Comentario al evangelio del Lunes 03 de Diciembre del 2012
Comenzamos esta Primera Semana de Adviento haciendo honor a la fe de este Centurión que ruega a
Jesús por la curación de su criado. El centurión que humildemente pide, el centurión que reconoce el
poder no-violento de Jesús, el centurión que manifiesta una fe tan grande que Jesús se admira y la pone
como ejemplo para los propios judíos. Concluye el pasaje afirmando universalidad de la Buena
Noticia. Qué mejor contexto para celebrar la fiesta de San Francisco Javier, un misionero.
Hace 450 años que murió a las puertas de la inmensa China. ¿Quién no ha visto alguna vez
representada la obra de Pemán "El divino impaciente"? Recordemos aquellos versos del final:
"¡Morirse viendo las costas
de China que eran mi anhelo,
sin entrar en ella, como
Moisés murió en el desierto,
con la tierra prometida,
que era todo su deseo,
tan cerca de sus miradas
y de sus manos tan lejos!".
En cienrta ocasión el P. General de los jesuitas les escribía: "una cultura sin héroes olvida, con
perjuicio propio, la deuda que cada generación contrae con los que encarnaron lo mejor de las etapas
precedentes y nos sirven de inspiración para afrontar nuevos desafíos y de modelos para imitar". Estas
fiestas nos ayudan a no olvidar, a recuperar lo mejor de nosotros mismos en aquellos hombres que,
siendo sencillos, habían recibido la revelación de Dios y eran capaces de ver siempre más allá de ellos
mismos. Y no sólo de ver sino de tocar, hasta llegar a conseguir que sus deseos fueran más allá de sus
mismas posibilidades: "tan cerca de sus miradas / y de sus manos tan lejos".
Rafael Briega , un mártir claretiano de Barbastro , tuvo también el mismo sueño, misionar en China. A
la hora de morir esa fue su única pena. Había puesto la mirada en China, pero sus manos estaban ya
tocando la eternidad. No era el momento de mirar atrás. Gracias Señor por permitirnos soñar e
invitarnos a construir un mundo en el que la paz, la justicia, el amor serán patrimonio común de toda la
familia humana.
Vuestro hermano en la fe
Fernando González
Fernando González