EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la primera semana de Adviento
Libro de Isaías 25,6-10.
El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un
banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares
suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados.
El arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a todos los pueblos, el paño
tendido sobre todas las naciones.
Destruirá la Muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los
rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho
él, el Señor.
Y se dirá en aquel día: "Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación:
es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su
salvación!".
Porque la mano del Señor se posará sobre esta montaña, pero Moab será pisoteado
en su suelo, como se pisotea la paja en el estercolero.
Salmo 23(22),1-3.3-4.5.6.
Salmo de David.
El señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
Evangelio según San Mateo 15,29-37.
Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se
sentó.
Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y
muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.
La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban
curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos
glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque
hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en
ayunas, porque podrían desfallecer en el camino".
Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado
bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?".
Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos
pescados".
El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo;
después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los
discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete
canastas.
Comentario del Evangelio por:
Papa Benedicto XVI (1927-)
Homilía para el Congreso Eucarístico Italiano del 29/05/2005, (trad. ©
copyright Librería Editrice Vaticana rev.)
La Eucaristía, el sacramento del mundo renovado
Queridos amigos... debemos redescubrir la alegría del domingo cristiano.
Debemos redescubrir con orgullo el privilegio de participar en la Eucaristía, que es
el sacramento del mundo renovado. La resurrección de Cristo tuvo lugar el primer
día de la semana, que en la Escritura es el día de la creación del mundo.
Precisamente por eso, la primitiva comunidad cristiana consideraba el domingo
como el día en que había iniciado el mundo nuevo, el día en que, con la victoria de
Cristo sobre la muerte, había iniciado la nueva creación.
Al congregarse en torno a la mesa eucarística, la comunidad iba formándose
como nuevo pueblo de Dios. San Ignacio de Antioquía se refería a los cristianos
como "aquellos que han llegado a la nueva esperanza", y los presentaba como
personas "que viven según el domingo" ("iuxta dominicam viventes"). Desde esta
perspectiva, el obispo de Antioquía se preguntaba: "¿Cómo podríamos vivir sin él, a
quien incluso los profetas esperaron?" (Ep. ad Magnesios, 9, 1-2).
"¿Cómo podríamos vivir sin él?". En estas palabras de san Ignacio resuena la
afirmación de los mártires de Abitina: "Sine dominico non possumus". Precisamente
de aquí brota nuestra oración: que también nosotros, los cristianos de hoy,
recobremos la conciencia de la importancia decisiva de la celebración dominical y
tomemos de la participación en la Eucaristía el impulso necesario para un nuevo
empeño en el anuncio de Cristo, "nuestra paz" (Ef 2, 14), al mundo. Amén.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”