III Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Juan 2:13-25: La quiebra del templo de Jerusalén, antiguo Manhattan y Wall Street obrada por Cristo

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

Cristo Jesús, al principio de su vida pública, hizo estremecer el sistema financiero del mundo hebreo que había sentado sus reales en el tempo de Jerusalén. El templo, además de ser el centro religioso de toda la nación, más parecía un banco o casa de bolsa, pues tenía un numeroso personal, entre sumos sacerdotes, sacerdotes, levitas y muchos empleados que se encargaban de administrar todo lo del culto, de los animales para el sacrificio y la conservación del edificio. Todo este movimiento podía sostenerse en por la gran cantidad de inmuebles, tesoros y joyas que poseía, la administración de los tributos que todo hebreo tenía que aportar desde los 22 años, ofrendas e incluso capitales privados depositados en él. El templo acuñaba su propia moneda, pues no se podía depositar cualquier moneda, y había que recurrir a cambistas e incluso, se había instalado una feria de animales, pues no todo animal era apto para el sacrificio. También en los alrededores del templo había numerosas tiendas de pieles de los animales degollados en los sacrificios, y de objetos turísticos que abastecían de recuerdos a los piadosos peregrinos, al mismo tiempo que engrosaban las arcas ya, de suyo boyantes del templo.

Fue demasiado para Cristo. No soportó tal espectáculo en aquellos recintos que se suponía eran para la oración ni el hecho de que el Sumo Sacerdote, su vicario y el guardián encargado de las llaves y el tesorero gozaran de incontables privilegios a costa de la pobreza de tanta gente que tenía que recurrir a aquél monstruo en la capital de los judíos, de manera que tomando látigo de cordeles, hecho de los mismos animales, comenzó con rostro severo a echar fuera a los animales, ovejas y bueyes, a volcar las mesas de los cambistas y a los que vendían las palomas les dijo que sacaran todo de ahí, pues no podían convertir en un mercado la casa de su Padre. En este momento, todas las acciones y las palabras de Cristo son vitales. No se trataba de purificar el templo sido de librar a los pobres de la necesidad de tantas ofrendas y de tantos sacrificios. No trataba de limpiar el templo, sino de acabar con el mismo templo. En el momento en que Cristo echa fuera los animales, está diciendo que ya no son necesarios para el sacrificio, porque además, los profetas muchas veces habían declarado que fuera de tantos sacrificios animales, el corazón de los hombres estaba lejos de Dios.

Con los encargados del templo, que pedían a Cristo justificación de sus acciones, se entabló una discusión que no se resolvió en el momento, pues tiempo después, la acción de Cristo en el templo fue invocada para pedir su muerte pues estaba atentando contra la gloria de todo Jerusalén, pues les había llevado 46 años construir su templo.

Y desde ese momento, Cristo declaró con su misma acción que el templo ya no era importante para el encuentro con Dios, dado que él mismo se constituía desde entonces en el templo vivo donde los hombres encontrarían al Dios que es Padre, y que es bueno y misericordioso y que pide que antes que las ofrendas sean ofrecidas, los hombres busquen la reconciliación fraterna y hagan de su vida una vida de servicio, de atención y de respeto a los demás.


Para nosotros queda claro que nuestros templos son importantes ya no porque sean la casa de Dios sino la casa del pueblo de Dios que se reúne para la oración, para la alabanza y para el encuentro con Cristo que definitivamente se deja tocar en el Sacramento de la Eucaristía, con la Sangre de Cristo derramada una sola vez sobre la cruz. Un Cristo glorioso y resucitado. Siempre habrá el peligro en todas las religiones, de cierto comercialismo, del que no se ve exenta ni nuestra propia Iglesia Católica. Pidamos por ella, para que con la libertad de la pobreza pueda socorrer a manos llenas a los más pobres de los pobres de nuestro mundo.