II Semana de Adviento, Ciclo C.
Viernes
¿A quién se parece esta generación?
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Isaías 48,17-19:
Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te
enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a
mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu
progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu
nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.»
Sal 1,1-2.3.4.6 R/. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,16-19:
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se
parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la
flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado."
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el
Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho,
amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de
Dios.»
II. Oramos con la Palabra
No hay oración para este día.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
¡Si hubieras atendido a mis mandamientos!
El profeta Isaías se lamenta de que el pueblo era rebelde y no había querido
obedecer a Dios. No eligió el camino del bien, sino su propio capricho. Así somos
que muchas veces queremos andar por nuestros propios caminos sin tener en
cuenta a Dios. Y sin embargo Dios nos enseña para nuestro bien y nos guía por
el camino de sus mandatos. Pero muchas veces no hacemos caso de sus
mandatos y nos desviamos del buen camino, pero así nos va la vida cuando nos
apartamos de Dios, no tiene nuestra vida paz y vivimos sin ilusión, sin alegría.
Los que están unidos a Dios, serán como un carbol plantado al borde de la
acequia: da fruto en su sazón, y cuanto emprende tiene buen fin.
Ayer nos decía en la lectura Isaías, «No temas gusanito de Jacob, oruga de
Israel, yo mismo te auxilio» Si Dios mismo nos auxilia como podemos
apartarnos de sus mandatos, que es el mismo amor gratuito.
«El que te sigue Señor tendrá la luz de la vida».
No hacen caso ni de Juan ni del Hijo del Hombre.
¿A quién se parece esta generación? Jesús echa en cara a su generación que no
reciben a los enviados de Dios, ni al Bautista ni a Jesús mismo. Esto ilustra el no
rotundo de su pueblo a Jesús: ni han entendido que Juan era el precursor (Mt
11, 7-15), ni han sabido descifrar las obras de Jesús (Mt 11, 2-6). A pesar que el
anuncio del reino les ha llegado a través de la austeridad de Juan, y la alegría de
Jesús, han rechazado la invitación a convertirse. Jesús se hace eco de los
insultos que le dirigían sus adversarios: comilón... borracho. Para él, sin
embargo, las comidas con los pecadores y la costumbre de no observar el ayuno
eran gestos elocuentes de la presencia del reino de Dios. Cuando critican a Jesús
es porque en el fondo no quieren cambiar. Se encuentran bien como están, y
hay que quitar de en medio como sea al profeta de turno, para no hacer caso a
su mensaje, y a las obras que hace Jesús que pone de manifiesto la sabiduría de
Dios.
El retrato de muchos cristianos que no toman en serio a Cristo en sus vidas
puede ser en parte el mismo que el de los dirigentes de Israel, al no aceptar ni a
Juan ni a Jesús: terquedad, obstinación y también infantilismo e inmadurez. Nos
cuesta comprometernos. Y es que si tomamos en serio a Cristo, y a su Iglesia, y
los dones de su gracia, eso cambia nuestra vida, y se pone en juicio nuestros
criterios, y se nos coloca ante la alternativa del seguimiento del Evangelio de
Cristo o de este mundo.
Cada año se nos invita a dejar entras a Dios en nuestras vidas, con todas las
consecuencias. No nos dejemos llevar por la comodidad y disimular y dejar
pasar el tiempo sin esforzarnos. Digamos con sinceridad ven Señor Jesús a mi
vida, y que yo me deje abrir a tu llegada sin escatimar nada. Así sea.
Monasterio Sta. María la Real - MM.
Dominicas
Bormujos (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org