1.- Las lecturas bíblicas de este domingo corren el riesgo de no
contentar a nadie. Ni a los llamados “progresistas”, ni a los denominados
“conservadores” dentro de las filas cristianas. A los primeros porque proclaman
actitudes y comportamientos pacíficos y pacificadores, muy lejos de toda
violencia; a los segundos, porque se les veta el juicio sobre los prójimos, se
les reclama la tremenda audacia de amar a los enemigos, se les exige capacidad
de perdón para los pecadores, se les obliga a la generosidad de dar generosa,
colmada, merecidamente, ya que la "medida que uséis la usaran con vosotros”.
2. El texto del primer Libro de Samuel resultara desconcertante para cuantos en
nuestros días propician una denominada “teología de la violencia”. David –cuenta
el libro citado– tiene en sus manos al injusto rey Saúl; y sin embargo, frente a
su consejero y amigo, David perdona la vida a su mayor enemigo y trata de
remodelar su existencia de éste por el camino de la comunión del
arrepentimiento: “No se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor”.
En el texto del evangelio de Lucas, Jesús proclama un modo de comportamiento que
los violentos no quieren oír y que incluso molesta a quienes, apasionados de la
justicia como es debido, desprecian y apelan a los modos violentos de
instaurarla. A quienes nos pegan en una mejilla, acércales la otra y regálales
la capa; a quienes piden sin razón ni motivo, dad de lo que os pertenece y no
les reclames lo que nos han robado... Y, sobre todo, “amad a vuestros enemigos,
haced el bien y prestad sin esperar nada”. ¿Mayores exigencias? ¿Qué otro
“programa” humano puede presentarse como de mayor exigencia? ¿Y se dirá que el
cristianismo es para los débiles? ¿No habrá que decir, más bien, que es para los
audaces?
3. El relato del libro de Samuel y la predicación de Jesús ––dicha en el método
pedagógico de los libros sapienciales--, método hecho de antagonismo que no hay
por qué tomar al pie de la letra--, marcan toda una postura ante la vida; el
creyente en el evangelio de Jesús tiene que extremar hasta límites insospechados
las actitudes de pacificación, de perdón, de entrega y servicio, de donación, de
dialogo, de olvido de las injurias, etc...
Se trata de un talento interior que toma su inspiración en el comportamiento de
Dios para con el hombre y que el mismo Jesús sintetiza en esta frase: “Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Allá los teólogos que discuten si
es posible la conciliación del Evangelio y la violencia. Algo hay seguro: Que
antes de llegar al último y definitivo recurso de la violencia, el creyente ha
de exagerar todo lo que pueda entrar en la vida social como factor de
reconciliación.
4. Esta enseñanza es algo que resulta incomprensible para no pocos de los
hombres de hoy y mas incomprensible aún cuanto más extremas son sus posturas de
integrismo y de progresismo. El texto del apóstol Pablo a los cristianos de
Corinto viene a decirnos algo muy importante a este respecto. El hombre carnal
jamás podrá compartir esta enseñanza de la Palabra de Dios; solo el que trata de
imbuirse del Espíritu podrá aceptar las exigencias de la condición cristiana.
Estamos en pleno terreno de adhesión por la fe al mensaje de Jesús. Sus
contenidos nos desbordan por todos los lados, pero cuando se asumen e
interiorizan con autenticidad, entonces y solo entonces resulta posible llevar
este comportamiento de vida porque “el Espíritu da vida”