Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Adviento,
Semana No. 2, Viernes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Si hubieras atendido a mis mandatos * El que te sigue,
Señor, tendrá la luz de la vida. * No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre
Textos para este día:
Isaías 48,17-19:
Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: "Yo, el Señor, tu Dios, te enseño
para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis
mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie
sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no
sería aniquilado ni destruido ante mí.
Salmo 1 :
Dichoso el hombre / que no sigue el consejo de los impíos, / ni entra por la senda
de los pecadores, / ni se sienta en la reunión de los cínicos; / sino que su gozo es la
ley del Señor, / y medita su ley día y noche. R.
Será como un árbol / plantado al borde de la acequia: / da fruto en su sazón / y no
se marchitan sus hojas; / y cuanto emprende tiene buen fin. R.
No así los impíos, no así; / serán paja que arrebata el viento. / Porque el Señor
protege el camino de los justos, / pero el camino de los impíos acaba mal. R.
Mateo 11,16-19:
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "¿A quién se parece esta generación? Se
parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la
flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado."
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo
del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo
de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios."
 
Homilía
Temas de las lecturas: Si hubieras atendido a mis mandatos * El que te sigue,
Señor, tendrá la luz de la vida. * No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre
1. Un problema de sintonía
1.1 Dios se queja de su pueblo. No hay sintonía. Llamó a penitencia por medio de
Juan, y la respuesta fue de rechazo; llamó a amistad por medio de Cristo, y de
nuevo el rechazo. La dureza del hombre desconcierta al mismo hombre si reflexiona
un poco sobre ella.
1.2 Nos conmueve la palabra de Isaías. He aquí a un Dios que casi tiene que darle
explicaciones a su pueblo. "Te instruyo por tu bien", dice el Señor, por si alguien no
lo había entendido. El problema de nuevo es de sintonía: el bien que Dios quiere no
es bien que el pueblo quiera. O tal vez estos bienes coinciden en el fondo, pero la
obediencia a los mandatos, camino para el bien, no encuentra espacio en el corazón
endurecido del pueblo.
1.3 Ahora bien, nosotros no podemos quedarnos contemplando el espectáculo de la
desobediencia pasada. Es preciso que hoy y aquí creamos en la palabra del profeta:
lo que Dios nos ordena nos lo ordena por nuestro bien. La gran mentira del
demonio es: "Dios no te ama, no se ocupa de ti"; la gran verdad revelada por
Cristo es: "Dios te quiere a ti; eres importante para él". Y desde ese amor y desde
esa importancia que tienes ante él, te ordena sus mandamientos.
2. El amigo de sus enemigos
2.1 La crítica contra Jesús, recogida por él mismo en el evangelio de hoy, es en el
fondo un elogio en su parte final: "ahí tienen a un amigo de pecadores". Frase que
nació el desprecio y de la envidia, y que sin embargo describe bien el misterio y el
ministerio de Jesucristo: es el amigo de los pecadores, el amigo de sus enemigos.
2.2 La ley de Moisés prohibía juntarse con el enfermo de lepra, por temor al
contagio de la lepra. Con una lógica semejante estos hombres quieren que se
prohíba el contacto con los pecadores, por miedo a contagiarse de pecado. No han
descubierto que Jesús no quedará sucio, sino que los limpiará. Jesús es el lugar del
"bien fuerte", el bien que no se ensucia en contacto con el mal, sino que lo vence y
lo limpia. Él es la luz que vence a las tinieblas.
2.3 Si Jesús fuera enemigo de sus enemigos, podría tal vez ganarles a ellos pero a
precio de dar una victoria a la enemistad y un nuevo cubil al odio. El amigo de los
enemigos es aquel que pierde, a primera vista, pero gana la batalla, porque vence
no a un humano débil sino a un pecado fuerte.
Fr. Nelson Medina, O.P.