Comentario al evangelio del Viernes 30 de Noviembre del 2012
Queridos amigos y amigas:
Hoy termina el año litúrgico y recibimos en el atardecer un nuevo año.
Traigo a tu memoria una parábola que nos invita a la vigilancia.
"Había una vez, en el tiempo en que el arte y la ciencia de la jardinería aún eran ignorados entre los
hombres, un maestro jardinero. Además de conocer todas las cualidades de las plantas, sus valores
nutritivos, medicinales y estéticos, se le había dispensado el don de conocer la Hierba de la
Longevidad y así vivió durante muchos siglos. A través de sucesivas generaciones visitó y cultivó
jardines por todo el mundo. En un paraje cultivo un jardín maravilloso e instruyó a sus ayudantes sobre
el arte de la jardinería para que lo cuidaran y conservaran. Pero al habituarse a observar que las plantas
crecían y florecían año tras año, olvidaron pronto las instrucciones recibidas del viejo jardinero, que
debían recoger las semillas cada año, que algunas especies se reproducían por brotes, que otras
necesitaban abundante agua, etc. El resultado fue que finalmente el jardín se volvió salvaje y
comenzaron a creer que era el mejor que podía existir.
El problema de los jardineros, común a todos los hombres, es que son atraídos con demasiada facilidad
por lo superficial. Dicen: "me gusta esa flor" y quieren que todos los demás sientan lo mismo... De
tiempo en tiempo surgen verdaderos jardineros. Es tanta la abundancia de los pseudojardines que la
gente, cuando oye de los verdaderos, dice: "Oh, sí, tú hablas de un jardín como el que nosotros
tenemos, o imaginemos". Y es insuficiente tanto lo que tienen como lo que imaginan".
Juan recibe el regalo de la visión del río de agua viva que sale del trono de Dios y de Jesús el Cordero.
Lo que baña no es maldito. Juan recibe la promesa de que en la ciudad de Dios sus servidores le verán
cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche porque Dios será su luz. Al final
del año, resuenan en nosotros las palabras de los primeros testigos que ansían nuestra presencia al
proclamar: ¡Marana tha! Ven, Señor, Jesús.
También nosotros reconocemos que el Señor es un Dios grande. Deseamos entrar en su presencia y dar
vítores a la roca que nos salva, porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Pero en el mientras tanto de nuestro camino, mientras cuidamos el jardín de Dios admirando las flores
más bellas, recordamos las palabras de Jesús: "Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio,
la bebida y la preocupación del dinero. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo
lo que está por venir. Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre". Cuida el jardín de tu vida, planta tus
brotes, riégalos con el agua abundante de la Palabra. El Adviento es una magnífica oportunidad para
ello, y tu jardín será verdadero.
Que tengas un buen año litúrgico.
Vuestro hermano en la fe,
Miguel, cmf
Miguel, cmf