Comentario al evangelio del Miércoles 12 de Diciembre del 2012
Las alas de la esperanza
Escribir la fecha de hoy produce impresión; la impresión de un día único e irrepetible de este año que
está en el último tramo. Uno quisiera grabar esta fecha de alguna manera, retenerla en la memoria. Y,
sobre todo, detener el río del tiempo inexorable.
Esta idea del tiempo veloz e inexorable se conecta con las metáforas con las cuales el deutero-Isaías
explica la fuerza de la esperanza. Los que esperan en el Señor corren sin cansarse, marchan sin
fatigarse. Renuevan sus fuerzas. Les salen alas de águila para volar con energía.
Pero esa fuerza de la esperanza que brota del Dios eterno puede ser tentada. Está sometida a la prueba.
En el tiempo de Isaías lo mismo que en el nuestro. La esperanza puede ser defraudada, aunque no
vencida, gritaba el anciano E.Bloch. ¡Y cómo puede ser defraudada! El fundamento es firme, pero es
transcendente, no se deja ver. Da la impresión de que ha dejado la historia al libre juego de los
hombres. Y eso es motivo de queja para Israel: “Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi
causa”. Dios es santo. Es eterno y poderoso. Es compasivo y misericordioso, colma a los fieles de
gracia y de ternura. Llama a cada cosa por su nombre. Pero lo hace a su modo. No corresponde a
nuestras esperas. No nos libra de las dudas y nos hace padecer su insondable inteligencia.
En contraste con esta imagen de Dios está la imagen de Jesús: soy manso y humilde de corazón.
Aprended de mí. Venid a mí con vuestros agobios y vuestro cansancio de la vida. Yo os aliviaré. Yo
soy vuestro descanso.
Bonifacio Fernández, cmf