LA ESPERANZA TIENE UN NOMBRE: JESÚS
Padre Javier Leoz
Comenzamos el adviento. Una herramienta espiritual que nos arregla, nos hace
más permeables para celebrar de verdad y en profundidad la próxima Navidad.
-¿Deseamos salvación?
-¿La necesitamos?
-¿Siente el superhombre actual, necesidad de ser salvado por alguien?
Miremos un poco alrededor de nosotros. Reflexionemos sobre el momento presente.
¿Acaso –en muchas situaciones que contemplamos y sabemos por los medios de
comunicación social- o que vivimos en propia carne, no son reflejo de esa angustia,
falta de aliento o de miedo por lo que se nos avecina? ¿Hay algo tan peligroso como
el vacío del hombre que vaga sin sentido?
Nos hallamos en un momento incierto (no es necesario enumerar de nuevo los
acontecimientos que nos preocupan) pero, el mundo, nosotros…necesitamos una
palabra de esperanza. De Alguien que pueda levantarnos, sacudir nuestros miedos,
ponernos de pie. Ese, sin duda alguna, es JESÚS.
1.- Los cristianos nos tenemos que estar atentos a la llegada del Señor. No
podemos permitir que, Jesús, pase de largo. No podemos consentir que, el Señor,
cuando nazca, nos encuentre tan desalentados por los acontecimientos que nos
acosan. La Navidad, si colocamos en el centro a Cristo, nos traerá un horizonte de
paz y de optimismo, de salvación y de esperanza. ¿Nos ponemos de pie? ¿Nos
ponemos de pie para ver por dónde llega Jesús? ¿Queréis que nos pongamos de pie
para percibir por dónde nunca vendrá el Señor?
--¡Adviento! Necesitamos alejarnos un poco, de aquello que fascina nuestros
sentidos pero que crea ansiedad en el corazón. No hay peor cosa que relajar de tal
manera nuestra vida cristiana que (volviendo a lo de antes) pase el Señor, nazca el
Señor y nos encuentre tan embobados por las apariencias o atenazados por tantos
problemas…que no disfrutemos de su llegada.
--¡Adviento! No tenemos miedo a que el sol se venga sobre nuestras cabezas. No
nos infunde temor, que la luna se resquebraje en dos. No temblamos por el hecho
de que, las estrellas, olviden un día su fulgor….
Nuestras desconfianzas son distintas pero iguales en el fondo: la economía, el paro,
la inseguridad ciudadana, la moral a la carta, el terrorismo, la frágil situación del
mundo, la apatía o crítica ante lo religioso, los conflictos sociales. ¿Acaso, todo
esto, no necesita de una mano que nos ayude a reconducirlo? Jesús, nos da fuerzas
para afrontar todos estos retos. Viene, debajo de su brazo, con el pan de la alegría,
del amor, de la serenidad, de la fe. Nos invita a verle compartiendo nuestras luchas
y dudas, incertidumbres y fracasos, desasosiegos y tristezas.
2.- No podemos vivir colapsados por las situaciones que nos toca vivir. No podemos
cohibirnos por las dificultades o por los vicios a los que estamos enganchados. El
Señor, en este primer domingo de adviento, nos invita a ponernos en pie. En
marcha. En vigilancia activa.
¡Viene el Señor! Y, si el Señor llega, es porque quiere compartir nuestra condición.
Porque desea poner una luz en el fondo del túnel oscuro en el que se encuentra
perdida gran parte de la humanidad.
¡Viene el Señor! Y, si el Señor se presenta, es porque nos ve agobiados. A veces sin
esperanza. Otras tantas… sin ilusión.
¡Viene el Señor! Y, si el Señor se manifiesta, que por lo menos nos encuentre
divisando (con la oración, la contemplación y la fe) el horizonte por donde El sale a
nuestro encuentro.
Frente al caos no caben los lamentos. Ante la dura realidad, Jesús es nuestra
respuesta y nuestra esperanza.
3.- En este Año Santo de la Fe mirando hacia Aquel que viene le decimos: Señor;
merece la pena permanecer en pie por Ti, en Ti y contigo. Haz que, cuando llegues,
me encuentre –no solamente despierto- sino contento de creer en Ti, esperarte a Ti
y renacer en Ti.
SI ESTOY SENTADO, LEVÁNTAME, SEÑOR
Si dudo de tus promesas; levanta mi fe, Señor
Si aumentan mis pesares; alza mi ánimo, Señor
Si me acosan mil dificultades;
haz inmensa mi fortaleza, Señor
Si mi interior se acobarda; reaviva mi espíritu, Señor
Si me ciegan los ídolos;
dirige mi vista hacia Ti, Señor
Si me enloquece la apariencia;
lleva mi corazón a Ti, Señor
Si mi cabeza se inclina; sostenla para poder verte
Si me encuentro esclavo;
rompe mis cadenas para poder caminar
Si me encierro en mí mismo;
reorienta mi alma hacia Ti, Señor
Si me conformo con lo que veo;
recupera mi afán de buscarte
Si sufro por la ansiedad;
alimenta en mí la conformidad
Si prefiero la comodidad;
llámame y ponme en pie, Señor
Si duermo y no te espero;
abre mis ojos y despiértame, Señor
Si me despisto y no te busco;
espabílame y condúceme, Señor
Si me equivoco de dirección;
recondúceme y reoriéntame, Señor
Si prefiero otros señores;
háblame y hazme ver tu grandeza
Si no tengo miedo a nada;
dame fe y dame tu santo temor
Si me creo único e invencible;
acércate y dame humildad
Si pasa el tiempo y desespero;
ayúdame y ven a mi encuentro en Navidad
Amén.