Comentario al evangelio del Martes 11 de Diciembre del 2012
La palabra de Dios permanece para siempre
La imagen que une la profecía de Isaías con el texto evangélico es sin duda la del pastor. La actitud
cuidadora y buscadora de Dios es comparable a la de un pastor con respecto a las ovejas de su rebaño.
La comparación resulta muy elocuente en el ambiente pastoril de la trashumancia. La verdad es que
este símil aparece en un relato vocacional que enmarca el libro de la consolación. La vocación y
misión de este profeta es anunciar la buena noticia de la liberación que Dios va a suscitar. La teofanía
se muestra en la voz que grita y se hace oír y manda gritar al heraldo de Jerusalén. Y la gran buena
noticia es: Dios va a revelar su gloria; Dios se hace presente con poder; el pueblo ha cumplido ya su
servicio, ya ha pagado por sus pecados. Se reafirma que firmeza de la palabra/promesa de Dios frente
al carácter efímero de la vida humana: “Pero la palabra de Dios permanece para siempre”.
El Dios que viene como liberador se parece a un pastor que apacienta su rebaño. Es presentado con
rasgos de ternura “Toma en brazos a los corderos y hace recostar a las madres”. El camino de regreso
del señor guiando a su pueblo tiene que ser reconstruido y diseñado de nuevo; un camino ágil y
cómodo… Así será la vuelta del exilio.
El evangelio retoma la imagen del Dios pastor y buscador de las ovejas perdidas. No quiere que se
pierda ni uno de estos pequeños. Está palabra está dicha a cada uno de nosotros cuando la leemos
personalmente, cuando la celebramos comunitariamente. Es preciso caer en la cuenta de qué es
realmente lo que resuena en mi vida de hoy. ¿La voz que me invita a gritar y ser heraldo de la buena
noticia? ¿El Dios que me cuida como un buen pastor? ¿El camino de la liberación que se va haciendo
para mí más recto y más continuo?
Bonifacio Fernández, cmf