XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Ap. 20,1-4.11; 21,2: Los muertos fueron juzgados según sus obras.
b.- Lc. 21, 29-33: Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está
cerca el Reino de Dios.
Este evangelio es protagonizado por la naturaleza, desde donde Jesús explica la
doctrina sobre su venida definitiva. Cuando venga el Hijo del Hombre, entonces los
creyentes levantarán la cabeza y lo reconocerán. En Palestina, cuando retoñan los
árboles ya se sabe que se acerca el verano, lo mismo sucederá cuando venga el
Hijo del Hombre, será la liberación y la llegada definitiva del Reino de Dios. Luego,
vendrá el final Cristo entregará el Reino al Padre y será la desaparición de todo
principado, potestad y poder, contrario a Dios. Todos sus enemigos, quedarán bajo
el estrado de sus pies, entonces Él, se someterá al Padre, para que Dios sea todo
en todos (cfr.1 Cor. 15, 24-28). Por mucho que se extienda el período entre la
Ascensión hasta la venida de Jesús, esta generación, es decir todo el género
humano, experimentará todo el plan divino: la manifestación del Hijo del Hombre,
la plena liberación, la redención y el Reinado de Dios. Las palabras de Jesús no fijan
fechas, pero sí el cumplimiento de su predicción. Esta generación es mala, y no
puede sostener el Juicio de Dios: necesita conversión, penitencia, reflexionar sobre
la venida del Señor. Las palabras de Jesús parecieran ser palabras de consuelo. Los
creyentes se quejan siempre de la espera, perseverar en paciencia se hace duro,
cuando la espera no tiene fin. Contra la aparente inseguridad, está la fidelidad de
las promesas de Jesús. Todo perecerá, comenzando por el universo, sin embargo,
las palabras de Jesús no pasarán, conservarán su vigencia. Se acercan los
acontecimientos finales, que iluminan la vida presente desde una esperanza que
nutre la vida teologal. Lo importante es que ha de venir, lo que confirma que la
palabra de Jesús es definitiva, fundamento de una espera vigilante y activa, una
esperanza confiada, que ilumina la duda, supera el miedo y la psicosis de
seguridad, la obsesión de saber cuándo sucederá. Cada hombre experimenta su
propio fin, su limitación, en la muerte. Saber reconocer que a la humanidad la
ilumina la cruz gloriosa de Cristo, su misterio de muerte y resurrección, es vida
nueva para el creyente, hombre nuevo, y para el universo, la nueva creación, que
participará de los cielos nuevos. El futuro está presente en el hoy salvador de Dios,
para quien sabe leer los signos de los tiempos. Ese es el sentido de la vigilancia
evangélica. De ahí que oración y discernimiento, vigilancia van muy unidos, para
prepararnos a su venida gloriosa.
Santa Teresa de Jesús enseña que hay que saber qué pedimos, cuando en el Padre
Nuestro decimos: “Venga tu Reino”. Ella lo explica: “Pues dice el buen Jesús que
digamos estas palabras en que pedimos que venga en nosotros un tal reino:
«Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino». Mas mirad, hijas, qué
sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es bien que
entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio Su Majestad que no
podíamos santificar ni alabar ni engrandecer ni glorificar este nombre santo del
Padre Eterno conforme a lo poquito que podemos nosotros de manera que se
hiciese como es razón si no nos proveía Su Majestad con darnos acá su reino, y así
lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro.” (CV 30,4)