I Semana de Adviento
Miercoles
Jesús sigue curando a muchos, y multiplica los panes… lo que le ofrecemos,
nos lo multiplica con su generosidad
«Después que Jesús partió de allí, vino junto al mar de Galilea,
subió a la montaña y se sentó. Acudió a él una gran multitud
llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos
enfermos, y los pusieron a sus pies y los curó; de tal modo que se
maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y quedar sanos
los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos, por lo que
glorificaban al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y dijo: Siento profunda compasión por
la muchedumbre, porque hace ya tres días que permanecen junto a
mi y no tienen qué comer; no quiero despedirlos en ayunas no sea
que desfallezcan en el camino. Pero le decían los discípulos: ¿De
dónde vamos a sacar; estando en el desierto, tantos panes para
alimentar a tan gran multitud? Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes
tenéis? Ellos le respondieron: Siete y unos pocos pececillos.
Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomó
los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los
fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron
todos y quedaron satisfechos. De los trozos sobrantes recogieron
siete espuertas llenas” (Mateo 15,29-37).
1. –“ Muchas gentes fueron a Jesús llevando consigo cojos,
ciegos, baldados, mudos y otros muchos enfermos”. He ahí la pobre
humanidad que corre tras de Ti, Señor. Jesús, tu atención va en primer
lugar hacia éstos: los que sufren, por los pobres, por los enfermos. En este
tiempo de Adviento, propio para reflexionar sobre la espera de Dios que se
encuentra en el corazón de los hombres, es muy provechoso contemplar
esta escena: " Jesús rodeado... Jesús acaparado... Jesús buscado”...
por los baldados, los achacosos .
-“ Y los pusieron a sus pies y El los curó”. Es el signo de la venida
del Mesías: el mal retrocede, la desgracia es vencida. ¿Es éste también el
signo que yo mismo doy siempre que puedo? ¿Procuro también que el mal
retroceda? Y mi simpatía, ¿va siempre hacia los desheredados? Mi plegaria
y mi acción ¿caminan en este sentido?
-“ Entonces la multitud estaba asombrada... y glorificaron a
Dios”. La venida del Señor es una fiesta para los que sufren. Cuando Dios
pasa deja una estela de alegría. ¿Me sucede lo mismo cuando trato de
revelar a Dios? Sé muy bien, Señor, que las miserias materiales no suelen
ser aliviadas hoy; quedan muchos baldados, ciegos, achacosos...
Es una de las graves cuestiones de nuestra fe. Quiero creer, sin
embargo, que Tu proyecto es suprimir todo mal. Quiero participar en él...
con la esperanza de que por fin el mal desaparecerá. Y aun cuando
desgraciadamente, las miserias físicas no puedan ser siempre suprimidas,
creo que es posible a veces transfigurarlas un poco.
Señor, da ese valor y esa transfiguración a todos los angustiados.
Jesús, te veo hacer milagros. Nos traes el Reino de Dios, con tus curaciones
(físicas y espirituales, van unidas muchas veces) y quieres traernos el reino
de los cielos, anticipo del cielo. Además de las profecías, hiciste numerosos
milagros:
a. Milagros sobre los espíritus: tanto los ángeles como los demonios
se sometían públicamente a Cristo, como algunos endemoniados
b. Milagros cósmicos, sobre la naturaleza: conversión del agua en
vino, pescas milagrosas, apaciguamiento de la tempestad, multiplicación de
los panes, caminar sobre las aguas, pez con moneda en el interior, la
higuera maldita que inmediatamente se seca… tiene pleno poder sobre toda
la creación. También veremos la estrella que guía a los Magos hasta Belén,
las tinieblas que rodearon el Calvario durante la crucifixión, el terremoto
que acompaña la Resurrección de Cristo.
c. Milagros sobre personas. Muchos son de orden moral, como
perdonar los pecados, y otros son físicos, como resurrecciones, curaciones y
milagros “de majestad” (se someten a su autoridad los mercaderes del
templo, o cuando quieren despeñarlo en Nazaret, o la transfiguración o la
caída de los enemigos en Getsemaní).
Sólo Dios puede hacer milagros, y tú, Jesús, los hacías con tu propio
poder, salía de ti un poder que sanaba a todos (Lc 6,19). Con esto se
muestra, dice San Cirilo, que “no obrara con poder prestado”. El dedo de
Dios está aquí (Ex 8,14).
Señor, te vuelcas con nosotros: “ Siento profunda compasión por
la muchedumbre ”. Contemplo este sentimiento tan humano en tu corazón
de hombre y en tu corazón de Dios. Hoy todavía Jesús nos repite que se
apiada y sufre con los que sufren.
-" No tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no
sea que desfallezcan en el camino... ¿Cuántos panes tenéis?...” El
Señor nos invita a prestar atención al grave problema del hambre. Los que
hoy tienen hambre. Todas las hambres: el hambre material, el hambre
espiritual. Por eso quieres, sobre lo que tenemos, hacer tu obra. Y les
preguntas a todos aquellos, ambientos: “ ¿Cuántos panes tenéis?
-“ Siete panes y algunos pececillos...” Es de este "poco" que va a
salir todo. Siete panes no es mucho para una muchedumbre. Es en el
reparto fraterno que se encuentra la solución del hambre y en el amor
siempre atento a los demás. Jesús multiplica. Pero ello ha tenido un primer
punto de partida humano, modesto y pequeño. A pesar de ver cuán
insuficientes son mis pobres esfuerzos, ¿no debo, sin embargo, hacer ese
esfuerzo? Señor, he aquí mis siete panes, ¡multiplícalos! (Noel Quesson).
Jesús, si con mis siete panes -mis pocas virtudes, mi torpe
inteligencia, mi débil voluntad- Tú quieres ayudar a los demás, tómalos. Es
lo que tengo: tuyos son.
“¿Qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la Iglesia?
Ciertamente, la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena y
recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios;
aquel un bocado, tú la vida eterna. Da al indigente y merecerás recibir de
Cristo, ya que Él ha dicho: «Dad y se os dará». No comprendo cómo te
atreves a esperar recibir si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la
iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras
posibilidades" (San Cesareo de Arles).
La vida es como un eco, se me vuelve (aumentado) aquello que doy…
Puedo ir a visitar a un pariente enfermo, o a alguna persona que está sola.
Ayúdame Jesús a tener un corazón grande como el tuyo, capaz de
compadecerme de las necesidades materiales o morales de los demás.
2. Isaías nos dice que el Señor, Dios del universo, preparará, sobre
su montaña, un banquete de manjares muy condimentados y de vinos
embriagadores, un banquete de platos suculentos y de vinos depurados...
En aquellos pueblos orientales el banquete forma parte del ritual de
entronización de los reyes. La fastuosidad de ellos eran el signo del poder
de un rey, y el modo de celebrar una victoria. También nosotros festejamos
nuestras alegrías en familia con una comida más exquisita. Para anunciar
los tiempos mesiánicos, Dios anuncia que será el anfitrión de su propia
mesa. Jesús hizo de la comida el signo de su gracia.
¿Me doy cuenta de que en la eucaristía Dios me recibe en su propia
mesa? ¿Es una comida gozosa, una fiesta? ¿Tengo algo a conmemorar o a
celebrar cuando voy a misa? ¿Valoro la acción de gracias?
-“ Para todos los pueblos... sobre toda la faz de la tierra...” Ese
universalismo, es sorprendente para aquella época. Un Mesías no reservado
exclusivamente al pueblo de Israel, que salva a toda la humanidad.
-“ Apartará de los rostros el velo que cubría todos los pueblos y
el sudario que envolvía las naciones”. Destruirá la muerte para
siempre. Dios celebra una victoria al invitarnos a ese festín de victoria sobre
la «muerte». La muerte, la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso,
el gran absurdo, es el enemigo, símbolo de la fragilidad y del sufrimiento.
Es también la gran objeción que hacen los hombres a Dios: si Dios existe,
¿por qué hay ese mal? Debemos escuchar la pregunta y también la
respuesta de Dios. Hay que darle tiempo, saber esperar su respuesta: « El
Señor quitará el sudario que envolvía los pueblos ». ¡Tal es su
promesa, su palabra de honor! « El Señor destruirá la muerte para
siempre .» Tal es la buena nueva de Jesucristo. Comenzada en Jesucristo y
celebrada en cada misa. Cada eucaristía, ¿es para mí una comida de victoria
sobre la muerte? Proclamamos tu muerte, Señor, celebramos tu
resurrección.
-“ El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”. ¡Lo ha
prometido! Dios... enjugará... las lágrimas... de los rostros de todos los
hombres! ¡Señor, cuán reconfortante será ese día! Lo espero en la Fe y, en
la espera de ese día procuraré consolar algunas lágrimas del rostro de mis
hermanos.
-“ Se dirá aquel día: ¡Ahí tenéis a nuestro Dios, en El
esperábamos y nos ha salvado... exultemos, alegrémonos, porque
nos ha salvado!” La muerte no es el final del hombre, no es su fin. El fin
es la exultación, la alegría, la salvación. Esto es lo que Dios quiere, lo que
Dios nos ha preparado (Noel Quesson).
3. El salmo prolonga la perspectiva con la imagen del Pastor divino
que nos hace participar de su mesa: nos lleva a pastos verdes, repara
nuestras fuerzas, nos conduce a beber en fuentes tranquilas, nos ofrece su
protección contra los peligros del camino. " Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida ». Nos ha ungido con su
Espíritu Santo y por la Eucaristía nos da su comida de Vida para ir con él a
su Casa por años sin término.
Llucià Pou Sabaté