I Domingo de Adviento, Ciclo C
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
DOMINGO
Lecturas bíblicas
a.- Jr. 33, 14-16: Suscitaré a David un vástago legítimo
Este pasaje del profeta posee dos ideas fundamentales: la reconstrucción de la
dinastía davídica y la del sacerdocio levítico. Luego del destierro, los israelitas no
tuvieron rey hasta la época de los Asmoneo, y el sacerdocio levítico ya no poseía la
importancia que había tenido en el pasado. Los fieles yavhistas esperaban ansiosos
la llegada de la restauración de dichas instituciones. El autor recoge textos
proféticos para confirmar que la promesa de Yahvé sobre la dinastía de David y la
perennidad del sacerdocio levítico estaba en pie y que algún día se cumpliría; por
eso este pasaje está puesto en el libro de la consolación de Jeremías. Yahvé
suscitará de la dinastía davídica, un retoño que obrará según su justicia, haciendo
prosperar su reino, de forma que llevará el nombre de Yahvé, nuestra justicia
(v.16), porque en esa nueva teocracia, prevalecerá la equidad, cimentada en los
derechos de Dios. Confirmará “la buena palabra” (v.14), es decir, la promesa sobre
la restauración hecha a la casa de Israel, como a la casa de Judá (cfr. Jr.23,6). Pero
sabemos, que la promesa se comenzará a desplazar en su cumplimiento en Judá y
Jerusalén, reino del sur. “En esos días suscitaré” (v.15), se refiere a los tiempos
mesiánicos, anhelados de todos, y por ellos, son los días por excelencia de Dios.
Proclamación solemne, en boca de los profetas, que busca llamar la atención sobre
este tiempo objeto de todas las esperanzas de Israel. “El renuevo de justicia” o
germen justo (v.15; cfr. Jr. 23,5-6), en la mente del profeta es un personaje ideal
de la dinastía de David, el renuevo de la casa de Jesé, la casa de David. Él
implantará el derecho, hará justicia, velará por los derechos de Dios sobre la tierra
(v.15), Isaías lo había llamado Emmanuel, nombre del Mesías, Dios con nosotros,
designaba la protección de Dios sobre su pueblo (cfr. Is.7,14). Con este renuevo de
justicia, se anuncia la permanencia del sacerdocio levítico que tuvo su momento
importancia después del destierro, pero que desapareció con la caída de Jerusalén,
lo mismo que había caído la dinastía davídica con el destierro babilónico. ¿Cómo se
cumplió la promesa de Yahvé sobre la dinastía de David y el sacerdocio? Todo se
cumplió en Cristo Jesús, el Mesías. Es descendiente de David, inauguró un Reino de
justicia, Cristo es verdadero Rey muy superior a lo profetizado por Jeremías. El
sacerdocio levítico, era preparación del gran sacrificio eucarístico de la Cruz, que
ofreció Jesucristo al Padre, por la salvación del mundo.
b.- 1Tes. 3,12-4,1-2: Que el Señor os fortalezca interiormente, para cuando
Jesús vuelva.
Este pasaje está caracterizado por la acción de gracias, que hace el apóstol por las
buenas noticias traídas por Timoteo, y la petición. Lo que alegra a Pablo, es que la
comunidad sigue el camino de la vida cristiana, sintetizada con los términos de fe y
amor, con firmeza a pesar de las dificultades (cfr.1Tes.2,12); y recuerdan a Pablo y
su mensaje. La acción de gracias a Dios, se extiende e incorpora el deseo que la
vida cristiana de sus destinatarios crezca, se consolide todavía más, en un
dinamismo de crecimiento cuyo final sólo es la parusía del Señor. Los cristianos,
han de ir progresando hacia ese final glorioso, sin darse por satisfechos con lo
alcanzado. Con los que se comprende la realidad escatológica de Pablo: los
tesalonicenses ya están en el Señor, pero deben seguir progresando, porque no han
llegado al final de la carrera, en lo personal como en comunidad. Si bien Pablo
apunta a la vida eterna, su mirada se pone, también en la conducta individual, y
colectiva en cuanto a la vivencia de la caridad, vivida dentro de la comunidad y con
todos los hombres (cfr. Gál.6,10). Esos “corazones” santificados (v.13), de los que
habla el apóstol, se traduce como interioridad, afectividad, es decir, la persona toda
entera, cuya vida de santidad culminará en la parusía de Jesús con todos sus
santos, ángeles y los salvados que lo acompañarán. Las veces que el apóstol llama
a Jesucristo, “el Se￱or”, tiene resonancias no s￳lo teol￳gicas en sus comunidades,
sino sobre todo personales
c.- Lc. 21, 25-28. 34-36: Se acerca vuestra liberación.
El evangelio posee dos secciones: la primera nos habla de las catástrofes cósmicas
y la manifestación gloriosa del Hijo del Hombre (vv. 25-28), y la segunda se refiere
a estar atentos, preparados para la segunda venida de Jesús (vv. 36-38). De las
predicciones del tiempo final, se pasa a los acontecimientos que vendrán, la caída
de Jerusalén y el tiempo de los gentiles (cfr. Lc. 21, 20.24). En la primera parte, el
lenguaje llamado apocalíptico, donde el uso de imágenes, no ha de opacar el
mensaje global: el mundo no es eterno, tendrá un fin, que coincide, con la venida
de Jesucristo a juzgar a vivos y muertos. El Señor Jesús viene con poder y gloria
(vv. 25-28). El final de la historia, primera parte del texto evangélico, presenta las
imágenes que no quieren señalar sino la relatividad e inestabilidad del mundo
creado, que algún día tendrá su fin. Se anuncian grandes acontecimientos
cósmicos, trastornos en el universo en el firmamento (v.25; Mc. 13,24); en la
tierra, la gente se verá presa de la angustia y el terror (v.26), el mar mostrará sus
fuerzas caóticas. ¿A que sujetarse cuando las fuerzas del universo tambalean?
Mientras a los gentiles los invade el miedo, la angustia, el cristiano, sabe que son
señales que Él viene, conoce su significado por la palabra de Jesús. El pánico
consume a los gentiles, los cristianos viven esa hora con gozosa esperanza. Lo
importante es la venida del Se￱or; se usa la expresi￳n, “Hijo del Hombre” (v. 27),
tomada del profeta Daniel; las señales que son de antigua data (cfr. Dn. 7,13;
Is.13, 9s; 34,4s; Ez. 32,7s). Con estas imágenes del trastorno del universo a la
venida del Hijo del Hombre, sirve precisamente para presentar el poder que Dios le
ha dado sobre el cielo y la tierra, momentos de respeto de dichas fuerzas y
sobrecogimiento. Entonces se hará visible el Hijo del Hombre (v. 27). Los ojos de
todos lo podrán contemplar, seguros que es ÉL. Viene en una nube, que es el carro
de Dios, se manifiesta con poderío y majestad, se manifiesta con poderío y
majestad porque tiene participación en el señorío de Dios. Viene ya no con
debilidad como en su manifestación terrena, sino con la grandeza y gloria de su
exaltación. Cuando estas señales se presenten es tiempo de levantar la cabeza,
porque el tiempo de opresión de los gentiles ha terminado, cesan las persecuciones
la Iglesia sufriente ahora es exultante (cfr. Lc.1,68). Es el tiempo de recoger lo
sembrado en la misión evangelizadora, la Iglesia adquiere su plenitud. Y definitiva
liberación.
La segunda parte del evangelio, nos exhorta a la vigilancia; está cercano el día y es
necesario estar despiertos, ante su inesperada venida del Señor. Será como un lazo
en que cae un ave descuidada, ese día es día de Juicio, se decide el destino final,
liberación y de condenación. La crápula y la embriaguez, embotan el corazón del
hombre; corazón que es la sede de las decisiones importantes en lo moral y
religioso, más aún, por ello debe ser libres de vicios, para disponerse a las
realidades escatológicas (cfr. Rm.13, 12s). Cuando venga, pedirá cuenta a fieles e
infieles (cfr. 12,41-48; 19,12-27; Mt. 24, 42). La vida del cristiano debe estar
caracterizada en espera del Señor y la prontitud para recibirlo. A la vigilancia está
unida la oración; quien ora está atento, muy unido a la celebración eucarística (cfr.
Ef.6, 18; Col. 4,2; 22,15). ¿Podremos comparecer seguros ante el Juez, mediante
la oración y la vigilancia? Termina sus palabras en el templo, mencionando la
venida del Hijo del Hombre, ahora se dirige a su pasión, para volver como Hijo del
Hombre sentado a la diestra de Dios, como lo anuncia ante el Sanedrín (cfr. Lc. 22,
69). Su venida en gloria, es porque se le ha concedido todo poder, su evangelio es
verdadero, garantizadas sus promesas y sus advertencias. Su camino como el del
pueblo va del templo a su pasión y a de ahí su dolorosa pasión para subir
Resucitado a la diestra del Padre.
La Santa Madre Teresa de Jesús, nos invita a prepararse momento del Juicio, en la
oración, donde la verdad y el amor han de darle impronta a ese diálogo de amor
con Dios. “Qué será el día del juicio, cuando esta Majestad nos mostrará claramente
y veremos las ofensas que hemos hecho?” (V 40,11).