II DOMINGO DE ADVIENTO C
(Baruc 5:1-9; Filipenses 1:4-6.8-11; Lucas 3:1-6)
Es el año 1938. Cada noche la gente se acude a la radio para escuchar las noticias.
Un domingo en octubre un programa causa gran alarma. El locutor dice que han
llegado los marcianos para destruir la tierra. Sigue por contar que después de
aterrizar en Nueva Jersey, los extraterrestres aniquilaron la milicia estatal y ya
están en marcha a Nueva York. Con palabras tan inquietantes Juan Bautista llama
la atención del pueblo judío en el evangelio hoy.
Juan predica que el Señor vendrá pronto para cerrar la historia. Según él, está
encima el funesto Día del Señor en que se les juzga a todos. Es cómo nosotros
vemos la muerte. Sea en el año próximo o sea en setenta años, todos tendremos
que hacer cuentas de nuestras acciones.
Pero siempre hemos tratado de ser fieles. Estamos en la misa hoy, y mañana,
como buenos ciudadanos, iremos al trabajo. Sí, es cierto que no somos malvados.
Sin embargo, la verdad es que nos hemos hecho flojos, al menos un poco.
Estamos dados a chismear y a veces aun hacer mentiras. Con el pretexto de cuidar
a nuestras familias hemos desconocido las necesidades de la viuda con cuatro hijos.
Por eso, ya es tiempo para poner pilas a corregir nuestras faltas. En la lectura Juan
se compara con el profeta Isaías que urge la reforma de la vida desde el desierto.
Isaías anticipa al Señor para rescatar a Israel de la opresión. Sus antepasados
fueron traídos a un lugar extranjero. Allí han quedado por tres generaciones como
la burla de los gentiles por sus costumbres religiosas. Es como sentimos cuando se
nos ríen por rechazar los placeres desordenados. No vamos a ver la pornografía
que se nos mande por el Internet. Mucho menos vamos a visitar a las prostitutas a
pesar de que nos dicen que nadie lo sabrá. Ni vamos a alardear de nuestros hijos
en la faz de la vecina cuyos hijos han tenido problemas. Mucho menos vamos a
cubrir los fracasos de nuestros familiares con mentiras.
También Adviento es tiempo de sueños. Soñamos con que aparecería una sociedad
donde reina la paz. Isaías ve senderos rectos pasando por montañas rebajadas
para facilitar el regreso de los judíos a su tierra. Nosotros vemos leyes protegiendo
la vida de la concepción natural y escuelas coordinando los esfuerzos para lograr la
excelencia. Por supuesto, los sueños nos conducen a actos para realizar, al menos
en parte, los objetivos. Una mujer busca apoyo para los testigos de la vida delante
de la clínica de aborto cada viernes en la mañana. Una pareja está planeando un
viaje a las Filipinas donde van a ver la graduación de la joven que ha patrocinado
por años a través de la Fundación Cristiana para los Niños y Ancianos.
Este miércoles celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Ella
concuerda bien con las grandes figuras de Adviento. Como Juan Bautista ella llama
la atención a la venida del Señor Jesús, particularmente a las Américas. Como el
profeta Isaías ella sueña de un pueblo donde se cuidan las necesidades de viudas.
Como los dos, ella urge que nos pongamos en marcha para realizar la excelencia en
familias y la sociedad. Ella urge que formemos una sociedad de la excelencia.
Padre Carmelo Mele, O.P.