EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos
serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los
astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de
gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está
por llegarles la liberación".
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las
preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de
ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Comentario del Evangelio por:
Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense
Segundo sermón para el Adviento, 2-4; PL 185, 15-17
”Estad preparados, porque a la hora en que menos penséis vendrá el Hijo
del hombre.” (Lc 12,40)
Esperamos el aniversario del nacimiento de Cristo. Según la promesa del Señor,
lo veremos pronto. La Escritura espera de nosotros una alegría espiritual tal que,
elevándonos por encima de nosotros mismos, salte de gozo al salir al encuentro del
Señor...Incluso antes de su llegada, el Señor viene a vosotros. Antes de
manifestarse al mundo entero viene a vosotros en una visita íntima, porque ha
dicho: “No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.” (Jn 14,18)
Verdaderamente hay una venida del Señor frecuente e íntima, según el mérito y
el fervor de cada uno, que durante este período intermedio entre su primera
venida y su vuelta el último día nos configura a la primera y nos prepara a la
segunda. Si el Señor viene a nosotros ahora es para que su primera venida no
quede inútil y la última no sea la venida de su cólera. Por su venida actual, en
efecto, se pone a reformar nuestro orgullo según el ejemplo de su humildad en la
primera venida y, luego, a reformar nuestro cuerpo humilde a la imagen del cuerpo
glorioso que nos mostrará a su vuelta. Por esto debemos implorar con todas
nuestras fuerzas y pedir con fervor esta venida intermedia que nos da la gracia de
la primera venida y nos promete la gloria de la última...
La primera venida fue humilde y escondida, la última será esplendorosa y
magnífica. La venida de la que hablamos está escondida, pero es igualmente
magnífica. Digo “escondida”, no porque sea ignorada por aquel en quien tiene
lugar, sino porque se realiza en el secreto del alma... Llega sin ser visto y se aleja
sin que uno lo perciba. Su presencia es luz del alma y del espíritu. En el alma se ve
al invisible y se conoce al incognoscible. Esta llegada del Señor traspone al alma de
quien la contempla en una dulce y dichosa admiración. Entonces, del fondo del
hombre brota el grito: “Señor ¿quién se compara a ti?” (Sal 34,10) Lo saben
quienes han experimentado su venida y, quiera Dios, que los que no lo hayan
experimentado puedan experimentar el deseo de su venida.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”