Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 18,33-37: ¿Una carta social del Papa si el reino de Cristo no es de este mundo?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda   

 

La Escritura Santa, en este día en que terminamos un año en la Iglesia, nos  presenta a Cristo como Rey, rey del universo, pero precisamente en el momento en que ya estaba prisionero y esclavizado.  Despectivamente, Pilato, romano y procurador en Judea desde la poderosa Roma, interroga al reo, un hombre que pasó su vida haciendo el bien, cercano a los más pobres, a los más desprotegidos y a los más mal vistos entre los hombres, pero sin ganas de escuchar su testimonio  y sin deseos de inmiscuirse en asuntos legales y religiosos del revoltoso pueblo hebreo y menos con sus corruptos dirigentes religiosos y sociales: “¿Con que tú eres el rey de los judíos?”. La respuesta de Cristo fue desconcertante para Pilatos, para los dirigentes religiosos y para todo mundo: “Mi reino no es de este mundo, no es de aquí, y si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos”. Y a continuación agregó tajantemente: “Soy rey. Yo nací y vive al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.  

Tendremos que intentar entender el sentido de cada una de las palabras de Cristo para saber qué está exigiendo hoy de nosotros los creyentes. El hecho de que Cristo afirme que su reino no es de este mundo, no nos autoriza desde luego a vivir desentendidos de los problemas que aquejan a nuestro mundo, alejados y sin compromiso con   problemas sociales y políticos, mirándolos como cosa manchada y sucia, para refugiarnos  en cantos religiosos y en celebraciones con mucho incienso y con mucha pompa, pero también alejadas de la tremenda realidad que los hombres están sufriendo el día de hoy. Su vida misma es una invitación  a meternos hasta el cuello buscando pistas de solución para los problemas de nuestro mundo, pero no por los caminos de los hombres, de los poderosos y de las naciones,  donde priva la violencia, la coacción y la mentira. Los caminos por los que lograremos un avance de nuestro mundo será definitivamente el amor, que triunfará sobre la maldad, el egoísmo y la fuerza.  

Hablar hoy del reinado de Cristo será aceptar la invitación para comprometernos con todas nuestras fuerzas a liberarnos del afán consumista que nos ha atado a las cosas y nos imposibilita para mirar con confianza el futuro; a  liberarnos de las estructuras de pecado y de violencia que encadenan a los más débiles a su ignorancia, a su pobreza y su insalubridad; a quitar todos los prejuicios que nos separan de los demás, sea por razón de color, de raza, de sexo o de distinta economía, sin distinguirlos por su indumentaria o costumbres; a liberarnos del flagelo de la violencia que está sembrando  y tiñendo  de  sangre a muchas naciones,  a muchas familias y a muchos individuos, rompiendo esa espiral de la violencia que se vuelve tirana y nos degrada; Cristo nos quiere liberar del miedo a Dios porque es nuestro Padre, pero también del miedo a los hombres, porque todos somos hermanos, y también de la muerte misma, porque Cristo ha triunfado sobre ella. En una palabra, Cristo quiere liberarnos de toda esclavitud del mal, del sufrimiento y del futuro, Si Cristo no escatimó esfuerzo ni siquiera la propia vida, para darnos libertad, nosotros no podemos contentarnos con tratar de vivir un reinado “Light”, traicionando el Reinado de Cristo hermano de los hombres.  Con esto estaremos dando testimonio de la verdad, como lo afirma el mismo Papa Benedicto XVI: “Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos  en la verdad de su proyecto. En Efecto, Él mismo es la Verdad.