LA DROGA CRECE
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 2do. domingo de Adviento ciclo C
Estamos caminando el tiempo del Adviento con el prop￳sito de convertirnos y “volver a
Dios”, para celebrar bien la Navidad. En algunas reflexiones anteriores señalaba que para
comprender el Reino que anuncia Jesucristo, el Se￱or, debemos entender el mensaje del “c￳digo
de la cruz”, o bien de la peque￱ez y la humildad. En este tiempo nos preparamos para penetrar
el misterio de Dios desde el pesebre de Belén. Dios se manifiesta en lo pequeño y desde ese
ángulo podemos comprender más el misterio de Dios.
En este segundo domingo de Adviento el Evangelio (Lc. 3,1-6), nos propone la figura de
San Juan Bautista, el precursor del Se￱or. El texto nos dice de Juan: “…como está escrito en el
libro del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Se￱or, allanen sus
senderos… Entonces, todos los hombres verán la Salvaci￳n de Dios”.
El domingo pasado en el inicio del adviento reflexionaba sobre el contenido de la
esperanza cristiana, y que la expresi￳n bíblica y litúrgica “Ven Se￱or Jesús”, no implica que nos
quedemos en la pasividad; esto sería una espera alienante y la esperanza cristiana por el
contrario nos exige comprometernos con el presente y evangelizar nuestra cultura y tiempo. Por
esta raz￳n el documento del a￱o jubilar “Jesucristo Se￱or de la historia” nos decía: “Los
creyentes encontramos en nuestra fe un nuevo motivo para trabajar en la edificación de un
mundo más humano. La esperanza en un futuro más allá de la historia nos compromete mucho
más con la suerte de esta historia. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa empape la
conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos! (16).
El 8 de diciembre celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen
María, fecha tan querida por el pueblo de Dios. En relación a esa celebración habitualmente he
tratado de reflexionar sobre el valor de “la pureza”, especialmente ligada a nuestros jóvenes.
Debemos reconocer que el contexto no los ayuda demasiado. Desde las propuestas consumistas
que bombardean en las programaciones de los medios de comunicación. Hasta problemas que
no solo no terminan de resolverse, sino por el contrario se multiplican gravemente como el
problema de la droga y alcohol.
Sabemos que en algunos lugares han trabajado algunas formas legislativas para cuidar a
nuestros jóvenes y cada tanto se encuentran algunos cargamentos de droga, pero somos
conscientes que “este mundo de la droga” sigue creciendo. También tenemos conciencia que si
esto crece “infernalmente”, es porque hay complicidades… Nos preocupa que cuando tocamos
especialmente este tema que “mata” humanamente a muchos de nuestros j￳venes, quedan
muchos silencios…
La droga no es el único mal que padecen nuestros jóvenes, hay muchos otros males, el
alcoholismo, la promoci￳n de una sexualidad promiscua, incluso en planteos “educativos”…
todo esto fruto de una visión del hombre (varón y mujer) materialista y sin ninguna dimensión
de lo trascendente. Sabemos que el ambiente determina en gran medida la voluntad y la libertad
de aquellos que en la adolescencia empiezan a realizar sus primeras opciones fundamentales.
En este contexto tendremos que acentuar con más fuerza el valor de “la pureza”, como
clave para la vida de nuestros jóvenes y para todas las edades. En nuestras escuelas hoy se ha
logrado introducir un poco más el tema de la ecología, de lo natural, pero lamentablemente no
se introdujo el valor de “la ecología humana”, del respeto y cuidado de nuestra propia
naturaleza humana. Hablar de la pureza de vida, como una opción fundamental parece ir a
contrapelo del consumismo que con tal de ganar plata, no tiene escrúpulos en destrozar a los
niños y jóvenes y la misma dignidad humana. Debemos subrayar que los mismos padres y
educadores como primeros responsables de nuestros jóvenes necesitan ahondar sobre el valor de
la pureza. La pureza es un valor que va más allá de lo sexual. ¡Qué maravilloso y testimonial es
ver la pureza de una anciana, que ha vivido tantas cosas, que ha luchado tanto, que es madre,
abuela y su rostro refleja en medio de sus arrugas, la pureza de vida.
La esperanza cristiana porque tiene a Dios como su meta y absoluto, nos compromete a
trabajar activamente con nuestra historia. Los jóvenes son el presente y el futuro y por lo tanto
todo lo que invirtamos en ellos será un signo de esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas