Solemnidad del Corpus Christi

Juan 6, 51-58: ¿Quitaremos a los pobres la cobija de la Divina Providencia?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

“Los pueblos latinoamericanos y caribeños tienen derecho a una vida plena, propia de los hijos de Dios, con unas condiciones más humanas: libres de las amenazas del hambre y de toda forma de violencia. Para estos pueblos, sus pastores han de fomentar una cultura de la vida que permita, como decía mi predecesor Pablo VI, pasar de la miseria a la posesión de lo necesario, a la adquisición de la cultura... a la cooperación en el bien común... hasta el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin  (Populorum  progressio, 21).

 

Les recuerdo que el desarrollo auténtico ha de ser integral, es decir, orientado a la promoción de todo el hombre y de todos los hombres (cf. n. 14), e invito  a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Estos pueblos anhelan, sobre todo, la plenitud de vida que Cristo nos ha traído:

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural”.

 

Así se dirigía Benedicto XVI a los Obispos de Latinoamérica y del Caribe, al inaugurar la Conferencia Episcopal , buscando la voluntad de Dios en la Ciudad de Aparecida, en el mes de mayo del año pasado.

 

Se nota en las palabras del Papa su preocupación por este pueblo nuestro que se ve amenazado por el hambre y las muchas formas de violencia que nos afligen a todos. Hace poco en Perú hubo una reunión de jefes de Estado de Latinoamérica y de la Unión Europea , donde uno de los aspectos tratados, fue precisamente el problema del hambre. Después de las palabras, los discursos y los intercambios entre jefes de Estado, ¿los hombres podrán mirar con mayor confianza su futuro, sabiendo que hay quién se preocupe por ellos?

 

Es inquietud del Papa que se promuevan situaciones que hagan que verdaderamente se pase de una situación de miseria, a la posesión de lo necesario, a la adquisición de la cultura. Esto es poner el dedo en la llaga, como cristianos no podemos quedarnos de brazos cruzados, viendo que la situación se agrava de día en día, condenando a muchos hermanos nuestros a vivir siempre en la miseria, lo que no entra definitivamente en los planes del Buen Padre Dios, pues los bienes fueron creados para todos y no es posible admitir entonces que unos cuantos individuos acaparen los bienes, los satisfactores y los insumos que están destinados a todos.

 

Y se nota en las palabras del Papa su preocupación para elevar la mirada de las simples cosas materiales,  a los valores  supremos, de los que Dios es su fuente y su fin. ¿Cuáles serán esos valores en las palabras del Papa? Yo quiero suponer, en este momento, que se trata precisamente de la Providencia de Dios, el cuidado que Dios tiene de todos los seres a los que él ha llamado a la existencia. Esa providencia Divina nos es necesarísima para pensar que vamos de camino a que todo hombre y todos los hombres, puedan llegar a una existencia humana plena, en todas sus dimensiones, que el Papa remarca muy bien: personal, familiar, social y cultural.

 

Y este mismo deseo de una existencia humana plena para todos es la premisa para volver invitar  a “suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes”.  Todo esto será necesario para llegar a  la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

Al tomar en consideración las Palabras del Papa en su discurso inaugural ante tan distinguida concurrencia, me ha movido para presentar el mensaje de Cristo para este domingo, que pudiera parecer ingenuo, desfasado y casi como una locura, pero lejos de eso, el texto que nos trae San Mateo, es una manera plástica, artística,  expresado con una gran sensibilidad estética como actitud y con un lenguaje poético como formulación de la confianza que el hombre debe tener en la Providencia de Dios, que no será desde luego una invitación a la pereza, a un oscuro y vacío providencialismo en el que se espera  todo de Dios, pero tampoco una confianza ilimitada en la capacidad humana para lograrlo todo, y menos un acaparar los bienes materiales para la propia persona, aún en demérito de la condición económica, social y moral de las otras personas. ¿Por qué no leer entonces en este contexto el sublime mensaje de Cristo?: “No estén agobiados por la vida pensando qué van a comer, ni por el cuerpo pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?  Miren  a los pájaros: ni siembran ni siegan, ni almacenan, y sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes más que ellos? ¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Porqué se agobian por el vestido? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo les digo que ni Salomón, con todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios, la viste así, ¿No hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No anden agobiados pensando qué vamos a comer, qué vamos a beber, o con qué se van a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que ustedes tienen necesidad de todo eso”.

 

¿Se fijaron mis lectores, cómo   Cristo insiste hasta  el cansancio invitándonos  a no agobiarnos  y no dejarnos  oprimir por el día de mañana, sino trabajar con toda libertad, con una libertad y una confianza alegres y no con angustia desesperanzada, con todo el ingenio y la capacidad de que Dios nos ha dotado, sabiendo que hay alguien que vela por nosotros?

 

“El reto del momento presente es que no se apegue el corazón a las cosas. Un hombre libre, sin esclavitudes afectivas, que no se instala, vive siempre como invitado y huésped. Posee y disfruta pero no es poseído. No adora la riqueza ni la maldice: usa libremente de ella y la comparte fraternalmente en ilimitada mesa redonda. Por eso es necesario aprender la lección de Pablo en Filipenses 4, 11-13, la lección de “la libertad vestida de sabia y oportuna indiferencia”. B. Cebolla.  

 

Por eso son interesantísimas las palabras con las que Cristo quiere concluir su recomendación en la Providencia Divina : “Sobre todo, busquen el Reino de Dios y su justicia, lo demás se les dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio”.