XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 10, 26-33: ¿También los cristianos tienen miedos?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

¿Miedos del hombre de hoy? Los hay incontables, desde el que teme caminar por una calle solitaria, hasta el que ve como algo inminente el calentamiento global del universo, desde el que teme subir solo en el ascensor hasta el que teme quedarse sin trabajo y con cinco hijos que mantener, desde el que teme abrir la puerta de la casa y por eso recurre a la mirilla hasta la mujer que teme darse cuenta de que está esperando un hijo contra la advertencia clara del marido: “Ni un hijo más”; desde el que teme que la mujer pueda ser infiel ahora  que ha tenido que salir a trabajar hasta el que teme que los hijos crezcan porque no encontrarán salida entre tantas tentaciones y tantas incitaciones al mal; desde el que teme no ser reconocido con todas sus cualidades y sus valores, hasta el que no quiere comprometerse de por vida con otra persona para emprender el matrimonio porque “a lo mejor no resulta”; y también podemos hablar del hombre que le teme cada vez más al hombre, porque se le ha oscurecido el horizonte de Dios en su vida hasta hacer oscuras todas sus relaciones con los demás. 

Son miedos que nos hablan del hombre de hoy, y que están ahí y que no podemos desconocer. A esa lista podríamos añadirle otros muchos miedos. Pero basta con eso. No hablemos más de miedos. O mejor, podríamos preguntarnos si hay miedos  que pudieran ser característicos de los católicos o de los que se declaran seguidores de Cristo.  

Un cristiano común y corriente, no tendrá problema, nunca será maltratado y podrá siempre correr con su bandera de cristiano mientras está bautizado, confirmado, mientras “cumpla” con una confesión anual, mientras asista devotamente, “de cuerpo presente” como padrino de la hija del compadre, “eso no se le puede negar a nadie”, y se haga presente en la Misa dominical, lo más alejado que se pueda del altar o mejor lo más cerca que se pueda de la puerta, por si me llama mi jefe al celular para ese trabajito importante que quiere encomendarme. Y mejor cristiano será si va cada año en peregrinación y a pie a ver a la “sanjuanita”. Esos cristianos no tendrán nunca miedo pues si  además traen colgando el escapulario o la medallita o el rosario, o todas esas cosas juntas…  

Pero Cristo mismo advierte de ciertos temores que acecharán a quien verdaderamente se decida a seguirle, en la misión que a todos se nos confía, si en verdad se quiere ser discípulo suyo. Cristo advierte de los miedos que acecharán a los que quieran verle en cada uno de los que van a nuestro lado, no solo en ritos vacíos de sentido, sino con un apostolado creible y abierto en las filas de la Iglesia, en las parroquias e instituciones cristianas.  

Cristo habla de los temores de los que se deciden a ser cristianos con toda su vida y con un compromiso a toda prueba, y pienso en este momento en los temores de los médicos en instituciones oficiales que o practican los abortos a quienes los pidan amparadas en las leyes civiles, so pena de quedarse sin trabajo en esas instituciones que protegen de por vida a sus agremiados, o  la enfermera que tendrá que amenazar a las parturientas a someterse a la operación que les impedirá traer más hijos al mundo, o cuando menos al “dispositivo” que hará difícil un nuevo embarazo. Pienso en los que trabajan en medios oficiales y no se prestan al robo, al soborno, al saqueo disimulado de materiales que tienen que custodiar, o se avienen al medio o salen disparados a la calle. Pienso en el muchacho que se ha jurado a sí mismo llegar íntegro al matrimonio y tiene que soportar las burlas, las carcajadas y el desprecio de los que se precian de tenerlas a todas en su haber. Pienso también en los jóvenes que a precio de lo más valioso de ellos, su juventud,  emprenden el camino del sacerdocio, de la vida religiosa o misionera. Cómo tienen que sufrir incomprensiones, y luchar por pagar incluso su seminario, porque también eso cuesta. Y pienso en las mujeres que dan  un poco de su tiempo para el apostolado, o la catequesis o las despensas que hay que hacer llegar a los más pobres de la parroquia después del trabajo del día, con los niños y con el marido que llega cansado, corajudo y gritón, y que aún se opone a que la mujer pueda cumplir con sus deberes cristianos.  Pienso en profesionistas, abogados, gente de leyes que tienen que dar un testimonio creíble de su fe, al negarse a promulgar leyes que atentan contra la vida en cualquiera de sus manifestaciones.  

A todos nosotros, entonces, nos conviene volver a escuchar sencillamente el llamado de Cristo a la confianza total y absoluta en el Dios que nos da la vida y que nos invita a dejar nuestros miedos para vivir en la libertad de los hijos de Dios, ya que el miedo hace sentir inquietud y confusión, paraliza, hace inseguras,  sumisas y serviles a las personas,  mata la libertad, anula la creatividad, e impide construir un mundo más humano.  

Pero escuchemos a Cristo que a todos nos hace misioneros, y nos pide darlo a conocer en el mundo, y nos  reclama por varias ocasiones la confianza en el Dios de los cielos, para alejar todo temor a perder la vida con tal de darlo a conocer: “No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse: no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas. Si hemos recibido el mensaje cristiano, no podemos guardarlo para nosotros mismos. Hay que comunicarlo, gozosamente,  usando de todos los medios al alcance.  No tengan miedo a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Gentes que para sojuzgar a los demás los dominan con miedos, temores y angustias.   Pero teman  más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. Recordemos que Dios es Dios de vida, y que incluso aunque venga la muerte, nosotros viviremos para él, por eso muchos mártires prefirieron dejar la vida embarrada, para vivir siempre en el Señor. ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre.  En cuanto a los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen  mucho más que todos los pájaros del mundo. ¿Ejemplos simplones? No, más bien un Dios atento a todos. Y a continuación, el platillo fuerte del día:  A quien me reconozca  delante de los hombres, yo también lo reconoceré delante de los hombres, pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos”.  

Para terminar, una cuantas preguntitas, hasta donde alcance el papel, como un test  para ver que tan cerca estamos de Cristo: ¿cuántas veces he sentido miedo de decir a los demás que soy un seguidor de Jesús? ¿En qué situaciones prefiero callar sobre mi fe? ¿Por qué me sucede esto? ¿He anunciado a los demás lo que he aprendido de Jesús? ¿Estoy dispuesto a desprenderme de lo mío por el anuncio de la Buena Nueva? ¿Podría decir que Jesús me presentaría ante su Padre como uno de sus discípulos distinguidos?