Solemnidad. Epifanía del Señor

Mateo 2, 1-12: El pueblo hebreo, un halcón que se negó a volar

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

Cuentan que a un rey le fueron regalados dos pequeños halcones que en seguida fueron entregados al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el rey quiso informarse de la suerte de sus halcones, y le informaron que uno de ellos volaba admirablemente, mientras que el otro no quiso moverse de la rama en la que fue colocado el día de su llegada. El rey, inquieto, comenzó a buscar la solución para hacer volar a su halcón, y fueron convocadas las gentes que se suponía tenían la solución, los magos, los hechiceros, los ministros de la corte, pero todos fracasaron, no pudieron hacer volar al halcón. Por fin decidió plantearle al pueblo su dificultad y ofreció una gran recompensa a quien hiciera volar a su flojo halcón. Por fin un campesino dio con la solución, hizo volar al halcón real. El rey quiso conocer al autor del prodigio, y le preguntó cómo había logrado que su halcón se decidiera a volar. Muy sencillo, contestó el campesino. Simplemente corté la rama, y al halcón, al darse cuenta que tenía alas, inmediatamente comenzó a volar y a volar.

Me pareció muy interesante esta anécdota, para introducir la fiesta que hoy celebramos, la de la Epifanía del Señor, que más comúnmente conocemos como la fiesta de los santos reyes, que debería ser la fiesta de los intrépidos, de los emprendedores, de los que escalan montañas, de lo que tienen iniciativas, de los que quieren un verdadero progreso, de los que quieren romper los moldes tradicionales y encontrar soluciones nuevas para nuestro mundo atribulado y metido en la violencia y en la autodestrucción de su naturaleza, de su hábitat y del propio hombre.

Es la fiesta de aquellos hombres que cortaron con su rama, y se decidieron a emprender una marcha por rumbos desconocidos, guiados por una estrella misteriosa que los llevaba por caminos insospechados. Poco sabemos de ellos, ni siquiera su país de origen, sus nombres ni su número. Pero poco importa, si comprendemos la grandeza de lo que emprendieron: un camino maravilloso aunque desconocido, que estuvo a punto de zozobrar cuando la estrella que los guiaba se detuvo en la antigua Jerusalén. Ahí se encontraron con muchos halcones que no quisieron dejar su rama, y aunque supieron, después de investigar dónde nacería “el rey de los judíos” que los misteriosos magos venían buscando, se empeñaron en seguir atados a sus ramas. El mismo rey de los halcones, Herodes, temeroso, celoso de su poder y doliéndose de un futuro contrincante, tampoco quiso dejar la seguridad de su rama, y prefirió enviar a los magos a Belén, donde ya había nacido el Salvador, con la pretendida recomendación de que le informaran “para ir también él a adorar al recién nacido”. Por supuesto que los magos no siguieron su recomendación y regresaron por otro camino. Siempre es así, pues los que se encuentran con Cristo, siempre encuentran otros caminos que nunca volverán a ser los mismos.

Los magos no se encontraron con un palacio, ni con guardias a la puerta, ni ujieres que los introdujeran a la presencia del soberano, simplemente encontraron un niño recostado en un pesebre, acompañado de su madre, y postrándose, lo adoraron, al mismo tiempo que ofrecían tres regalos significativos: oro porque era un soberano, incienso, porque era Dios y mirra porque estaba puesto para sufrir por todos los hombres.

Ya adivinamos que la fiesta que tiene hoy ocupados a chicos y grandes, es una gran fiesta, que nos habla de la apertura del corazón de Dios a todos los hombres que no quiso que su salvación quedara secuestrada en un pueblo que no quiso volar y que se negó a aceptar que la salvación era para todos los hombres. Yo invito a todos mis lectores a cortar su rama, a darnos cuenta que tenemos alas, que tenemos fe, que hay una estrella que nos mueve, Cristo Jesús y un destino que ya no es la Jerusalén de este mundo, sino esa vida nueva que nos ha mostrado Cristo con su muerte y su resurrección y que quiere la fraternidad y la paz entre todos los hombres.