¿CONVERTIRNOS? ¿Y POR QUÉ? ¿Y DE QUÉ?
Padre Javier Leoz
1.- Algo bueno debemos de tener los hombres, cuando Dios, quiso nacer y hacerse
hombre. Y ¡qué confianza tiene en nosotros Dios, cuando –desde siglos y siglos- ha
querido contar para su obra, con la colaboración del ser humano!
Juan Bautista, este domingo y el próximo, centra nuestra atención. La Historia de la
Salvación no es cosa exclusiva de Dios. Si, El quisiera, por supuesto que la podría
llevar a cabo en cuestión de horas, en décimas de segundos. Pero, Dios, sabe y
quiere trabajar en equipo.
¡Hacen falta colaboradores! Solemos leer con frecuencia a la puerta de muchas
iglesias. Juan Bautista representa a todo aquel que sabe y quiere trabajar con Dios
y con Jesús, sin confundir ni perder los papeles.
El Bautista fue puesto en la antesala de la misión de Jesús. Pero nunca pretendió ni
luch￳ por el sill￳n de su Se￱or. ¡Cuántos “Juanes” necesita la iglesia y hasta el
mundo mismo! Al contrario que el Bautista, nosotros, nos creemos más que nadie.
Nos cuesta doblegarnos, ya no para soltar los cordones de las sandalias del que
viene, sino –incluso- para ayudar o ceder un asiento al que más lo necesita.
Juan vivió de una forma impresionante el adviento. La Palabra de Dios vino sobre
él, y cuando la Palabra sopla con fuerza, cambia la vida de las personas y, también,
la de aquellas que rodean al iluminado por la Palabra.
Juan intuía que algo iba a ocurrir. Que el Mesías andaba cerca. Que había que
apresurarse para que, cuando el Señor llegase, encontrase los caminos de las
personas, los rincones de corazones, la claridad de las conciencias y la vida de los
pueblos de aquellos tiempos, a punto: sin baches, sin precipicios peligrosos que
entorpecieran la entrada del Señor. Unos le creían. Otros lo maldecían. Unos le
admiraban y otros… le odiaban.
2. La historia se repite. Hoy como entonces, la Iglesia, es ese Juan que –a los
cuatro vientos- anuncia por activa y por pasiva y hasta la saciedad: ¡convertíos,
viene el Señor!
¿Convertirnos? ¿De qué? ¿Y por qué? Rebate el hombre que huye de desiertos o de
saltamontes y que prefiere rascacielos o merluza a la romana. ¡Pues sí!
Convertirnos de los caminos equivocados. Convertirnos de los corazones
endurecidos por el paso del tiempo. Convertirnos de la insensibilidad que nos
impide contemplar, por la oración y en la vida ordinaria, a Dios.
Unos verán la salvación de Dios. Otros se quedarán mirando al sin sentido de los
adornos navideños. Unos seguirán pensando que somos unos ilusos. Otros se
abrirán a la fe
Como el nacimiento de Juan Bautista entonces, nuestro nacimiento y nuestra
misión, entra y está en los planes de Dios para seguir empleándonos a fondo en la
Historia de la Salvación.
Y, el momento que estamos viviendo, es la etapa que Dios nos tenía asignada.
Miremos lo que nos rodea de otra manera; pongamos ilusión en nuestro trabajo;
sembremos con fe lo que llevamos entre manos; demos un margen a Dios. Si Él
nos ha llamado a vivir en este tiempo es porque “algo nuevo” se está cociendo sin
que nuestros ojos lo vean o nuestros sentidos lo perciban.
Llega la Navidad. ¿De qué caminos tenemos que volver? ¿Qué senderos tenemos
que rectificar en nuestra forma de ser, pensar y actuar?
Que este Año de la fe sirva para saber que, el Señor, viene y, por El, merece la
pena esforzarse en el arreglo de los caminos de nuestra vida.
3.- ¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y que te sirvas de mí, para anunciar tu llegada
Y que me concedas la humildad, para saber que no soy sino tu siervo
Y que me hagas ver los signos de tu llegada
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y colaborar contigo para que, tu Reino, sea una pronta realidad
Y que venga tu Palabra sobre mí y me empuje a proclamarla
Y que, sin miedo al que dirán, anuncie y denuncie lo que falta en el mundo
Y que, sin miedo a la prueba, anuncie y denuncie lo que sobre en el mundo
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y que viva este momento, como un momento de gracia
Y que viva mi vida, como una llamada a darme por los demás
Y que viva mi existencia, como un pregón de esperanza
Y que viva mis días, sabiendo que Tú –tarde o temprano- llegarás
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Y ser un heraldo, aunque sea minúsculo, de tu presencia
Y ser un heraldo, aunque sea insignificante, de tu llegada
Y ser un heraldo, aunque me asalten las dudas, de tu grandeza
Y ser un heraldo, aunque me cueste el desierto, de tu nacimiento
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Rescatando, de los caminos perdidos, a los que andan sin esperanza
Levantando, de los caminos torcidos, a los que cayeron abatidos
Alegrando, de los caminos melancólicos, a los que dejaron de sonreír
Recuperando, de los caminos confundidos, a los que creyeron tenerlo todo
¡QUIERO SER COMO JUAN, SEÑOR!
Un constructor de sendas para los que te busquen
Un arquitecto de autopistas para los que te deseen
Un elevador de puentes, para los que te quieran encontrar
Un ingeniero de pistas, para los que quieran vivir contigo