II Semana de Adviento
Miercoles
El Señor da seguridad en su salvación: «Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y hallaréis descanso»
“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los
que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es suave y mi carga ligera»” (Mateo 11,28-30).
1. –“ Venid a Mí todos los que andáis agobiados con trabajos y
cargas ”... Gracias, Señor, por esta invitación, que nos trae la paz: “ Que yo
os aliviaré ”. ᄀAyúdame a ver las "cargas" que pesan sobre los hombros de
mis hermanos!
-“ Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón ”. Pocas veces pienso que tu yugo, Jesús, ponerme bajo tu
mismo yugo, es trabajar contigo. Imagino los dos "bueyes atados al mismo
yugo y tirando del mismo arado", sus cabezas juntas, que humilde y
tenazmente tiran en la misma dirección. " Tomad mi yugo ", me dices..., tú
que eres “ manso y humilde ”, para animarme a que no me impaciente
ante los demás o ante mis defectos...
-Sí, “ mi yugo es suave y mi carga ligera ”. Algunos yugos eran
rasposos y mal escuadrados y por lo tanto lastimaban el cuello de los
animales. Es un nuevo tipo de religión. Una religión en la que no exista "el
miedo". Cuando se ama, resultan fáciles multitud de cosas que serían
difíciles o insoportables sin el amor (Noel Quesson).
Seguimos con el tema de ayer, pues muchas veces tenemos la
tentación de la preocupación, que nos agobia, nos quita la paz. Nos
sentimos inquietos al fallar, nuestro afán de ser “perfectos” es tan grande
que nos cuesta reconocernos pecadores, y por eso somos capaces incluso
de decir que los mandamientos están caducados, antes de reconocer que
fallamos, sin que esto nos agobie. Hay una reacción psicológica de
volvernos agresivos cuando nos sentimos mal en la conciencia. Así como
cuando tenemos una piedra en el zapato nos duele, también en el corazón
hay “piedras” que nos hacen sufrir, y por eso discutimos y estamos de mal
humor, al menos es una de las causas de nuestro malestar. Y hemos de
quitar la piedra que causa la desazón. Pero estas piedras muchas veces nos
inquietan… Jesús anima a la adúltera: “ vete en paz, y no vuelvas a
pecar ”. Jesús no tiene memoria de ciertas reglas y regala el perdón: «En la
Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando
llegara a su Reino. Si hubiera sido yo -reconoce monseñor Van Thuân- le
hubiera respondido: "no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en
el purgatorio". Sin embargo, Jesús, le respondió: " Hoy estarás conmigo
en el Paraíso ". Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo
sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria,
perdona a todo el mundo».
Jesús es príncipe de la paz, y los pensamientos que no son de paz no
son de Dios, por mucha apariencia que tengan de santos como son los
remordimientos por pecados, o que no somos bastante santos. Jesús
muestra su misericordia, de modo especial, en su actitud con los pecadores.
Yo tengo pensamientos de paz y no de aflicción , declaró Dios por
boca del profeta Jeremías. La liturgia aplica esas palabras a Jesús, porque
en Él se nos manifiesta con toda claridad que Dios nos quiere de este modo.
No viene a condenarnos, a echarnos en cara nuestra indigencia o nuestra
mezquindad: viene a salvarnos, a perdonarnos, a disculparnos, a traernos
la paz y la alegría. Si reconocemos esta maravillosa relación del Señor con
sus hijos, se cambiarán necesariamente nuestros corazones, y nos haremos
cargo de que ante nuestros ojos se abre un panorama absolutamente
nuevo, lleno de relieve, de hondura y de luz” (San Josemaría Escrivá).
En realidad, si Dios me quiere como soy, si permite algo malo, por la
libertad de la que gozamos todos y de aquello sacará un bien, ¿de qué he
de preocuparme? Hay un solo mal, y es el pecado, pero este no ha de
motivarnos más que a la conversión, transformar el remordimiento en
arrepentimiento. Lo importante así ni es “estar en regla” sino estar con Él:
"Porque Dios, aun ofendido, sigue siendo Padre nuestro; aun irritado, nos
sigue amando como a hijos. Sólo una cosa busca: no tener que castigarnos
por nuestras ofensas, ver que nos convertimos y le pedimos perdón" (San
Juan Crisóstomo). Hoy entendemos que el pecado no es el castigo divino,
sino la falta de acogida al amor de Dios, y por tanto la soledad por rechazo
de esa mano amorosa que Él siempre nos tiende: "La omnipotencia de Dios
-dice Santo Tomás- se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y
usar de misericordia, porque la manera de demostrar que Dios tiene el
poder supremo es perdonar libremente".
No nos merecemos el amor de Dios ni su gracia con nuestras buenas
obras, pero es necesaria nuestra conversión para acoger el amor en un
buen recipiente, si nuestro corazón está cerrado ahí no puede entrar esa
divina esencia, la Vida: "Imagina que Dios te quiere hacer rebosar de miel:
si estás lleno de vinagre, ¿dónde va a depositar la miel?, pregunta San
Agustín. Primero hay que vaciar lo que contenía el recipiente (...): hay que
limpiarlo aunque sea con esfuerzo, a fuerza de frotarlo, para que sea capaz
de recibir esta realidad misteriosa".
La paz es mucho más palpable con "el sacramento de la alegría" (en
palabras de Pablo VI), la confesión. Pues aún en lo más alto que hay en la
tierra, la Eucaristía, no sentimos nada emotivo muchas veces, pero la
confesión siempre deja paz y alegría, algo casi físico de bienestar. "¡Mira
qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! –decía san Josemaría
Escrivá- porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa:
y, en el divino, se perdona”. El sacramento de la Penitencia es como
eliminar materia de un examen, el del juicio definitivo.
Jesús es manso y humilde porque tiene paz, por eso da paz. A veces
nos engañamos y ponemos nombre cristiano a esa cerrazón del
remordimiento que en lugar de abrirse al arrepentimiento fosiliza en
resentimiento, acritud. En cambio, los mansos siembran alrededor el buen
aroma de Cristo, manifestado en la sonrisa, calma y serenidad, buen humor
y capacidad de broma, comprensi￳n y tolerancia… Así nos animaba Juan
Pablo II: “Nadie es capaz de lograr que lo pasado no haya ocurrido; ni el
mejor psicólogo puede liberar a la persona del peso del pasado. Sólo lo
puede lograr Dios, quien, con amor creador, marca en nosotros un nuevo
comienzo: esto es lo grande del sacramento del perdón: que nos colocamos
cara a cara ante Dios, y cada uno es escuchado personalmente para ser
renovado por Él.
”Quizá algunos de vosotros habéis conocido la duda y la confusión;
quizá habéis experimentado la tristeza y el fracaso cometiendo pecados
graves. Éste es un tiempo de decisión. Ésta es la ocasión para aceptar a
Cristo: aceptar su amistad y su amor, aceptar la verdad de su palabra y
creer en sus promesas.
”Y si, a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna
vez sois débiles no viviendo conforme a su ley de amor, a sus
mandamientos, no os desaniméis! Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es
el Buen Pastor que carga la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con
cariño para que sane.
”Gracias al amor y misericordia de Cristo, no hay pecado por grande
que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado.
Toda persona que se arrepiente será recibida por Jesucristo con perdón y
amor inmenso.
”Sólo Cristo puede salvar al hombre, porque toma sobre sí su pecado
y le ofrece la posibilidad de cambiar.
”Siempre, pero especialmente en los momentos de desaliento y de
angustia, cuando la vida y el mundo mismo parecen desplomarse, no
olvidéis las palabras de Jesús: « Venid a Mí todos los que estáis
fatigados y oprimidos, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi
yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es suave y mi
carga ligera
”No nos debemos mirar tanto a nosotros mismos cuanto a Dios, y en
Él debemos encontrar ese «suplemento» de energía que nos falta. ¿Acaso
no es ésta la invitación que hemos escuchado de labios de Cristo: « Venid a
Mí todos los que estáis fatigados y oprimidos, que Yo os aliviaré »?
Es Él la luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra
inteligencia limitada; Él es la fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas
voluntades; Él es el calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y
devolver el ardor a nuestros corazones cansados.
”Como cristianos que somos, debemos ofrecer nuestros recuerdos al
Señor. Pensar en el pasado no modificará la realidad de vuestros
sufrimientos o desengaños, pero puede cambiar el modo de valorarlos. Los
jóvenes no llegan a comprender completamente la razón por la que los
ancianos vuelven frecuentemente a pensar en el pasado ya lejano, pero esa
reflexión tiene su sentido. Y cuando se realiza dentro de la oración puede
resultar una fuente de reparación.
”En el camino de vuestra vida, no abandonéis la compañía del Señor.
Si la debilidad de la condición humana os llevase alguna vez a no cumplir
los mandamientos de Dios, volved vuestra mirada a Jesús y gritadle:
«Quédate con nosotros, vuelve, no te alejes.» Recuperad la luz de la gracia
por el sacramento de la Penitencia.
”Con El podemos encontrarnos siempre, por mucho que hayamos
pecado, por muy alejados que nos sintamos, porque Él está saliendo
siempre a nuestro encuentro.
”Dios es infinitamente grande en el amor. «Tal amor es capaz de
inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente
hacia toda miseria moral o pecado. Cuando esto ocurre, el que es objeto de
misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y
revalorizado.»
“No hay quien no necesite de esta liberación de Cristo, porque no hay
quien, en forma más o menos grave, no haya sido y sea aún, en cierta
medida, prisionero de sí mismo y de sus pasiones. Todos tenemos
necesidad de conversión y de arrepentimiento; todos tenemos necesidad de
la gracia salvadora de Cristo, que Él ofrece gratuitamente, a manos llenas.
Él espera sólo que, como el hijo pródigo, digamos « me levantaré y
volveré a la casa de mi Padre ᄏ.”
Jesús, eres bálsamo para la presión psicológica del mundo de hoy,
sus miedos, agresividad, soledad profunda, falta de sentido de la vida...
Cargados de normas, compromisos, objetivos, estamos expuestos a una
tendencia casi depresiva. Nos vertemos en el exterior y perdemos nuestra
esencia, interioridad, como decía uno: “Quizá hemos luchado para ser
perfectos y en el fondo lo único que queremos es sentirnos amados”. Cuesta
no dejarse llevar por el dinero, por el prestigio o por el poder, pero contigo,
Jesús, todo es posible.
" Venid a mí ..." Ayúdame, Jesús, a ir a ti en el esfuerzo amoroso en
el trabajo diario, con el cuidado de las cosas pequeñas, con la sonrisa, en la
pobreza, el olvido de mi yo… que se tomar esta dulce carga: "Cualquier otra
carga te oprime y te abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso.
Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro
le quitas las alas parece que le alivias del peso, pero cuanto más le quites
este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste
aliviar de un peso; restitúyele el peso de las alas y verás como vuela." (S.
Agustín). Jesús quería liberarnos del insoportable peso de los numerosos
preceptos y prohibiciones que rodeaban la ley de Moisés (Mt 23, 4) y que
hoy nos rodean de otras formas, y quiere darnos este “descanso” que es
paz: « Venid a mí, yo os aliviaré »
Ante tanto dolor, perplejidad en los que buscan la verdad de verdad,
no podemos ir con legalismos sino con comprensión. Ayúdame, Jesús
Maestro, a no ser maestro exigente que agobia y desconcierta a sus
alumnos con su moral rígida, que culpabiliza. Tú acoges a los agobiados, a
los cansados. Les das paz, descanso. Te pido que seamos los cristianos
portadores de esperanza como tú, y no querer resolver tantos misterios
sino mostrarles el Misterio que eres tú, Jesús, en quien todo encuentra su
sitio.
Esto no implica no luchar, sino al revés: «Las cargas propias que cada
uno lleva son los pecados. A los hombres que llevan cargas tan pesadas y
detestables, y que bajo ellas sudan en vano, les dice el Se￱or: “Venid a Mí
todos”… ﾿C￳mo alivia a los cargados de pecado, sino mediante el perdón de
los mismos? (...) Llevad mi yugo . Ya que para tu mal te había subyugado
la ambici￳n, que para tu salud te subyugue la caridad… Esos pesos son alas
para volar. Si quitas a las aves el peso de las alas, no pueden volar… Toma,
pues, las alas de la paz; recibe las alas de la caridad. Ésta es la carga; así
se cumple la ley de Cristo» (San Agustín).
2. El Dios grande y trascendente, creador de los astros y del cosmos,
es también el Dios cercano, que comunica su fuerza a los que se abren a
El... a "los que ponen en El su confianza ": « El da la fuerza al
cansado, acrecienta el vigor del inválido (...) los que esperan en el
Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin
cansarse, marchan sin fatigarse”.
3. “Bendice, alma mía, al Señor… y no olvides sus beneficios”,
decimos en el salmo con confianza de que todo irá bien: “ Él perdona todas
tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la
fosa y te colma de gracia y de ternura”. Nada debe alejarnos de
tratarle, pues “ el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y
rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestro pecados ni
nos paga según nuestras culpas ”.
Llucià Pou Sabaté