I Domingo de Adviento, Ciclo A

Mateo 24, 37-44: Las obras de miseri... ¿Qué?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

Una experiencia única será ponerte a gritar en medio de un salón, o de una sala de cine e incluso en medio de una iglesia llena de gente: ¡FELIZ NAVIDAD!

        Y ya verías la serie de reacciones que esa palabra provocaría en el interior de todos los oyentes, y así podríamos ir clasificando a las gentes, pues para unos, los niños, serían regalos, sobre todo de “santo clos” así a secas, para los jóvenes serían posadas, disco, bebidas, un Novenario de parrandas, de fiestas de fin de año. Para otros puede ser un forzoso intercambio de regalos, sobre todo si se quiere seguir bien con el jefe. Para el comerciante, el primero que se ha preparado, Navidad feliz sería una bodega vacía, después de la jugosa venta de toda la corriente utilería para la Noche Buena y Navidad. Para muchos, Navidad sería el día más desesperante, pues sin comprar todo lo que anuncian en la televisión y con el mugre sueldo que no alcanza ni para unos zapatos chinos, la situación llegaría a ser frustrante. Y para el predicador, navidad sería también otro problema más, pues tendría que hacerle entender a la gente que debe prepararse para esperar al que ya ha llegado, al que tenemos con nosotros pero que ni caso le hacemos. El predicador tiene que esforzarse por decirle a la gente que conocemos tres venidas de Cristo Jesús al Universo, la primera en carne mortal, en Belén, la segunda la que realiza cada día y cada instante en cada uno de nosotros, y la tercera, al final de los tiempos. Si el predicador se quiere poner elegante dirá que tres personajes nos irán introduciendo hasta dejarnos a la vista al Salvador: El profeta Isaías, el de la Esperanza, Juan Bautista el que presenta a Cristo ante los hombres, y María que tomó a su Divino Niño de la mano para entregárselo a los hombres.

        Pero si el  predicador además quiere que el  Mensaje llegue verdaderamente a sus oyentes, tendríamos entonces que fijarnos en la oración colecta del principio de la Misa, para ver por donde quiere la Iglesia que vayamos al encuentro del Salvador, y así tendremos que usar otra palabrita que si la volviéramos a pronunciar en el mismo lugar donde dijimos Feliz Navidad, también ahora los colores y los sabores de los oyentes serían distintos: ADVIENTO.

        Vayamos entonces por partes, comentando la oración colecta:

        “SEÑOR, DESPIERTA EN NOSOTROS EL DESEO DE PREPARARNOS A LA VENIDA DE CRISTO…”

        Esto quiere decir que se necesita una intervención directa del Señor Dios para presentarnos a su Hijo Jesucristo, pero también quiere decir que nosotros estábamos dormidos y que ahora tenemos que despertar, y ponernos con los ojos bien abiertos, pues de otra manera, Navidad, como ocurrió de noche, tendríamos el peligro de no enterarnos, sumidos en toneladas de papel de muchos colores, con el ruido de la música y los cohetes y las piñatas y con los muchos ponches pero bien cargados, pues el Divino Niño  quedaría nuevamente muy divino pero sin ser recibido en los corazones de los “cristianos” muy cristianos y de los “católicos” muy católicos pero muy despistados.

        “CON LA PRACTICA DE LAS OBRAS DE MISERICORDIA…” de manera que esto quiere decir que la preparación tendrá que ser interior, no solo instalar el árbol de Navidad, y las medias adornadas, y los caramelos en forma de bastón y todas esas linduras que nos apartan del verdadero objetivo de la Navidad.

        Cuando estaba preparando mi homilía, y leí “obras de misericordia, inmediatamente recurrí al Nuevo Catecismo de la iglesia y me encontré en el No. 22447 con la obras de misericordia: “son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (ahora ya los incineran, así calientitos, para que no se les enfríen a los de la funeraria). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres, es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna: es también una práctica de justicia que agrada a Dios, “-si un hermano o una hermana están desnudos y carecen de sustento diario, y algunos de vosotros les dice: “Id en paz calentaos y hartaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?-“ así que por muchas lucecitas que pongas en tu casa, en tu comercio o en tu oficina, si no están presentes las obras de misericordia, puedes imaginar que todo tú estas en plena oscuridad.

        PARA QUE PUESTOS A SU DERECHA EL DIA DEL JUICIO PODAMOS ENTRAR AL REINO DE LOS CIELOS… de manera que esto abre otras perspectivas y otros horizontes a nuestra Navidad. No podremos convertirla en la época más bonita del año, si no nos damos cuenta que vamos de camino, y que si Cristo vino al mundo, fue para abrirte camino para ese viaje sin retorno, que todos tendremos que emprender, aunque nuestro proceder sea distinto.

        De manera que ahora les planteo la pregunta del día a mis lectores: ¿cómo vas a preparar ésta Navidad?