XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 2-16:
¿Divorcio o bienaventuranzas?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda  



A Cristo le preguntaron un día los fariseos sobre el divorcio y otras linduras, pero no cayó en la trampa, y los remitió al plan original de Dios, uno solo con una sola y por toda la vida. Les presento ahora lo que sería hoy el plan de Cristo sobre el matrimonio.

Bienaventurados los matrimonios que eligen ser pobres según el evangelio para ser felices. No con la pobreza que humilla, margina y hambrea, sino con la pobreza que libera del consumismo, del sexo desmedido y de la moda. Matrimonios que no viven entre sí la rivalidad del mejor sueldo sino que comparten alegremente la carga con los hijos y que nunca se gritan porque están muy cerca uno del otro.

Bienaventurados los matrimonios que no se avergüenzan de sus lágrimas porque no todo en la vida es vida y dulzura, pero que desde sus lágrimas pueden denunciar la injusticia de nuestros sistemas y de nuestras autoridades que muchas veces se convierten en generadores de dolor y de opresión para los que nada tienen o no tienen manera de defenderse.

Bienaventurados los matrimonios que tienen hambre y sed de justicia, que quieren menos distancia entre pobres y ricos, mejor reparto de la riqueza, del dinero, de la cultura y de las oportunidades de estudio y de trabajo para los jóvenes.

Bienaventurados los matrimonios que viven la misericordia cada día, que tienen corazón sensible ante las necesidades de los demás, y que sienten como propios el dolor, la miseria, el hambre de los demás, que pasan del lamento inútil a la búsqueda audaz de soluciones y que saben tener misericordia del propio cónyuge y de las angustias de los hijos adolescentes. Matrimonios en los que se ama entrañablemente al cónyuge y lo trata mejor que a los mismos amigos y siempre se le trata con palabras alentadoras.

Bienaventurados los matrimonios con alma de niño, con corazón y candor de niño, rectos, sencillos, transparentes como lago de inocencia no turbado, en medio de un mundo de mentira, donde la trampa y el engaño son el pan de cada día. Su confianza está puesta singularmente en Papá Dios.

Bienaventurados los matrimonios que creen en la paz y trabajan denodadamente por ella y se sienten felices de que se dejen de fabricar armas para matar, y no regalan a sus niños pistolas, tanques, cañones ni espadas el día de los santos reyes. Se siguen amando entrañablemente a pesar de los contratiempos de la vida y por eso se tratan con afabilidad, con un buen sentido del humor y bendicen sus alimentos y los comparten de una manera generosa, sin paternalismos sin que la mano derecha sepa lo que hace la izquierda, como el Padre Dios nos trata a nosotros.

Bienaventurados los matrimonios con aguante, capaces de afrontar la persecución y la calumnia, porque se han decidido a favor de la vida y no de la muerte, por que los niños puedan vivir y afrontar las 12 semanas señaladas por las leyes para que la madre decida si tiene a su hijo o lo pueda matar, bienaventurados los optan por la convivencia gozosa aunque no exenta de dificultados antes que el divorcio, y se comprometen levantando al viejo que se dobla, al enfermo que se duele, al ciego que tropieza y que se muestran partidarios de la Iglesia y sus sacramentos y se enganchan gozosamente al Evangelio de la cruz, cuando otros se alejan diciendo que la Iglesia pide mucho, que se ha burocratizado. Bienaventurados, felices todos ellos estos matrimonios.