos y por eso los respeta, no creó esclavos, sino hijos libres en su
amor. La soberanía de Jesucristo es sobre todas las naciones, Rey y Sacerdote
eterno, los bautizados en su misterio pascual, forman un reino de sacerdotes,
pueblo sacerdotal para Dios. Servidores como ÉL, de un Reino de verdad y de vida,
de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz. Todo lo que se oponga a estos
valores, pertenece a Satanás o al reino de las tinieblas: la mentira, la injusticia, el
odio, etc. El compromiso con Cristo y los valores del Reino, supone un compromiso
real con ellos que favorezca la reconciliación entre los hombres, los derechos
humanos y la dignidad de las personas (GS 76). Hay que trabajar entonces, para
que Dios reine en la mente, corazones y voluntad de los hombres, y así se extienda
el Reinado de Jesucristo, el Señor en nuestra sociedad.
Teresa de Jesús, que conoció las monarquías de su tiempo, nos invita a servir a
este Rey eterno: “No vendrá el Rey de la gloria a estar unido con nuestra alma, si
no nos esforzamos a ganar virtudes grandes” (CV 16,6).