IV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C.
San Lucas 4, 21-30: ¿Error táctico de Cristo en Nazaret?Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda
En sus primeros tiempos
de correrías apostólicas por los montes y las colinas, los valles y el lago de
Galilea, ya con fama de profeta y de taumaturgo, Cristo quería ir con el corazón
en la mano a llevar su mensaje a las gentes que él conocía de nombre y a las que
estimaba porque había crecido entre ellos, pero falló y tuvo que salir de entre
ellos para escapar de la muerte a la que querían someterlo, lo que fue un signo
en sí, pues eso anunciaba ya su muerte en Jerusalén, pero al mismo tiempo su
resurrección: “Pero él, pasando por entre ellos se alejó de ahí”. ¿Porqué falló
Jesús y no fue escuchado si en el pueblecillo todos le esperaban con expectación
y era un personaje muy conocido? Influyeron varias razones. Todo ocurrió en la
sinagoga de su pueblo. Ese día se le permitió leer y comentar el texto del
Profeta Isaías que escuchamos el domingo pasado y que se convirtió para Cristo
en el programa de su propia vida: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha
enviado para anunciar a los pobres la buena nueva… para anunciar un año de
gracia del Señor”. El texto que es profundamente esperanzador estaba ligado a
otro que anunciaba la venganza y la ira del Señor contra todos los pueblos,
colocando a Israel como el centro del universo. Para los israelitas era sagrado
y no podía tocarse, y no podían permitir que uno de su pueblo, gente sencilla,
gente pobre como ellos, “¿Qué no es éste el hijo de José?” se atreviera a
presentarse como profeta dando de lado los deseos de todos de librarse de una
vez por todas el dominio de los romanos que los agobiaban en ese tiempo.
Las palabras de Cristo les sonaban a traición para su pueblo. No podían permitir
que so pretexto de la gracia del Señor se olvidara que el Mesías que él se creía
ser, tendría que buscar la liberación física, política y económica de los
romanos desde Jerusalén. Pero además, cuando Cristo anunciaba un año de gracia
del Señor, se estaba refiriendo precisamente a un año santo, que tenía profundas
implicaciones económicas que nadie estaba deseoso de cambiar. Un año santo que
el sumo sacerdote debería de proclamar cada cincuenta años, obligaba a todos a
liberar a los esclavos, a perdonar las deudas, a que todo mundo pudiera recobrar
el capital inicial vinculado a una parcela de tierra, en fin, se trataba de que
todos comenzaran a vivir sobre bases nuevas, sin explotación de unos para otros,
recobrando la libertad el pobre porque había sido reducido a esclavitud y el
rico porque se ahogaba bajo el peso de sus propias riquezas. ¿Verdad que a nadie
le convenía?
Juan Pablo II durante el Jubileo del año santo, en el 2000 de nuestra era, lanzó
la iniciativa para que las naciones ricas perdonaran la deuda a las naciones del
tercer mundo, y su iniciativa fracasó rotundamente. Ni quisieron escucharlo.
Cristo pues, fracasó porque tomó en serio su papel de profeta que no era
anunciar precisamente el futuro, como nos ocurre pensar de un profeta, sino
hablar al pueblo actual y de cosas actuales, convirtiendo la Sagrada Escritura
no en un documento para ser venerado, sino un incentivo para vivir una vida
nueva, lo que tampoco nos es muy atractivo, porque instalados y establecidos en
nuestras propias posiciones nos veríamos en peligro de desestabilización: “HOY
mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Para los
creyentes es el momento de tomar en serio el mensaje de Jesús, lo que lleva su
gran peligro para los que verdaderamente quieran seguirlo, pues imagínense qué
les pasará a los que conviertan su actuar con la verdad frente a un mundo de
mentira en el que nos encontramos, con la honradez en un mundo en que todo
objeto es posible de ser robado, los cables de la luz pública, los
transformadores y las alcantarillas de las calles, y donde procedan con un
verdadero amor, un amor no sólo afectivo sino real, en una situación en la que
cada quién piensa en su propio bien y en su propia comodidad. ¿No habrá llegado
el momento para los creyentes, o tendremos que esperar otro siglo para hacer
vida el mensaje de Jesús?