Comentario al evangelio del Viernes 14 de Diciembre del 2012
Yo me excuso, tú te defiendes
La generación, destinataria primera del mensaje de Jesús, era muy experta en excusas. Ante la
apremiante palabra de Jesús que urgía a la conversión, bien valía la pena inventar excusas para no
dejarse tocar por el mensaje. La parábola de los niños descontentadizos, que juegan en la plaza y no se
ponen de acuerdo, tematiza este mecanismo de defensa. Uno no está dispuesto a dejarse afectar, y
cualquier razón es buena para justificarse, hasta las razones más peregrinas o ridículas. Si Juan no
come porque no como. Si Jesús come porque come y es amigo de publicanos y pecadores. Todo vale
para engañarse a sí mismo y sacudirse la interpelación de la llamada apremiante.
La fecundidad y el futuro de Israel están ligados a la fidelidad del pueblo a la alianza. La fidelidad a la
alianza es la condición de la vitalidad y fecundidad del pueblo de Israel. Cuando el pueblo de la
promesa se desvía va al fracaso histórico. En cambio, si el pueblo fuera fiel se cumpliría la promesa
hecha a Abrahán. Se menciona el progreso del pueblo: “Sería tu paz como un río, tu justicia como las
olas del mar. La metáfora que compara la descendencia a las arenas de la playa, vuele a aparecer aquí
para referirse al crecimiento del pueblo: “tu progenie sería como arena; como sus granos, los vástagos
de tus entrañas”. La tendencia a sobrevivir en el propio apellido que continúa en los descendientes es
también mencionada en el texto. “Tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí”.
En tiempo de ruptura de la memoria cristiana, en los cuales resulta tan difícil la transmisión de la fe, tal
vez viene a la mente el mismo argumento: “si hubieras atendido a mis mandatos”, sería tu paz como un
río. Parece que pide el cuerpo interpretar que si no generamos nuevos cristianos es porque no somos
buenos. Paralelamente, si no vienen vocaciones a la vida consagrada es porque somos mediocres… No
se puede excluir el argumento. Pero tampoco se puede absolutizar y usar como fuente de culpabilidad.
Lo que corresponde es orar al Padre para que nos haga vislumbrar los caminos de la venida de su reino,
y del avance de la historia hacia la plenitud de la vida.
Bonifacio Fernández, cmf