I Domingo de Adviento, Ciclo C
San Lucas 21, 25-28. 34-36: Sobre las nubes siempre, siempre brilla el solAutor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda
“Nos desgarra la
sangre derramada: la de los niños abortados, la de las mujeres asesinadas, las
víctimas de secuestros y asaltos y extorsiones, los que han caído en la
confrontación entre las bandas, los que han muerto en la lucha contra el crimen
organizado y los que han sido ejecutados con crueldad y con una frialdad
inhumana. Nos interpela el dolor y la angustia, la incertidumbre y el miedo de
tantas personas que lloran la pérdida de seres queridos. Nos cuestiona más que
de la indignación y el coraje natural, lo que empieza a brotar en el corazón de
muchos mexicanos: la rabia, el odio, el rencor, el deseo de venganza y de
justicia por propia mano”.
Del mensaje de los obispos mexicanos al pueblo de México este mismo mes, es el
texto que cito expresamente, porque refleja muy bien la situación difícil que
estamos pasando en nuestra patria y en general en muchas partes del mundo. Si
tenemos fe, entonces tenemos que acercarnos al Evangelio, buscando luz para
nuestro caminar. Lucas en su mensaje evangélico, después de describirnos según
el lenguaje apocalíptico lo que serán los días postreros nos hace concebir
grandes esperanzas con dos frases textuales: “Entonces verán venir al Hijo del
hombre en una nube con gran poder y majestad…Cuando estas cosas comiencen a
suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su
liberación”. Cristo el Señor triunfará, y no solo sobre esta crisis mundial que
estamos pasando, sino sobre todas las crisis que pudieran sobrevenir, Cristo
brillará como el sol en el universo y los que perseveren con él verán su luz
esplendente. Esto mismo lo afirman nuestros obispos: “Nos acercamos a esta
realidad a la luz de la fe, con una mirada crítica y realista, pero también
esperanzadora porque estamos convencidos de que, por encima del mal que oprime
al ser humano, está la acción redentora y salvífica de Dios realizada en
Jesucristo. Nuestro quehacer eclesial nos compromete profundamente a trabajar
por la humanización y restauración del tejido social de nuestra Patria,
convencidos del valor de toda vida humana llamada a participar de la plenitud de
la vida divina, porque Dios «no quiere que nadie se pierda, sino que todos se
conviertan y tengan vida.» (2 Pe 3,9).
¡A levantar nuestras cabezas!, ya Cristo aparece en el horizonte, y entre sus
dos venidas, una en la carne, en la sencillez, en la humildad y en la cruz y la
otra con gran poder y majestad, su gracia, su bendición y su compañía van
haciendo soportable la carga de cada día, precisamente ahora que tanto lo
necesitamos.
Sin embargo, la solución de Cristo no se podrá realizar sin la cooperación de
todos los que pertenecemos a su Reino y tendremos que luchar esa lucha interior
que se realiza en nosotros mismos, para estar preparados, tal como lo pide
expresamente Cristo el Señor: “Estén alerta, para que los vicios y el
libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su
mente y aquél día los sorprenda desprevenidos…velen, pues y hagan oración
continuamente…” Esto mismo lo están señalando claramente los obispos mexicanos:
“Ofrecemos en esta situación al servicio de nuestra Patria, lo que la Iglesia
tiene como propio, una visión global y trascendente del hombre y de la humanidad.
En Cristo, Dios nuestro Padre nos llama a formar una humanidad nueva, animada
por su Espíritu. Sólo si hay mujeres y hombres nuevos habrá también un mundo
nuevo, un mundo renovado y mejor. Por eso consideramos que lo primero que hay
que hacer para superar la crisis de inseguridad y violencia es la renovación de
los corazones. Vivir el Evangelio nos hace ser hermanos y constructores de Paz,
pues “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a
nuestros hermanos…” (1Jn. 3,14).
Bienvenido el Adviento que trae vientos nuevos y una renovada presencia de
Cristo Jesús.