XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
LUNES
Lecturas bíblicas
a.- Ap. 14, 1-3. 4-5: Llevaban grabado el nombre de Cristo y su Padre.
b.- Lc. 21, 1-4: Vio una viuda pobre que echó dos monedas.
Este evangelio, quiere presentarnos en la actitud de la viuda, la verdadera
espiritualidad de la religión: espíritu de pobreza y generosidad. Es la actitud de la
viuda, la creyente que entrega todo lo que tiene para vivir, en el cepillo del templo;
dona su vida a Dios en forma efectiva; actitud que contrasta con la de quienes
acumulan riquezas en forma egoísta. El rico insensato, en realidad, es pobre
delante de Dios (cfr. Lc. 12, 21), en cambio, la viuda es rica delante de ÉL. En la
Biblia, encontramos que la riqueza y la pobreza, no interesa tanto lo cuántico, sino
la actitud de apego o desapego de lo que uno tiene. Ahí está la clave para ser rico o
pobre delante de Dios. Podemos afirmar, que el consumismo se ha constituido para
muchos, en una verdadera religión, porque se rinde culto al dinero, donde todo se
sacrifica a él: la vida, la familia, el trabajo, la salud, los principios morales, todo,
con tal de la apariencia social, poder, placer, etc. Tener y gastar, se ha convertido
en toda una filosofía de vida; de ahí la envidia a los que triunfan, hacen dinero, y
logran escalar puestos en la sociedad. La riqueza es señal de bendición en el AT,
para el que es fiel a Yahvé. En otros pasajes, se critica duramente la riqueza y los
ricos malos. Para Jesús, las riquezas son armas de doble filo, todo depende de la
bondad o maldad con que las usemos. Los bienes son necesarios para vivir, pero no
son la fuente de la vida, ni tampoco nos hacen mejores personas. Sólo quien ama,
tiene el secreto de la felicidad, porque vive abierto a los demás, dando la vida por
Dios y el prójimo. Centrarse egoístamente en sí mismo, trae el sinsentido de la
vida, y se les da a los bienes materiales, un valor que no tienen, que no poseen en
sí mismos la felicidad. La sabiduría de la vida, se encuentra en el contacto con el
prójimo; los valores perennes e invisibles, son los eternos. En el caso del cristiano,
los encontramos en la persona de Jesús, la vida teologal y los valores del Reino: la
justicia, el amor, la verdad y la paz. Si nos entregamos al consumismo, al
desarrollo económico olvidándonos del hombre, no solucionaremos los problemas
de la sociedad y no alcanzará a vivir su vocación y dignidad: la comunión definitiva
con Dios en el amor.
Teresa de Jesús, como la viuda aprendió a confiar en Dios, le entregó la vida, para
hacer de ella un cantar las misericordias de Dios: “Nunca falta Dios a quien en ÉL
solo confía” (Relaciones 1,14).