EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las
preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de
ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Comentario del Evangelio por :
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la
Iglesia
Acta de ofrenda al Amor Misericordioso
«Comparecer de pié ante el Hijo del hombre»
¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar
por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas... Deseo cumplir
perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria que me habéis
preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa, pero siento mi
impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad.
Puesto que me habéis amado, hasta darme a vuestro único Hijo para que fuese
mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos; os los
ofrezco gustosa, suplicándoos que no me miréis sino a través de la Faz de Jesús y
en su corazón abrasado de amor.
Os ofrezco también todos los méritos de los santos (los que están en el cielo y
en la tierra), sus actos de amor y los de los santos ángeles; por último, os ofrezco,
¡oh Trinidad Bienaventurada!, el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi
Madre querida; a ella le confío mi ofrenda, rogándole que os la presente. Su divino
Hijo, mi Esposo amadísimo, en los días de su vida mortal, nos dijo: “Todo lo que
pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá”. Estoy, pues, segura que
escucharéis mis deseos; lo sé, ¡oh, Dios mío!, cuanto más queréis dar, más hacéis
desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y os pido confiadamente que
vengáis a tomar posesión de mi alma. ¡Ah!, No puedo recibir la sagrada comunión
con la frecuencia que deseo; pero, Señor, ¿no sois vos Todopoderoso?...
Permaneced en mí, como en el tabernáculo, no os alejéis nunca de vuestra pequeña
hostia...
Quisiera consolaros de la ingratitud de los malos y os suplico que me quitéis la
libertad de disgustaros; si por debilidad, caigo alguna vez, que inmediatamente
vuestra divina mirada purifique mi alma, consumiendo todas mis imperfecciones,
como el fuego, que todo lo transforma en sí...
Os doy gracias, ¡oh, Dios mío!, por todos los favores que me habéis concedido,
en particular por haberme hecho pasar por el crisol del sufrimiento. En el último
día, os contemplaré con alegría, llevando el cetro de la cruz. Puesto que os habéis
dignado darme en lote esta cruz preciosa, espero parecerme a vos en el cielo y ver
brillar sobre mi cuerpo glorificado los sagrados estigmas de vuestra Pasión...
Después del destierro de la tierra, espero ir a gozar de vos en la Patria, pero no
quiero amontonar méritos para el cielo, sólo quiero trabajar por vuestro amor, con
el único fin de complaceros, de consolar a vuestro Sagrado Corazón y de salvar
almas que os amen eternamente.
En la tarde de esta vida, compareceré delante de vos con las manos vacías, pues
no os pido, Señor, que contéis mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas
a vuestros ojos. Quiero, por eso, revestirme de vuestra propia Justicia, y recibir de
vuestro amor la posesión eterna de vos mismo. No quiero otro trono y otra corona
que a Vos, ¡oh Amado mío!
A vuestros ojos el tiempo no es nada, un solo día es como mil años; podéis,
pues, prepararme en un instante, a comparecer delante de vos...
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”