Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Mt 16, 13-19

Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada

 

 

Hch 12, 1-11
Salmo 33, 2-9
2Tm 4, 6-8:17-18
Mt 16, 13-19


1.- Ni san Pedro sin san Pablo, ni san Pablo sin hacer mención de san Pedro. La Iglesia ha considerado siempre a estos dos gigantes discípulos de Jesús como el fundamento sólido de la predicación cristiana. La creación de las primeras comunidades no se explica si no se habla del testimonio personal, continuo, decisivo, de Pedro y de Pablo. Nuestra fe como cristianos del siglo XXI está sólidamente fundamentada porque tiene como base el testimonio de vida y palabra de estos dos apóstoles.
Pedro toma la palabra, montones de veces, en nombre de todos los doce primeros seguidores; Pedro dirige, junto a Santiago, el pariente de Jesús, la primera comunidad cristiana en Jerusalén. Pero bien poco sabemos de lo que ocurrió con Pedro desde la asamblea de Jerusalén, hacia el año 49, hasta su muerte en Roma, capital del imperio, hacia los años 64-67. Se dedicó a dar testimonio de Jesucristo especialmente entre los judíos, sin descuidar a los paganos.
Continuó su trabajo, después de Jerusalén, en Antioquía y, luego, no sabemos en qué fecha exacta, fue a Roma, en donde murió mártir de Jesucristo, bajo el poder del emperador Nerón. En el siglo II, nos lo cuenta el primer historiador de la Iglesia, se mostraba, con gran orgullo, su tumba en la colina Vaticana. Fue siempre venerado como el primer testigo de la resurrección de Cristo, confirmador de la fe de todos los seguidores de Jesús y se citaba, con gran respeto, que Jesús mismo lo había declarado la piedra sobre la que el mismo Jesucristo edificaría su comunidad de salvación. Pedro, que durante la pasión, había traicionado a su Señor, había recibido del mismo Jesús resucitado, el encargo de pastorear a todas las ovejas de Cristo. Para esas comunidades cristianas, Pedro podía ser la piedra o podía ser Satanás, pero Pedro había recibido el encargo de ser piedra esencial en la construcción de la fe cristiana y a ella había dedicado su vida toda, sellando con su sangre su testimonio de fidelidad a Cristo.

2.- Pablo, por otra parte, llevado por su mentalidad farisea, había sido perseguidor de los cristianos, fue, después, apóstol incansable de Jesucristo, a partir de un encuentro personal con el Señor resucitado en el camino de la ciudad de Damasco. De carácter fuerte decidido, era capaz de enfrentarse públicamente al mismo Pedro, al que respetaba como primer y esencial testigo de la resurrección de Jesús, cuando creía que el comportamiento de Pedro no era coherente con la fe que proclamaba.
Pablo sufrió por su Señor persecuciones de toda clase y fue azotado, encarcelado, apedreado y maltratado de muchas maneras y en muchos lugares por mantenerse fiel a su fe en Jesucristo. Escribió muchas cartas a las comunidades a las que había predicado personalmente su fe y a las que se atrevía a regañar con acritud porque todas ellas sabían que también era capaz de dar su vida por cada una y por todas. Estableció continuadores de su misión allí en donde no podía seguir presente porque la urgencia de anunciar el Reino de Dios lo arrastraba hacia otros lugares.
Llevado preso, por su fe, a la capital del imperio, según la tradición fue allí martirizado bajo el poder de Nerón, sellando también con su sangre su testimonio de vida y palabras, su magisterio y apostolado, su pastoreo de las ovejas del Señor Jesús. La Iglesia los venera juntos y celebra su memoria el mismo día porque, gracias a Pedro y Pablo, puede basar su fe sobre la resurrección de Jesucristo y mantener la misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios en la tierra.

3.- Jesús pregunta a sus seguidores qué pensaba de Él la gente. Que la gente lo tenía por profeta, por persona que hablaba en nombre de Dios, queda evidenciado por la respuesta que le dan. Jesús exige ahora a sus seguidores inmediatos que digan ellos quién es El. Ellos responden que el Cristo, el Mesías, el ungido, sacerdote, profeta y rey. La comunidad cristiana primitiva, a través de esta página evangélica, nos dice lo que toda ella pensaba acerca de Jesús.
Jesús rechaza toda vinculación entre el título que le dan sus seguidores y la familia de David, a eso se debe que no quiere que se lo digan a nadie; Jesús rechaza la instalación institucionalizante que David había significado para la fe nómada que era la fe de Abrahám.
Pedro toma la iniciativa, en nombre de todos, para responder. En la comunidad en la que Pedro era la figura clave para la fe, en la comunidad que expresa su fe con el evangelio según Mateo, Pedro recibe la promesa de que la fe y la comunidad basadas sobre esa confesión de fe no va a morir. Jesús no promete a Pedro edificarle a él una Iglesia, sino que Él, Jesús, edificará sobre Pedro, sobre su fe, una Iglesia para Cristo; por eso dice “mi Iglesia”.
Lo de “atar y desatar” tiene que ver con el bautismo, que era la única forma de perdón de los pecados que existía durante el siglo primero de la Iglesia; y la misma promesa que Cristo hace a Pedro, es hecha a todos los apóstoles en el evangelio según San Juan y en el mismo evangelio de Mateo. El Bautismo era para el perdón de los pecados, y todavía se dice así en nuestro credo católico: “Creo en un solo bautismo para el perdón de los pecados”.
La Iglesia nos dice que Pedro y Pablo sellaron el espléndido testimonio de su vida muriendo como Cristo; porque quien vive como Cristo va a morir como murió Cristo: Derramando su sangre al servicio de los demás, al servicio de su Iglesia, al servicio de la comunidad. Pedro y Pablo nos dicen hoy que el Señor Jesús está dispuesto a ayudarnos y a darnos fuerzas en esta misión que es tanto nuestra misión como de Pedro y de Pablo. ¿Seremos capaces de seguir su ejemplo?