II Semana de Adviento
Jueves
Jesús viene a salvarnos, como anuncia el profeta: “Yo soy tu redentor, el
Santo de Israel”, y Juan Bautista es modelo de cómo hemos de prepararnos
estos días de Adviento
En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no
ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el
Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es
mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el
Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues
todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y,
si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga
oídos, que oiga »”. (Mateo 11,11-15).
1. Juan Bautista fue fiel a su misión. “ Dijo Jesús a las turbas: «En
verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno
mayor que Juan el Bautista”. Su vida era servicio a los demás: predica la
conversión y penitencia y bautiza con agua anunciando que vendrá quien
bautiza con el Espíritu Santo. Proclama la verdad sin ningún respeto
humano por quedar bien, o por miedo a perder la vida. Le siguieron como
discípulos los que luego fueron primeros discípulos de Jesús: por lo menos
Juan y Andrés, que luego llevaron a los demás. Estuvo firme ante las
dificultades, hasta la muerte: " El Reino de los Cielos padece violencia, y
los esforzados lo conquistan. "
“…sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es
mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el
Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”. En
la lucha espiritual, no cuentan tanto los resultados sino la lucha en las cosas
pequeñas de cada día: transformando la envidia en detalles de servicio, el
mal genio en comprensión, la “memoria histórica” en perdón, la comodidad
en pensar en los demás, el estar “en Babia” por prestar atención a lo que
toca, el pesimismo por el volver a empezar.
"Hoy, decía san Josemaría Escrivá, que empieza un tiempo lleno de
afecto hacia el Redentor, es un buen día para que nosotros recomencemos.
¿Recomenzar? Sí, recomenzar. Yo -me imagino que tú también- recomienzo
cada jornada, cada hora; cada vez que hago un acto de contrición,
recomienzo”. Y esto significa luchar “de tal manera que, detrás de cada
pelea y de cada batalla, haya una pequeña victoria, con la gracia de Dios; y
de este modo contribuimos a la paz de la humanidad”. En el mundo, tan
lleno de agresividad, falta paz. En un pueblo me contaron de niños violentos
que se peleaban en la calle, aparentemente los padres eran educados, pero
los niños captan lo que hay en el interior de los mayores, más allá de estas
capas de educación con que a veces nos revestimos. Y viendo una tensión
de violencia contenida, ellos salían violentos sin ninguna careta. Por esto, si
de verdad queremos que haya paz en el ambiente, hemos de llevarla en
nuestro corazón.
Para ello, es importante no encerrarse en pequeños traumas e
insatisfacciones, no conformarse con los fracasos, sino convertirlos en
experiencia para recomenzar: luchar con perseverancia, convertir lo bueno
en una ocasión de agradecimiento, y lo malo en ocasión de rectificar, con
un poco más de amor. El tiempo litúrgico va clamando: ¡ven, Señor Jesús!,
¡ven! Estas son llamadas para ahondar en la fuerza y el amor que vienen de
esta búsqueda sincera de Jesús, deseando que nazca en nosotros, que nos
transforme en Él.
El examen de conciencia es una buena arma para luchar con este
espíritu de victoria. El siervo de Dios Álvaro del Portillo nos aconsejaba
“hacer a conciencia el examen de conciencia”, es decir poner atención a
ahondar en las raíces de nuestra actuación, agradecer las luces sobre lo que
aún no va, ya que saber a dónde hay que ir -qué es lo que hay que
mejorar- es tener medio camino hecho.
Hasta el día 17 seguiremos al precursor, Juan Bautista, para llegar al
Mesías, como rezamos en la Plegaria Eucarística IV: « cuando por
desobediencia perdió tu amistad, no le abandonaste al poder de la
muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que
te encuentre el que te busca ». Nos dice: «yo te cojo de la mano y te
digo: no temas». Son dos manos que se unen: la nuestra que se eleva
hacia Dios pidiendo salvación, y la de Dios, que nos ofrece mucho más de lo
que podemos imaginar. Te pedimos, Señor, abrir los ojos para ver tu mano
tendida hacia nosotros, para que «veamos y conozcamos, reflexionemos y
aprendamos de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho» (J. Aldazábal).
“El Reino de Dios padece violencia, y quienes se esfuerzan lo
conquistan” : los poderes del mal en el exterior, nuestras malas
inclinaciones en el alma, muestra el mapa de esa violencia, y con lucha
llena de paciencia y humildad, pidiendo más ayuda al Señor, podremos ir
adelante llenos de esperanza. No importa si somos débiles, si nos acogemos
a la fuerza de ti, Señor: “Detesta con todas tus fuerzas la ofensa que has
hecho a Dios y, con valor y confianza en su misericordia, prosigue el camino
de la virtud que habías abandonado” (San Francisco de Sales).
2. La historia tiene un sentido porque hay Alguien que sabe adónde
va, que marca un ritmo y deja libertad, pero a veces dice “basta” al mal,
pone un límite, y reencamina todo hacia bien: un Dios que llena de su
misericordia el mundo, es su huella:
-" No temas, gusanito de Yavhé ". Israel ha sido en su destierro
como un gusano pisoteado por las naciones. Pero tú, Señor, lo llevas de la
mano, " te agarro de la diestra ". Es bueno que gustemos esta maravillosa
expresión de amor de Dios muchas veces al día: " Yo te llevo de la mano ".
Así estaremos mucho más tranquilos, con ocupaciones, pero sin
preocupaciones…
-" Los pobres buscan. .." Dichosos los que tienen hambre y sed de
justicia. Fórmula que expresa le espera, el deseo. –“ Yo, el señor, les
responderé : No temas, Yo te ayudo. No temas, Jacob, débil
gusanillo; Israel, miserable mortal ”. Esta es ya una bienaventuranza: la
de los pobres. Pequeñez de ese pueblo de deportados, despreciados,
explotados, perdidos en la gran Babilonia pagana. Pequeñez de María,
portadora, sin embargo, del Misterio de Dios, «débil criatura» que vivía en
una pobre aldea, casi desconocida. ¡No en Roma, la triunfante... No en
Atenas, la sabia... Ni en Babilonia, la soberbia... Ni siquiera en Jerusalén, la
santa... Ni en ninguna de las grandes capitales de la época! Sino en Nazaret
poblado desconocido, en medio de gente humilde y sencilla. El verdadero
valor no procede de la situación humana sino de la mirada de Dios. ¿Qué es
lo que esto cuestiona mi vida?
-“ Yo soy el Señor, tu Dios. Te tengo asido por la diestra ”. Es
preciso saborear, en el silencio, esas declaraciones de amor... Basta con
dejarse llevar por esa imagen: ¡Toma mi diestra, Señor! ¡Quédate de veras
«conmigo»! Escucho... Escucho esas palabras que me diriges. ¿Qué podría
dañarme, en mi pequeñez, si, de verdad, conservo tu mano en la mía?
-“ Triturarás los montes... Y tú te regocijarás en el Señor ”. Es
una réplica contra los opresores babilonios. Es, ante todo, el anuncio de un
gran gozo después de la pena.
-“ Los pequeños y los pobres buscan agua... pero no hay nada.
Su lengua se les secó de sed. La boca de Dios lo testifica ”. Nos
recuerda aquel « Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia
Ser amados y considerados... ganar regularmente un salario justo... ir
adquiriendo algo más de responsabilidad, de confort... ser como todo el
mundo, no ser humillados... ser atendidos en las necesidades, con una
visita oportuna... y que los sufrimientos y la mala suerte no sea algo normal
en sus vidas... Ante esos deseos tan humanos, ante esa «sed», debemos
también, como Dios, testificar «y no hay nada» ¿Es una espera frustrada,
un deseo inútil, la Nada?
-“ Yo, el Señor, los atenderé... No los abandonaré ”... Señor,
realiza tu promesa, hoy. Señor, ayúdanos también a atender a los pobres
en todo lo que esté de nuestra parte.
-“ Abriré en los montes, ríos y fuentes... Convertiré el desierto
en lagunas... Y la tierra árida en hontanar de aguas... Pondré en el
desierto cedros, acacias, mirtos, olivos, cipreses, pinos y enebros...
De modo que todos vean y sepan que la mano del Señor ha hecho
eso ”. Imágenes de lozanía, de fecundidad y de abundancia. En nuestro
mundo tan «árido», tan duro... ¡haz que mane el «agua viva»! (Noel
Quesson).
3. El Salmo 144 canta con gozo: « El Señor es clemente y
misericordioso, lento a la ira y rico en piedad. Te ensalzaré, Dios
mío, mi Rey, bendecir tu nombre por siempre jamás. El Señor es
bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. Por eso
queremos que todas las criaturas le den gracias, lo bendigan sus
fieles, proclamen la gloria de su reinado, que hablen de sus
hazañas, explicando sus hazañas a los hombres, la gloria y majestad
de su reinado, porque su reinado es un reinado perpetuo y su
gobierno va de edad en edad ». Demos gracias a Dios que se acerca en
Jesús esta Navidad, pues « De su plenitud todos hemos recibido, gracia
por gracia » (Jn 1,12.16). Por él « sabemos que hemos sido
transplantados de la muerte a la vida » (1 Jn 3,14). « Vivamos, pues,
la novedad de esta vida » (Rom 6,4), como verdaderos hijos de Dios,
participando de su naturaleza divina.
Llucià Pou Sabaté