I Semana de Adviento
Martes
Isaías anuncia que vendrá Jesús a traernos la paz: “Bienaventurados
los ojos que ven lo que vosotros veis…”
En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo,
exclamó Jesús: - «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los
entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque
así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie
conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.» Y volviéndose a
sus discípulos, les dijo aparte: -«¡Dichosos los ojos que ven lo que
vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon
ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo
oyeron»” (Lucas 10,21-24).
1. -“ Jesús manifestó un extraordinario gozo al impulso del
Espíritu Santo y dijo:... Esto sucedió en presencia de sus discípulos
que regresaban de una misión apostólica y querían hablarle sobre el
trabajo que habían hecho”. Trato de imaginarte, Jesús, " en un gozo
exultante ", dichoso, radiante. Todo ello aparece en tu rostro, en tus
gestos, en el tono de tu voz. Proviene del interior, es profundo... procede
del Espíritu Santo que habita en ti. Ese Espíritu que nos ha sido dado
también a nosotros, que tú nos ha dado.
Jesús, me gusta verte exultar dando gracias al Padre por los sencillos
y los humildes que confían plenamente en Dios. Ayúdame a ser de los
tuyos, y no de los sabios y prudentes que no aceptan tu palabra porque se
consideran autosuficientes. Esta predilección del Padre por los pobres y los
pequeños es una constante en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Que no
sea yo de los que creen saberlo todo, tenerlo todo y disponer de todo. En ti,
Señor, se cumplieron nuestras esperanzas. No me gusta alguna película que
han hecho sobre ti, donde se te ve demasiado serio. Me gusta verte con
buen humor como este Evangelio, lleno de esta alegría y de esta sabiduría
del Espíritu. El canto del Magníficat , muestra esta predilección divina por tu
madre María, a quien ha mirado Dios con predilección porque es humilde y
la sierva del Señor, del mismo modo que llenará de sus bienes a los pobres,
y a los ricos los despedirá vacíos.
La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que
saben apreciar el amor que Dios nos tiene, manifestado en los pequeños,
los que salen en el Portal de Belén: pastores, una familia pobre, el buey y la
mula que ha pintado la tradici￳n… En este Adviento quisiera vivir esta
alegría, Señor, aunque ya sé que al mismo tiempo que la traes con tu
venida, se puede decir que «todavía no» está del todo. Por eso, en cada
Eucaristía te tenemos, y también lanzamos una mirada hacia el futuro:
«mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». El
«ven, Señor Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato de la
institución eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis,
proclamáis la muerte del Señor hasta que venga». La esperanza nos hace
mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa y
definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa
(J. Aldazábal).
-“ Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra ”. En la
traducción no se ven otros matices, pues dices también: " yo te bendigo,
Padre ”... Ha sutilizado una formula de "bendición" familiar a los judíos. A lo
largo de la jornada se invitaba a los judíos piadosos a dar gracias a Dios por
todo diciéndole: " Bendito eres Tú por... Bendito Tú eres por ..." Tú
rezabas a menudo esta plegaria. Hablas a su Padre. Le das gracias. Es el
sentimiento dominante de tu alma. Danos, Señor, el sentido de la acción de
gracias, de la alegría de decir "gracias Señor por... y gracias de nuevo
por..." “Yo te bendigo, Se￱or”. He visto gente muy buena, que ante lo
bueno decía “gracias a Dios”, y ante lo que claramente se ve como malo,
también rezan: “bendito sea Dios”.
-“ Lo que has encubierto a los sabios y prudentes, lo has
revelado a los pequeñuelos ”. Dios trabaja en el corazón de cada hombre,
incluso en el de los paganos. He de aprender a contemplar este trabajo de
Dios: a descubrir lo que está haciendo, actualmente, en los que me rodean,
y en mí... para corresponder, para facilitarle, para cooperar. Cada vez que
una persona se supera, hace el bien, sigue la llamada de su conciencia...
debemos pensar que Dios está allí. Ayudar a esta persona a dar "este paso"
adelante es trabajar con Dios, acompañarle.
-“ Los sabios, los prudentes... los pequeñuelos ”... Ahí hay una
clara oposición. Jesús, te pones de parte de los pequeños, de los pobres, de
los ignorantes... frente al desprecio de los doctores de la ley. Conocer a
Dios no es primordialmente una operación intelectual, reservada a una
elite: los "pequeños" pueden descubrir cosas sobre Dios que los sabios no
alcanzan a comprender.
-“ Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo
quiere revelarlo ”. Es la vida de relación divina, de amor y de conocimiento
recíproco.
-“ Todo me ha sido confiado por mi Padre...” Esto evoca la
transparencia de dos personas que no se ocultan nada la una a la otra: es el
"modelo" de todas nuestras relaciones humanas, y de nuestras relaciones
con Dios. ¿Qué llamada hay aquí, para mí, para mis equipos de trabajo o de
apostolado? (Noel Quesson).
A veces parece que ser cristiano sea apartarse del mundo, y “en la
conciencia común, los monasterios aparecían como lugares para huir del
mundo («contemptus mundi») y eludir así la responsabilidad con respecto al
mundo buscando la salvaci￳n privada” (Benedicto XVI). Pero no son eso,
pues la solución no puede ser despreciar ese mundo, el jardín que Dios nos
ha regalado, es de mala educación rechazar un regalo de amor. Y mucho
menos podemos dejar de prestar atención a nuestros hermanos los
hombres, a la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo. Por eso sigue diciendo el
Papa: “Bernardo de Claraval, que con su Orden reformada llev￳ una
multitud de jóvenes a los monasterios, tenía una visión muy diferente sobre
esto. Para él, los monjes tienen una tarea con respecto a toda la Iglesia y,
por consiguiente, también respecto al mundo”. Jesús nos muestra la alegría
que surge de la vida: “ se regocijó Jesús en el Espíritu Santo y dijo: ‘yo
te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra ”, y después de este
éxtasis ante la creaci￳n nos indica el modo de vivir esa alegría: “ porque
escondiste estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado
a los pequeñitos ”: nos muestra una sabiduría que va más allá de la
materia, y en Cristo entendemos toda la creaci￳n: “ bienaventurados los
ojos que ven lo que vosotros veis ”…
Tenemos, ante tantos que “ quisieron ver lo que vosotros veis, y
no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron ”, una responsabilidad para
con la Iglesia, con la humanidad, con toda la creación; como explica el
Pseudo-Rufino: «El género humano subsiste gracias a unos pocos; si ellos
desaparecieran, el mundo perecería». Y sigue el Papa: “Los contemplativos
–contemplantes– han de convertirse en trabajadores agrícolas –laborantes–
”, en este campo que es el mundo y que espera brazos para la siembra y
para el crecimiento de la cosecha y su recolección. La nobleza del trabajo no
reside en restablecer el Paraíso aquí en la tierra, “pero sostiene que, como
lugar de labranza práctica y espiritual, debe preparar el nuevo Paraíso. Una
parcela de bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los
árboles de la soberbia, se extirpa lo que crece en el alma de modo silvestre
y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el cuerpo y para
el alma”. Es el apostolado, ayudar a muchos a que vean, y ese es el gran
bien que podemos hacer a las almas en nuestro tiempo: “¿Acaso no hemos
tenido la oportunidad de comprobar de nuevo, precisamente en el momento
de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede
lograr ninguna estructuraci￳n positiva del mundo?”. Así, los cristianos son
“luz del mundo”, para que muchos vean.
Para el niño pequeño, sus padres lo son todo: todo lo saben, todo lo
pueden, todo lo arreglan. Si hay algún problema, no hay más que decírselo
a papá o a mamá. Si se desea alguna cosa, hay que pedírsela a papá o a
mamá. Y cómo piden los niños: una y otra vez, sin cansarse, sin analizar las
dificultades que supone conseguir lo que quieren. Veo que tienen dos
características muy propias de la infancia: fe inconmovible en sus padres, y
perseverancia en la petición. Hacerse niños: renunciar a la soberbia, a la
autosuficiencia, reconocer que nosotros solos nada podemos, porque
necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a
caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse
como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden
los niños.
Jesús, me pides que me haga pequeño en mi vida espiritual. Y ser
pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como
creen los niños, pedir como piden los niños. Ayúdame a tener esa fe rendida
en Ti: que te pida todo lo que me preocupa, todo lo que me gustaría que
ocurriera, pero sabiendo que Tú sabes más. Si no me concedes algo es
porque no me conviene, aunque a mí me parezca algo necesario. Tú eres mi
Padre, me quieres y me cuidas. En Ti me abandono, en Ti pongo mi
esperanza (San Josemaría Escrivá de Balaguer; Pablo Cardona).
2. Isaias, el profeta de la esperanza, anuncia que, a pesar de que el
pueblo de Israel parece un tronco seco y sin futuro (en tiempos del rey
Acaz), Dios le va a infundir vida y de él va a brotar un retoño que traerá a
todos la salvación. Jesé era el padre del rey David. Por tanto el «tronco de
Jesé» hace referencia a la familia y descendencia de David, que será la que
va a alegrarse de este nuevo brote, empezando por las esperanzas puestas
en el rey Ezequías. La «raíz de Jesé» se erguirá como enseña y bandera
para todos los pueblos. Esta página del profeta fue siempre interpretada,
por los mismos judíos -y mucho más por nosotros, que la escuchamos dos
mil años después de la venida de Cristo Jesús- como un anuncio de los
planes salvadores de Dios para los tiempos mesiánicos. El cuadro no puede
ser más optimista. El Espíritu de Dios reposará sobre el Mesías y 1e llenará
de sus dones. Por eso será siempre justo su juicio, y trabajará en favor de
la justicia, y doblegará a los violentos. En su tiempo reinará la paz. Las
comparaciones, tomadas del mundo de los animales, son poéticas y
expresivas. Los que parecen más irreconciliables, estarán en paz: el lobo y
el cordero. Son motivos muy válidos para mirar al futuro con ánimos y con
esperanza.
En un mundo convulsionado como el nuestro, la gran esperanza está
en la salvación y la paz que Jesús viene a traernos, garantizada por la
justicia con los pobres y por la experiencia de Dios.
3. El Salmo 71 expresa hoy en la liturgia que el Rey que esperamos
hará justicia a los pobres y librará al que no tiene protector: « Que en sus
días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Regirá a su
pueblo con justicia y a los humildes con rectitud. En sus días
florecerá la justicia y la paz, dominará de mar a mar; del gran río al
confín de la tierra… Librará al pobre que clamaba, al afligido que no
tenía protector, se apiadará del pobre y del indigente y salvará la
vida de los pobres ». En esta línea hoy pedimos: « Perdona los pecados
de tu pueblo y danos la salvación ».
Llucià Pou Sabaté