Domingo de Ramos, Ciclo B

San Marcos 14,1-15,47: ¿Semana Santa? ¡No! Mejor semana de vacaciones.

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

Si queremos hablar de Semana Santa, tendremos que referirnos a varias categorías de cristianos.

El grupo más numeroso, es de los cristianos a los que les tiene sin cuidado si Cristo padeció y murió por los pecadores. Lo importante es salir de vacaciones, a donde sea, con tal de escapar de la rutina diaria y poder disfrutar con los niños unos días especiales. Ahí comienzan un calvario que a mí no me gustaría vivir. Todo estará lleno, carreteras, hoteles, autobuses,  restoranes, gasolineras, casetas, sanitarios, playas y habrá que pelear a brazo partido para conseguir lugares a donde quiera que se vaya. Por las noches los jóvenes se sumergen en esos mundos oscuros de los antros y al día siguiente no participan definitivamente en las excursiones familiares porque están tremendamente fatigados y somnolientos o están en una interminable conversación telefónica con la chica que se ligaron la noche anterior.  El alcohol hace sus efectos muy notorios. Cristo puede esperar. Otro día será. Hoy hay que disfrutar de este sol y de estas cheves (cervezas en México). El regreso es la muerte, con las carreteras atestadas de gente que quiere regresar a toda costa porque al día siguiente el trabajo les espera.

 

Un segundo grupo muy importante lo constituyen muchas gentes que hacen de la Semana Santa una semana folclórica-religiosa-cultural, con muchas procesiones, comenzando con los ramos de este día, visita a los siete altares, el prendimiento, los vía crucis y las tres caídas que tienen que ser representaciones en vivo, con muchos actores, con muchos escenarios, con mucha manzanilla y con mucho sol. Nuestro pueblo se goza y se extasía participando en tantos hechos masivos que mueven ciertamente la sensibilidad de las personas. Hay lugares en que la religiosidad popular hace que las gentes se vuelquen en las calles y en las plazas, pues en otras épocas, cuando las celebraciones en la Iglesia católica eran en latín, las gentes aburridas comenzaron a hacer su propio ritual, paralelo, ciertamente a la liturgia de la Iglesia. El Cristo es un Cristo crucificado, sangrante, lleno de dolor, con el que los cristianos sencillos se identifican, en medio de su propio dolor y de este año en que muchas personas se han quedado sin trabajo y en que las bolsas de valores, que muchos no entendemos se muestran locas y tremendamente variantes. Para estos cristianos, el hecho de que Cristo haya resucitado, les tiene sin cuidado. Su semana santa terminará definitivamente en viernes santo. Hace muchos años, en la Parroquia de San Juan Bautista en Arboledas de León, se escenificaba la Pasión del Señor, y a duras penas conseguíamos que las gentes se quedaran a ver la última escena, la Resurrección de Cristo.

 

Y la tercera categoría de cristianos, es la de aquellos que llegan hasta sus últimas consecuencias y consideran a Cristo como el que tuvo que pasar por la cruz, en un juicio injusto y doloroso, pero para quienes la luz de Cristo los ilumina desde su propia vuelta a la vida, desde su propia resurrección. Es el Cristo que la Iglesia nos invita a encontrar, acoger y amar, con el mismo amor con el que él nos amó desde lo alto de la cruz. Es la invitación que Benedicto XVI, el Papa que me traen ninguneado en estos días, lanzaba a los jóvenes, ahí estamos todos incluidos, para la Jornada mundial de la Juventud que hoy se celebra: “Queridos amigos, como Pablo, sed testigos del Resucitado. Dadlo a conocer a quienes, jóvenes o adultos, están en busca de la «gran esperanza» que dé sentido a su existencia. Si Jesús se ha convertido en vuestra esperanza, comunicadlo con vuestro gozo y vuestro compromiso espiritual, apostólico y social. Alcanzados por Cristo, después de haber puesto en Él vuestra fe y de haberle dado vuestra confianza, difundid esta esperanza a vuestro alrededor. Tomad opciones que manifiesten vuestra fe; haced ver que habéis entendido las insidias de la idolatría del dinero, de los bienes materiales, de la carrera y el éxito, y no os dejéis atraer por estas falsas ilusiones. No cedáis a la lógica del interés egoísta; por el contrario, cultivad el amor al prójimo y haced el esfuerzo de poneros vosotros mismos, con vuestras capacidades humanas y profesionales al servicio del bien común y de la verdad, siempre dispuestos a dar respuesta «a todo el que os pida razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15). El auténtico cristiano nunca está triste, aun cuando tenga que afrontar pruebas de distinto tipo, porque la presencia de Jesús es el secreto de su gozo y de su paz”.